La congelación de embriones

El procedimiento de la congelación, que se ha hecho ya habitual, se basa en el hecho de que las funciones biológicas se paralizan a la temperatura que presenta el nitrógeno líquido (197 grados centígrados bajo cero). Los embriones humanos son expuestos previamente a unas sustancias protectoras de las células que reducen la cantidad de agua presente en el citoplasma celular. El agua que hay dentro y fuera de las células del embrión se convierte así en un vidrio no cristalino que no llega a crista

09 DE ENERO DE 2010 · 23:00

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De los muchos cigotos en estado de pronúcleos y embriones en los primeros estadios que se congelan, entre el 60 y el 80 por 100 sobreviven después de la descongelación, mientras que el resto tienen un porcentaje de supervivencia nulo ya que presentan blastómeros desiguales u otras anomalías. Las tasas de embarazos conseguidos mediante embriones procedentes de la crioconservación son similares a las que utilizan embriones sin congelar. Un problema generado por la congelación es el de los bancos de embriones humanos. Existen más de un millón y medio de embriones congelados en todo el mundo, de los que alrededor de 200.000 corresponden a España. ¿Qué hacer con tanto embrión en estado latente? Ya se han cumplido 25 años de la implantación de la fecundación in vitro y, aunque han nacido por este método más de un millón de niños en el mundo occidental, son muchos todavía los que han quedado olvidados en los congeladores, destruidos por la manipulación, reducidos tras la implantación o sacrificados para fines distintos a los reproductivos. La pregunta fundamental es: ¿son estos embriones congelados seres humanos reales, o sólo un puñado de células? De la biología se puede deducir que un embrión constituye la etapa inicial de la vida de un organismo. Por tanto, un embrión humano es una vida humana naciente. Tenemos pruebas extraídas de la genética, la embriología y la biología celular, que confirman que el cigoto posee la información de un genoma individual. Es decir, la identidad genética que va a determinar a una persona. Es razonable afirmar que desde el momento de la concepción, una vez que se fusionan los núcleos materno y paterno, quedan ya determinadas todas las características del nuevo ser que no cambiarán hasta su muerte. La expresión de tales genes irá aflorando paulatinamente a medida que llegue su turno durante el desarrollo. Pero a partir de la primera división celular existe ya una memoria de nuestra vida y en ese preciso instante queda determinado el plan general de desarrollo del nuevo ser. El embrión humano es digno desde el momento de su concepción, tanto si ésta se ha producido de forma natural en el claustro materno como si se ha realizado artificialmente en un laboratorio y después se le ha congelado. La artificialidad de su producción o de su conservación no altera ni su naturaleza biológica ni su dignidad de vida humana. Ante este problema planteado por la acumulación de vidas humanas congeladas en el laboratorio, se han sugerido cuatro alternativas. La primera es sin duda la mejor, devolver a la propia pareja progenitora sus embriones con el fin de obtener futuros embarazos. En segundo lugar estaría la adopción por parte de otra pareja diferente, algo éticamente aceptable sobre todo si se piensa en los embriones congelados, aunque habría que controlar desde luego los posibles abusos comerciales. La tercera alternativa no nos parece ética, dejar morir o matar a los embriones congelados no tiene sentido ya que fueron creados para la vida, no para la muerte. El cuarto supuesto, la utilización como material para la investigación, es inaceptable desde todos los puntos de vista, ya que se trata de sacrificar los embriones sin darles la más mínima oportunidad. ¿Es realmente tan necesaria la investigación con embriones humanos como demandan algunos científicos? Creemos que no. Actualmente, todas las investigaciones y descubrimientos llevados a cabo sobre desarrollo embrionario se han venido realizando con animales de laboratorio que ofrecen las mismas posibilidades de avanzar en el conocimiento embriológico, y no plantean problemas éticos. Tampoco es imprescindible recurrir a las células madre embrionarias para llevar a cabo las aplicaciones biomédicas y clínicas. Hoy sabemos que después de varios años de investigación, no han dado ningún resultado aceptable. La alternativa más eficaz son las llamadas células madre adultas, que pueden ser obtenidas a partir de tejidos somáticos (corporales) de los propios pacientes a tratar, cuando éstos presentan algún tejido u órgano enfermo. Estas células madre adultas no plantean problemas de conciencia ya que no requieren el sacrificio de embriones humanos.

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