Enamorados

Ya perdieron la cuenta de los años que llevaban casados... toda la vida estuvieran acompañados el uno del otro, y no concebían otra manera de entender el paso del tiempo.

13 DE FEBRERO DE 2010 · 23:00

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Cada arruga en la cara que ella no intentaba disimular, fuera apareciendo a base de sonrisas, tristezas, enfados y goce de momentos únicos e irrepetibles en sus vidas entrelazadas. El cabello de él, en otro tiempo negro y curtido por la salitre de quien sembrara de nasas la ría en la que se asentaba su pueblo marinero, ahora era tan blanco y suave como su carácter moldeado por el tiempo. Solamente necesitaban una mirada de complicidad para hablar de una manera más precisa que con mil palabras... Seguían discutiendo como adolescentes por temas de lo más parvo con un cierto componente de querer ver enfadado al otro... Gozaban abundantemente de la pasión que existe detrás de la seguridad de que el otro no le fallaría nunca... Sabían cuando era el momento de hablar y de callar ante temas de importancia... Sentían un inmenso placer al ver su pequeña casa llena de gente, y viendo a los niños correr por todo cuanto rincón encontraban... Ella pensaba en estas cosas en el hospital, cuando le llegó el día de su muerte. Los familiares no sabían como darle esta mala noticia a él, cuando de repente fue a su encuentro. Hoy, en su pueblo marinero se puede ver en tierra -uno al lado del otro- el recuerdo pétreo de sus familiares para aquella pareja que no supo vivir -ni morir- de otra manera.

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