Protestantismo español: Antonio del Corro (I)

Es interesante hacer notar para este estudio histórico de los protestantes españoles, que no solo ha habido calificaciones de “episodio”, a modo de anécdota histórica, sino que muchos de los protestantes españoles que influyeron en toda Europa, ni siquiera han sido citados por historiadores como Adolfo de Castro y Usoz i Rio. Ambos historiadores ignoraron a Antonio del Corro, uno de los evangélicos españo"/>

La conversión de Antonio del Corro

Protestantismo español: Antonio del Corro (I)

Es interesante hacer notar para este estudio histórico de los protestantes españoles, que no solo ha habido calificaciones de “episodio”, a modo de anécdota histórica, sino que muchos de los protestantes españoles que influyeron en toda Europa, ni siquiera han sido citados por historiadores como Adolfo de Castro y Usoz i Rio. Ambos historiadores ignoraron a Antonio del Corro, uno de los evangélicos españo

01 DE SEPTIEMBRE DE 2008 · 22:00

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Antonio del Corro, al que ya hemos considerado en otro apartado destacando su sorprendente personalidad y su originalidad, merece una biografía más extensa(1). Sabemos que sus orígenes son de San Vicente de la Barquera – Cantabria-, aunque él parece ser nacido en Sevilla (Hispalensis). Hijo de un doctor en Leyes y pariente del inquisidor erasmista del mismo nombre, Antonio del Corro(2), ingresó como monje jerónimo en el monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce – Sevilla. Con el tiempo, este monasterio, que había admitido a muchos conversos, sería uno de los núcleos de teólogos hispalenses que darían lustre al movimiento evangélico español. Los inquisidores descubrirían aquel poderoso foco de evangélicos, al que calificarían de luteranos por la proximidad a las doctrinas de la Reforma, aunque muchos de ellos militaron, como es el caso de Corro, dentro del calvinismo y después terminaría siendo canónigo anglicano. Para Américo de Castro, San Isidoro llegó a ser “un punto central del erasmismo y de la Reforma” y Antonio del Corro mantendría una postura de neutralidad frente a las luchas denominacionales. Dirá el gran historiador holandés Fruin, siempre bien equilibrado en sus juicios: “Corro…estaba mejor preparado para poner fin a las discordias. No era calvinista ni luterano. Tan solo quería ser un cristiano evangélico. Estando menos preocupado por la unidad de doctrina que por la unidad en el amor y por la fraternidad. Corro predicó la unión de todos los protestantes en contra de Roma, no obstante, aún en contra de Roma, no lucharía maliciosamente”. (Hauben, 1978, pág. 72) Antonio del Corro, salió del monasterio en 1557, con otros frailes de este monasterio, logrando huir de España doce de ellos, entre los que se encontraban los traductores de la Biblia en castellano, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. Para algunos historiadores parece demostrado que del Corro había leído algunos de los procesos que había llevado su pariente el inquisidor del mismo nombre, Antonio del Corro y por tanto tenía una información privilegiada de los movimientos de la Inquisición. Se cree que las “Artes de la Inquisición” cuyo autor es Reinaldo González Montes sea el mismo Corro. Lo que parece claro es que también los mismos frailes habían logrado entender, desde el erasmismo y otras doctrinas reformadas, un Evangelio que les distanciaba de Roma. “Cipriano de Valera, que lo refiere en su Tratado del papa y de la misa: «Iba el negocio tan adelante tan a la descubierta en el monasterio de San Isidro, uno de los más célebres y de los más ricos de Sevilla, que doce frailes, no pudiendo estar allí más en buena conciencia, se salieron, unos por una parte y otros por otra, y corriendo grandes trances y peligros, de que los sacó Dios, se vinieron a Ginebra. Entre ellos se contaban el Prior, Vicario y Procurador de San Isidro, y con ellos asimismo salió el Prior del valle de Écija, de la misma Orden. Y todavía después libró Dios a otros