Los poetas y Dios (Isaura Díaz Figueiredo)

25 DE ENERO DE 2014 · 23:00

<p>
	Isaura D&iacute;az Figueiredo.</p>
,

Isaura Díaz Figueiredo.

Toda buena Poesía tiene su germen en lo Sagrado. He aquí la vertiente cristiana de una poeta que quiero presentar de forma humilde. Para conocer a Isaura Díaz Figueiredo, escritora gallega que habita por décadas en esta Salamanca, hay que leer y/o escuchar atentamente sus versos, pues en ellos destila su Vida, que es propia e íntima, cierto, pero también encuentra sintonía con tantas y tantas almas que requieren sosiego. El ser humano no solo es cuerpo, pues su espíritu requiere de otros nutrientes que sosieguen sus dolores o incertidumbres, los malos momentos que para algunos se tornan eternos. Hace años que la conozco y, en este tiempo, he ido percibiendo cómo va mejorando, ostensiblemente, su escritura poética: su aprendizaje está dando frutos de buena calidad, más depurados, más breves pero más intensos. No se requiere expandirse tanto para dejar constancia de lo profundo. A modo de ejemplo, dejo que los lectores pongan su vista en dos poemas suyos, inéditos, y escritos para ser leídos en el X Encuentro Los poetas y Dios, celebrado el pasado mes de diciembre, en Toral de los Guzmanes. QUIERO, SEÑOR Servirte quiero, Señor, perderme por ti, olvidarme de mí, seguir siendo parte de tu rebaño. Que por querer entretenerme pastoreando en otros prados ¡cuantas veces me perdí cuidando de mi cuidado! ¿Qué perderé yo por Ti, si eres mi mente, mi corazón y me has ganado? ¡Sé, Señor, que me perdí cuidando de mi cuidado! Ayúdame a renacer, en tu palabra beber, olvidar el ayer, no vuelva en mi debilidad la siringa escuchar, otro cayado seguir y salir de la manada, afligido, desamorado, el corazón desgarrado. De tal forma regresar por cuidar de mi cuidado. DOLOR Dime por qué, Señor, al ver tus llagas, mi vida pecadora en tus dolores leo; por qué mi culpa en tus espinas veo, y en tu sangre el perdón con que renazco. Dime por qué, alzado en cruz, mis hieles bebes y tu sed apagas, por qué al soldado que clavó la lanza, tus manos elevaron cual trofeo. Dime por qué mis rebeldías como clavos te hieren, y Tú en amores las conviertes; Por qué, mi Dios, por qué, por mis pecados mueres si sabes que soy tierra, polvo y lodo y viertes de tu pecho agua pura disipando con tu Luz todos mis miedos. Ilustraciones de Miguel Elías.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - Los poetas y Dios (Isaura D&iacute;az Figueiredo)