En el final era el Verbo (Olga Orozco)

Olga Orozco reconoce: “De todas las definiciones de la poesía que he buscado en mi vida me quedo con una: es la tentativa de apremiar a Dios para que hable”.

27 DE OCTUBRE DE 2013 · 23:00

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UNA HUMILDE Y GRANDE POETA El pasado martes 22 de este mes, el Grupo de Mujeres de la Iglesia Cristiana Evangélica de Paseo de la Estación (en unión de la Casa de Argentinos de Salamanca, organizó un homenaje a la argentina Olga Orozco (Toay, La Pampa, 1920-Buenos Aires, 1999), una de las más notables poetas de la lengua castellana de todos los tiempos, según estimo. El homenaje se compartió con el músico Atahualpa Yupanqui. Este doble homenaje estaba dentro de la programación de Salamanca Latina, un amplio abanico de actividades culturales en el que participan la Universidad, el Ayuntamiento y numerosas asociaciones culturales y vecinales de Salamanca. Jacqueline Alencar, del Grupo de Mujeres, tuvo a su cargo la coordinación del homenaje Olga Orozco. Me correspondió hacer una introducción sobre esta Maestra, una especie de Hulda de la Pampa. Mi intervención se tituló: “Olga Orozco o el fragor de lo Sagrado” y fue una aproximación a su inmensa poesía, a esta dama que estuvo en Salamanca en dos ocasiones, a principios de los años noventa. La semana la publicaré en esta misma sección. DIOS Y LA POESÍA Olga Orozco reconoce: “De todas las definiciones de la poesía que he buscado en mi vida me quedo con una: es la tentativa de apremiar a Dios para que hable”.Y prosigue: “Toda mi poesía tiende a recobrar una edad perdida. Yo creo que a través del vocablo que hizo al mundo se fueron creando en distintas napas zonas objetivas y creo también que el poeta que busca más allá busca también más arriba. A medida que asciende desanda el camino que hizo el Verbo y va a llegar al punto de la unidad primera cuando éramos uno con la Divinidad” Sobre el verdadero alcance de la palabra poética, en relación con la prosa, la poeta argentina era bastante clara: “La prosa sirve para lo cotidiano, lo lineal; la poesía sirve para lo extraordinario, va hacia lo alto, hacia la plegaria, pero también intenta trascender el mundo hacia lo bajo, hacia los abismos y las zonas más oscuras tratando de vislumbrar lo invisible en el hombre. Me parece que tanto la poesía como la plegaria son actos de ascesis que conducen a la elevación del espíritu y no a su hundimiento”. ALGUNOS DATOS SUYOS Entre los muchos premios que recibió Olga Orozco, pueden destacarse los siguientes: “Primer Premio Municipal de Poesía de Buenos Aires” (1963); “Premio Nacional de Poesía” (1988); “Premio Gabriela Mistral” de la OEA(1988); “Láurea de Poesía de la Universidad de Turín”; o el importante “Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo” (1998). Y respecto a su obra, esta es una lista de la misma: Desde lejos(1946); Las muertes(1952); Los juegos peligrosos(1962); La oscuridad es otro sol(1967); Museo salvaje(1974); Veintinueve poemas(1975); Cantos a Berenice(1977); Mutaciones de la realidad(1979); La noche a la deriva(1984); Páginas de Olga Orozco(1984, Antología); En el revés del cielo(1987); Con esta boca en este mundo(1994); También la luz es un abismo(1995); Relámpagos de lo invisible(1998, Antología); Eclipses y fulgores(1998, Antología). De forma póstuma se publicaron Últimos poemas(2009); El jardín posible(2009, Antología) y Poesía Completa(2012). DOS PRIMEROS POEMAS Nueve poetas y lectores salmantinos y latinoamericanos prestaron sus voces y acentos para que los asistentes al acto celebrado en el Colegio Mayor Fonseca de la Universidad de Salamanca. Tres miembros de la Iglesia de Paseo de la Estación (Miriam Borham, Darío Alejandro López y Gloria Sánchez,) y un filólogo y poeta mexicano (Juan Ángel Torres Rechy), tuvieron a su cargo la lectura de estos dos primeros poemas: EN EL FINAL ERA EL VERBO Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras, humaredas errantes exhaladas por la boca del viento, así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio. Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba; fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron. Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar, nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos? Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación o que fundaba mundos de visiones sin fondo para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo. ¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte? ¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía? Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo, cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras, pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo y a prescindir de mí hasta el último nudo. Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala, urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses, reversos donde el misterio se desnuda, donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres, sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa. Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada, traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces, bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas. Miraba las palabras al trasluz. Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo. Quería descubrir a Dios por transparencia. DENSOS VELOS TE CUBREN, POESÍA No es en este volcán que hay debajo de mi lengua falaz donde te busco, ni es esta espuma azul que hierve y cristaliza en mi cabeza, sino en esas regiones que cambian de lugar cuando se nombran, como el secreto yo y las indescifrables colonias de otro mundo. Noches y días con los ojos abiertos bajo el insoportable parpadeo del sol, atisbando en el cielo una señal, la sombra de un eclipse fulgurante sobre el rostro del tiempo, una fisura blanca como un tajo de Dios en la muralla del planeta. Algo con que alumbrar las sílabas dispersas de un código perdido Para poder leer en estas piedras mi costado invisible. Pero ningún pentecostés de alas ardientes desciende sobre mí. ¡Variaciones del humo, retazos de tinieblas con máscaras de plomo, meteoros innominados que me sustraen la visión entre un batir de puertas! Noches y días fortificada en la clausura de esta piel, escarbando en la sangre como un topo, removiendo en los huesos las fundaciones y las lápidas, en busca de un indicio como de un talismán que me revierta la división y la caída. ¿Dónde fue sepultada la semilla de mi pequeño verbo aún sin formular? ¿En que Delfos perdido en la corriente suben como el vapor las voces desasidas que reclaman mi voz para manifestarse? ¿Y cómo asir el signo a la deriva -ese y no cualquier otro- en que debe encarnar cada fragmento de este inmenso silencio? No hay respuesta que estalle como una constelación entre harapos nocturnos, ¡Apenas si fantasmas insondables de las profundidades, territorios que comunican con pantanos, astillas de palabras y guijarros que se disuelven en la insoluble nada! Sin embargo ahora mismo o alguna vez no sé quién sabe puede ser a través de las dobles espesuras que cierran la salida o acaso suspendida por un error de siglos en la red del instante creí verte surgir como una isla quizás como una barca entre las nubes o un castillo en el que alguien canta o una gruta que avanza tormentosa con todos los sobrenaturales fuegos encendidos. ¡Ah las manos cortadas, los ojos que encandilan y el oído que atruena! ¡Un puñado de polvo, mis vocablos!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - En el final era el Verbo (Olga Orozco)