Perseguidos por causa de Cristo

"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque asípersiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5, 10-12)

01 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

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¿No se equivoca Jesús al pronunciar estas palabras? ¡En ninguna manera! Si los que han tomado la decisión de seguirle como maestro y Señor no saben que les aguarda la incompresión y el rechazo de la sociedad, el sufrimiento y la persecución, tan pronto se presenten estas circunstancias se sentirán confundidos, se asustarán. Y rápidamente se acobardarán y se desanimarán, abandonando el seguimiento de Jesús. Pero gracias a las palabras de Jesús, sus discípulos pueden ahora prepararse mental y espiritualmente para lo que les espera. "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia."¿Qué es esta justicia? Cuando la Biblia habla de justicia siempre la relaciona con Dios. Para la Biblia no existe una justicia al margen de Dios. No es ninguna meditación ideológica sobre la esencia de la justicia en su más amplia acepción humana. La justicia de la que habla la Biblia siempre tiene que ver con Dios. Las personas que tiene Jesús en mente cuando pronuncia esta bienaventuranza son las que sufren y padecen por causa del reino de los cielos. Son los hombres y mujeres que en todo buscan siempre en primer lugar "el reino de Dios y su justicia" (Mateo 6,33). Justicia es en la Biblia un sinónimo de piedad. En este sentido utiliza Jesús la palabra justicia en la última bienaventuranza. Jesús está diciendo: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de su piedad, por causa de su fe, por su amor a Dios; porque de ellos es el reino de los cielos." De estas personas se habla aquí y de ninguna otras. Aquí no se declara bienaventurados a los que luchan por una mayor justicia social en el mundo. Esta bienaventuranza no es un llamado a la lucha social, política y revolucionaria. No es una propaganda a favor de la transformación de las circunstancias sociales. Ni tampoco pretende ensalzar a los políticos o sindicalistas que arriesgaron sus vidas por causa de una mayor justicia social. Jesús declará aquí bienaventurados a los hombres y mujeres que por causa del ejercicio de su fe cristiana y por causa de su seguimiento de Jesús son oprimidos, maltratados y perseguidos. GENTE IMPOPULAR Esta persecusión produce confusión en la mente de algunos cristianos. Se preguntan sorprendidos: ¿Cómo es posible que se maltrate a los cristianos, siendo éstos gente buena, justa, noble, pacífica, misericordiosa y honrada? Pero al pensar así olvidamos que vivimos en un mundo al revés, un mundo caido, un mundo vendido al pecado. Y el pecado es enemistad contra Dios. En este mundo nuestro Dios es un extraño. No se le quiere. El hombre natural está inclinado a odiar a Dios y a su prójimo. Este hombre siente el dominio de Dios como una carga asfixiante y huye de él. El que cree en Dios y guarda sus mandamientos es tenido por un bicho raro, por un aguafiestas. Y se intenta quitarlo de en medio. ¿Por qué mató Caín a Abel? Porque Abel era justo, porque amaba a Dios, y Dios dio testimonio de su justicia (Hebreso 11,4) ¿Por qué los fariseos, los escribas y los sacerdotes odiaban a Jesús y procuraban matarle? Porque no podían resistir la pureza de su vida. Su vida inmaculada les era un reproche demasiado grande. Su justicia y su piedad eran para ellos una espina en sus conciencias. Así obraron con Jesús, y así obrarán también con los fieles seguidores de Jesús. No nos engañemos. Cuando el mundo nos adule, cuando el mundo hable bien de nosotros, debemos examinarnos seriamente, porque ésto significa que algo anda mal en nosotros. Significa que nos hemos adaptado a la sociedad, que, como sal, hemos perdido nuestro sabor y que hemos traicionado nuestra razón de ser en la sociedad. JESÚS ADVIRTIÓ A LOS SUYOS QUE SUFRIRÍAN POR SU NOMBRE. Nunca les prometió progreso material o económico. Pero sí se esforzó en hacerles entender que en el mundo serían siempre gente impopular, aunque no siempre tuvieran que temer por sus vidas. No obstante, como más tarde diría también el apóstol Pablo: "Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución" (2 Timoteo 3,12). El grado de persecución o de rechazo e injusticia será distinto de persona a persona y en cada época y lugar, pero todos los cristianos gustarán de alguna manera que en este mundo no son bien vistos. De alguna manera, todos los cristianos "beberán del vaso que yo bebo", como dijo Jesús a los apóstoles Santiago y Juan (Marcos 10,39), y "seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre" (Mateo 10,22). "Por causa de mi nombre", dice Jesús; ésto es exactamente lo mismo que cuando Jesús dice en la última bienaventuranza: "Por causa de la justicia" o "por mi causa". Cuando el evangelio llegó a la ciudad griega de Tesalónica, una turba de maleantes, orquestada por algunos enemigos del evangelio, prendieron a algunos cristianos y los llevaron ante los tribunales con la acusación de que "éstos que trastornan el mundo entero también han venido acá" (Hechos 17,8). El mundo ve al cristiano como un retrógrado, un reaccionario, un insensato. El evangelio es contrario a la ley que impera en el mundo; tan contrario que despierta su rechazo y provoca su enemistad. Ante esta enemistad el cristiano tiene que enfrentar la fuerte tentación de adaptarse al mundo. Pero adaptarse al mundo es negar a Cristo. Por eso nos dirá Jesús: "El que no toma su cruz cada día y me sigue, no es digno de mi." No hay dudas de que Jesús espera de los suyos la disposición pronta de tomar su cruz, la disposición al martirio. ACTITUD CRISTIANA ANTE LA PERSECUCIÓN Pero nosotros no somos gigantes ni héroes. Somos gente común y sencilla, que se asusta ante la posibilidad del sufrimiento y la vergüenza. ¿Qué podemos hacer ante ésto? Dos cosas debemos tener en cuenta: Primero, que la capacidad para aguantar la persecución y soportar la difamación y el