seis o siete del mismo monasterio, entonteciendo y haciendo de ningún valor ni efecto todas las estratagemas, avisos, cautelas, astucias y engaños de los inquisidores, que los buscaron y no los pudieron hallar”. (Valera, 1851, pág. 258) En la Carta a Felipe II(3) Corro describe todo su personal proceso y evolución religiosa: “Al oír estas proposiciones, para deciros la verdad, Señor, estuve escandalizado en extremo de oír de la boca de semejante personaje, hombre avisado y de buena conciencia, tales palabras pronunciadas contra personas que yo tenía y casi adoraba como pilares y columnas de la Iglesia cristiana, como jueces justísimos y equitativos respecto de nuestra religión. Sin embargo, viendo la autoridad del que hablaba y el afecto que me profesaba, considerando asimismo que semejante personaje, como testigo ocular y de larga experiencia, bien podía hablar de tales asuntos, me puse a meditar sobre el particular, y después de haber terminado esta tarea, le supliqué me mostrara las acusaciones hechas contra el doctor Egidio y las calificaciones y censuras de los teólogos dadas sobre el particular, lo que dicho inquisidor hizo de muy buena voluntad y me mostró también las apologías y respuestas en contra, del dicho doctor”. “Teniendo estos papeles entre mis manos, empecé a ver cosas que me causaron extraña admiración. Pues en vez de lo que se me había dicho, que Egidio era un adversario de Jesucristo, yo no veía otra cosa en sus escritos que una perpetua alabanza del Hijo de Dios, de la satisfacción que hemos recibido por el sacrificio de su muerte, la consolación que pueden tener las conciencias cristianas en la meditación de semejante sacrificio; en vez de que se decía que era un hereje, yo veía que se daba gran trabajo en alabar la virtud de la fe contra las obras de hipocresía y superstición que el hombre por si mismo para complacer a Dios. Y para ser breve, Señor, vi en estos papeles una especie de doctrina que lanzaba rayos flameantes y luminosos en mi corazón y me parecía casi que Jesucristo crucificado por la salvación de los hombres estaba allí encerrado. Esto medió, desde luego, ocasión en hablar al dicho doctor, leer sus sermones y comentarios que él había hecho sobre algunos libros de las Sagradas Escrituras; y comparando estas cosas con la doctrina de los otros sacerdotes y frailes que predicaban en dicha villa su doctrina del purgatorio, sus indulgencias papales, que llaman bulas; en fin, la doctrina de sus obras llenas de superstición, notaba tanta diferencia entre una y otra doctrina, como la que vemos entre el día y la noche, entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y la mentira, entre la doctrina procedente del Espíritu de Dios y la que está fraguada en el cerebro del hombre.” (Fliedner, 1902, pág. nº 531 pag.35)
1) La obra de Paul J. Hauben, “Del monasterio al ministerio: Tres herejes españoles y la Reforma, recoge muchos de los datos de William McFadden “Life and Works of Antonio del Corro” (1953). Nosotros nos acogeremos a esos datos y añadiremos otros que actualizan la figura de este fraile Jerónimo transterrado. 2) Tiene una estatua este inquisidor en el interior de la iglesia de Santa María de los Ángeles en San Vicente de la Barquera. Este inquisidor edificó también en San Vicente de la Barquera su palacio, en el que ahora está instalado el Ayuntamiento. 3) Esta carta la fue editando “Revista Cristiana” que dirigía don Federico Fliedner, desde el número 530 de 31 de Enero de 1902 hasta el número 552 de 31 de diciembre de 1902. En título es: Carta de Antonio del Corro a Felipe II y se publicaba como “Fielmente traducida del original francés y publicada ahora por primera vez en español”. Hoy la ha digitalizado la Fundación Saavedra Fajardo y de ella tomamos los textos. El título original era: “Lettre envoiée à la Maiesté du Roy des Espaignes) en que propone la libertad religiosa como única solución para apaciguar las turbulencias en que ardían los Países Bajos.

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