Don Quijote: poco a poco hacia la eternidad

El último capítulo de DON QIJOTE DE LA MANCHA contiene enseñanzas sublimes sobre el paso del tiempo, muy apropiadas cuando subimos ya estos primeros escalones de un nuevo año. ¡Con que tierna sensibilidad traza Cervantes la muerte de Don Quijote, ya transformado en Alonso Quijano!

07 DE FEBRERO DE 2009 · 23:00

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Autores rusos que escribieron bellísimos comentarios al QUlJOTE estremecieron al narrar las escenas de la muerte. La muerte de Don Quijote, dice Tourgueneff, inunda al alma de indecible emoción. Según Dostoyevsky, Don Quijote se fue de la tierra plácidamente, amando al mundo con aquella ternura que en su santo corazón encerrara. Acertado está Navarro Ledesma, muy acertado, cuando escribe que "a este íntimo arrancamiento de todo nuestro ser que la muerte de Don Quijote nos causa, no ha llegado ningún otro escritor conocido. Aquí Homero cede, calla Dante, Goethe se esconde avergonzado en su clásico egoísmo. Solo Cervantes pudo convertir una lágrima en sonrisa y una sonrisa en carcajada, y al final, trocar la carcajada en sonrisa y hacer que la sonrisa vuelva a ser sollozo". Difícil superar este sublime párrafo sobre la muerte de Don Quijote de la Mancha, el grande, el único, el sufrido, el alegre, el justo, el romántico, el hombre que supo elevar el amor hasta la cumbre del ideal. Su vida, como la concibió Ortega, fue un perenne dolor, un constante desgarrarse en pos de la aventura. En el obligado acabamiento de todo lo terreno y temporal, Don Quijote, Alonso Quijano, muere sereno, puesto el pensamiento en la inmortalidad. Tres días antes dijo a Sansón Carrasco que no admitía burlas con el alma. Su cuerpo se iba apagando poco a poco, pero aquel cuerpo esquelético ocultaba una realidad espiritual, el alma. No somos tan solo vulgar arcilla. Y el alma de Don Quijote pasó de su cuerpo muerto a las moradas vivas en lugares celestiales donde la razón no penetra. Cuando Platón, en el TIMEO, afirma que el tiempo viene a ser una imagen móvil de la eternidad, no acierta del todo. La eternidad no significa un tiempo inacabable, sino otra cosa distinta, difícil de definir por el entendimiento humano. Hacia la meta de la eternidad cabalga el caballo del tiempo. Unas veces lo hace a paso lento y otras a galope, como lo señala Don Quijote en una de las sentencias más crudas y extraordinarias de la novela. DirigIéndose a Sancho, quien Ie pide que no se muera, y a Sansón Carrasco, junto al lecho del enfermo, les dice: - "Señores, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño". Poco a poco o mucho a mucho, todos nos vamos. Poco a poco se fue Abel en plena juventud y mucho a mucho se fue Adán, su padre, quien vivió hasta los 930 años. Es la sentencia divina: Está establecido a hombres y mujeres que mueran. Decir, como Calderón, que la vida es sueño, es decir una metáfora. Pero en toda metáfora existe un vínculo con la realidad. La Biblia compara la vida humana a un día. Una vigilia de la noche. Un torrente de agua. Un sueño. La yerba del campo. Un pensamiento. Una sombra. Un penacho de humo. Una niebla madrugadora. Una caña tronchada por el viento. Un vuelo a lugares celestiales. Todo queda aquí al morir. En los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Sabio Don Quijote. De la misma opinión era Shakespeare. En el quinto acto de Macbeth se lamenta: "El mañana y el mañana y el mañana avanzan en pequeños pasos (el poco a poco de Don Quijote), de día en día, hasta la última silaba del tiempo recordable; todos nuestros ayeres (Ios nidos de antaño) han alumbrado a los locos el camino de la muerte. iExtínguete, extínguete, fugaz antorcha! (Los pájaros de hogaño). Sólo Dios mide y enumera el tiempo. Flota aquí el espíritu de Don Quijote. Su cuerpo, única cosa que de él pudo morir, es enterrado en lugar anónimo. Pero todo lo grande es eterno. Tan grandes hechos como los protagonizados por Don Quijote en vida no desaparecieron para siempre en la fosa. Aún vivimos en ellos. Aún morimos con ellos. Y pasarán a la vida más alta del espíritu. Un día, los huesos molidos del tantas veces molido Don Quijote saldrán a resurrección de vida. Al sonido de la gran trompeta, en el día final, sus huesos resucitarán incorruptos, porque pertenecieron al cuerpo de un hombre bueno y creyente. Será el más fantástico espectáculo desde la creación del mundo. Habrá un ruido que nadie podrá callar, un temblor universal; los huesos se juntarán cada hueso con su hueso. Brotarán los tendones sobre ellos, surgirá la carne, la piel los cubrirá y el cuerpo inmaculado de Don Quijote desafiará todas las leyes, vencerá a la muerte y al sepulcro, montará sobre Rocinante, se ajustará la armadura, blandirá la espada y el mundo etéreo que surja conocerá las nuevas hazañas del de la Alegre Figura por los caminos infinitos de las nubes. Resucitará Don Quijote. Llegarán los tiempos eternos.

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