martirio es una gracia con la que nos reviste el mismo Señor Jesús. Esto significa que en los momentos de persecución no debemos poner la mirada en nosotros mismos, sino en Jesús. Cuando los cristianos de Jerusalén tuvieron que hacer frente a la primera persecución, no sopesaron sus posibilidad de resistencia ni su propia capacidad, sino que nos dice ejemplarmente Hechos 4, 24: "Y ellos... alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: ... Señor, mira ahora sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra." Ellos oraron a Dios porque sabían muy bien que el valor para confesar el nombre de Jesús en una sociedad hostil al evangelio es un don divino y que la capacidad para enfrentar la persecución es una gracia de Dios. En segundo lugar, tenemos que reparar en que la persecución no atentará siempre contra nuestra integridad física. En la mayoría de los casos, la persecución se mantendrá en el terreno de la difamación y la calumnia. Por ahí comienza. Se nos desacredita con mentiras, se inventan sobre nosotros falsas historias y se nos critica injusta y alevosamente. En algunos casos y paises, de la calumnia se pasará a la violencia física y al despojo de nuestros bienes. Cuando una iglesia cristiana es ignorada o es bien vista por la sociedad, tiene que preguntarse a sí misma si de verdad es una iglesia que anda en el seguimiento de Jesús. La reacción condescendiente o amistosa del mundo hacia la iglesia significa que la iglesia está dormida y que no está dando testimonio verbal de su salvador Jesucristo, o que es una iglesia que se ha adaptado al mundo, adulterando el mensaje que le fue confiado por Cristo y traicionando su fidelidad a su divino Señor. Por el contrario, el desprecio y la persecucion del mundo serían una prueba evidente de la obediencia de los cristianos a su Señor. Toda persecución es dolorosa. Pero hay una persecución y un sufrimiento que son especialmente dolorosos o, mejor dicho, lamentables. Es la persecución que se origina en las propias culpas de los cristianos. A veces el mundo habla mal de los cristianos y de la iglesia, porque sus miembros se portan torpe y miserablemente. Jesús admite esta posibilidad, por eso dice: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo." Él cuenta con la posibilidad de que algunos cristianos no sean perseguidos y calumniados por causa de su fe, sino por sus propios errores. ¿Te rechazan las gentes en los círculos donde te mueves? Examina esa actitud y procura tener un buen testimonio cristiano. Después, si padeces como cristiano, alaba a Dios por ello. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD En principio resulta extraño que Jesús nos diga que nos gocemos y nos alegremos cuando seamos perseguidos y difamados. Pero si Jesús lo dice, entonces él tiene razón y nosotros haremos muy bien en secundar su exhortación. Hay una poderosa razón para la alegría, pues, como vimos anteriormente, la fuerza para enfrentar la persecución no es una virtud humana, sino una gracia divina. El cristiano que se alegra en su sufrimiento por causa de Cristo está muy lejos de ser un masoquista. No hay nada de enfermo masoquismo en las palabras del apóstol Pablo cuando nos dice acerca de sus sufrimientos por Cristo: "También nos gloriamos en las tribulaciones" (Romanos 5,3). No hay perturbación mental en el apóstol cuando afirma rotundo: "Sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones" (2 Corintios 7,4). También el apóstol Pedro habla de la experiencia de todos los cristianos al decir: "Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros" (1 Pedro 4, 12-14). El cristiano sabe que el rechazo que provoca su fe en la gente del mundo es esa pequeña cruz que Dios le ha asignado, y que le pone a la luz de esa otra gran cruz de su glorioso Señor. El gozo y la felicidad del cristiano en medio de la tribulación no procede de su natural humano, sino que es el resultado de la acción del Espíritu Santo en él. Vamos a apuntar a continuación varias razones para esta alegría: Primero: El ser perseguidos, difamados y maltratados por causa de nuestra fe es una señal de que nos encontramos en el camino correcto, en el camino del discipulado. Segundo: Otra razón para el consuelo y el gozo en medio de la persecución la constituye la compañía que disfrutan los perseguidos. Se trata de una buena compañía. Es la compañía de Jesús y de los profetas. Dice nuestra bienaventuranza: "Gozaos y alegraos; ... porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." Y, en tercer lugar: Podemos y debemos alegrarnos en la persecución porque el reino de los cielos es nuestro. Y este reino que nos ha sido dado de gracia, por la muerte y resurrección de Jesucristo, lo alcanzaremos por la asistencia de esa misma divina gracia en las pruebas y tribulaciones. El apóstol Pedro escribe a los cristianos de todos los tiempos: "Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros" (1 Pedro 4, 14). La fuerza para resistir la persecución no es una virtud ni un mérito humanos, es gracia y don celestiales; es la fuerza del Espíritu Santo en el cristiano. Podemos gozarnos en la persecución porque gracias a ella seremos perfeccionados en la fe. Santiago dice: "Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna" (Santiago 1, 2.3). La última bienaventuranza cuenta con la misma promesa que la primera: "Porque de ellos es el reino de los cielos."Esta es la suma de la felicidad. Todas las bienaventuranzas tienen en común el hecho de que apuntan al cielo. Allí encontrarán plena realización todas la promesas de nuestro Señor Jesucristo. Las bienaventuranzas se nos dan como claras señales que nos marcan el camino de ese cielo. Bienaventuranzas y bienaventurados apuntan a un mismo objetivo, a saber, que todos nuestros esfuerzos y todas nuestras oraciones han de tener por meta entrar en el reino de los cielos, suprema voluntad y llamamiento divino en la faz de Jesucristo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La claraboya - Perseguidos por causa de Cristo