John Knox: ¿dónde está tu Dios?

Mientras los acontecimientos se precipitaban la regente gritaba a los cuatro vientos “¿dónde está el Dios de Knox ahora?

17 DE DICIEMBRE DE 2011 · 23:00

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La llegada de los franceses a Escocia fue un desastre para los protestantes. Los soldados profesionales saqueaban, destruían y asesinaban a todos los que se cruzaban en su camino. Mientras los aliados de la regente de Escocia masacraban a los protestantes, Knox se esforzaba en convencer a la reina Isabel de que les ayudara. La nueva reina de Inglaterra no quería enfrentarse a su antiguo aliado francés y los protestantes escoceses lo único que podían hacer era enfrentarse con sus enemigos en una sucia guerra de guerrillas. Al final la reina de Inglaterra tuvo temor ante la presencia de un fuerte contingente del ejército francés en la isla y mandó una fuerza marina para combatirlo. Mientras los acontecimientos se precipitaban y la regente, enferma pero llenar de rencor, se reía de Knox y gritaba a los cuatro vientos “¿dónde está el Dios de Knox ahora?,el reformador se esforzaba en animar a los suyos. Las matanzas se sucedían. La ciudad de Fife fue masacrada y se cometieron toda clase de desmanes. El bando protestante obligó a los soldados en St Andrews a que asistieran a los cultos y las predicaciones de Knox consiguieron lo que no habían hecho el estruendo de las armas. El ejército inglés llegó justo a tiempo. Liberó a los protestantes y echó a los franceses de la isla. La regente escocesa consiguió refugio en el castillo de Edimburgo, aprovechando que la ciudad se había mantenido neutral. Unas semanas más tarde, el 11 de junio de 1560, la regente ya había muerto y Knox predicaba en la capilla más importante de la ciudad. El Dios de Knox parecía haber triunfado sobre el de la líder de los católicos. Tras la huida de los franceses, el parlamente escocés comenzó a reunirse con regularidad, pero los problemas no iban a desaparecer por completo. La reina Isabel pensaba que era mejor tener a María Estuardo en el trono de Escocia, sus pretensiones devolverían a Escocia al borde del precipicio.

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