Las heridas de la cruz (II)

La cruz se pudo preguntar ¿por qué cargué yo con el enorme peso de llevar sobre mí al que un día me creó? Pero la respuesta es el silencio de todos los protagonistas de la escena del Gólgota. A todos nos gustaría conocer esa respuesta, que diría más que todo lo que está escrito, pero es el silencio el que se hace cómplice de los sufrimientos… y es que el silencio toma el verdadero protagonismo en los momentos adecuados. El"/>

El silencio del Cordero

Las heridas de la cruz (II)

La cruz se pudo preguntar ¿por qué cargué yo con el enorme peso de llevar sobre mí al que un día me creó? Pero la respuesta es el silencio de todos los protagonistas de la escena del Gólgota. A todos nos gustaría conocer esa respuesta, que diría más que todo lo que está escrito, pero es el silencio el que se hace cómplice de los sufrimientos… y es que el silencio toma el verdadero protagonismo en los momentos adecuados. El

05 DE DICIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Jesús, igual que el árbol, es azotado por el viento del dolor sin que muestre ni siquiera un atisbo de resentimiento, o de queja contra sus verdugos. Uno de los texto bíblicos dice: angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Nuevamente el silencio nos enseña una lección de humildad y fortaleza. Hay muchas cosas que me pregunto acerca de momentos y circunstancias, que pueden pasar inadvertidas para muchos, pero que para mí son interesantes. Como el hecho de que Jesús no se quejó en ningún momento de sus agresores, aceptando el dolor de la cruz y de aquellos clavos que le traspasaron sin compasión alguna, atravesando su carne, sus huesos, y todos esos tejidos y vasos sanguíneos que se ponían por delante, hasta llegar al madero que lo sujetó durante su agonía. O como qué pensaría Jesús en aquel momento en el que sus verdugos le miraban a los ojos. Me imagino que los que le traspasaron comenzarían a temblar. Como el carnicero que tiene que matar a uno de sus corderos criados en su granja, sabiendo que la mirada que recibe es una mirada de amor, que nunca imaginaria que aquellas mismas manos que le cuidaron le darían muerte. Pienso que los ojos de aquellos verdugos acostumbrados a oír el grito desgarrador de quienes eran traspasados sin conmoverse -ya que eran profesionales en la ejecución de personas condenadas a morir- en el momento de traspasar aquellas manos que nunca hicieron daño a nadie tendrían dos pensamientos luchando entre sí: tengo que ejecutarlo, es mi trabajo y me pueden castigar por no hacerlo, pero no puedo resistir esa mirada tan dulce y que me transmite paz en estos momentos tan difíciles para él, sabiendo que va a morir en nuestras manos… esa misma mirada que a mí me hace temblar. Y nuevamente el silencio es el dueño de la situación ante un dolor tan grande. ME IMAGINO QUE SI CUALQUIERA DE NOSOTROS SE ENCONTRASE ANTE ESA MIRADA TIERNA Y SIN RESENTIMIENTOS, NO PODRÍAMOS RESISTIRLA. PORQUE EL PESO DE LA CONCIENCIA NOS ACUSARÍA DE SABER QUE NO NOS ENFRENTAMOS IGUAL A NUESTROS SUFRIMIENTOS. QUERRÍAMOS SALIR DE LA ESCENA POR NO AFRONTARLA, NOS HUNDIRÍAMOS EN LA DESESPERACIÓN. PERO LA VIDA HAY QUE AFRONTARLA MIRÁNDOLA CARA A CARA. FRENTE A FRENTE. Y SABIENDO QUE SOMOS AVES QUE VAN DE PASO, SIN PODER LLEVAR NADA ENTRE SUS ALAS, SÓLO EL CONSUELO DE SABER ANTE EL DOLOR QUE LA VIDA ES CORTA. Como dijo Job en los días de su amargura buscando consuelo en el cielo como única salida a su desesperación después de haber perdido todas sus riquezas, todos sus bienes y a todos sus hijos de la noche a la mañana: El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores, sale como una flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece. ¿Sobre éste abres tus ojos, y me traes a juicio contigo? ¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie. Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti; le pusiste límites, de los cuales no pasará. Si tú lo abandonares, él dejará de ser; Entretanto deseará, como el jornalero, su día. Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. (Job 14:1-7) ES FÁCIL EXIGIR AL HERIDO QUE SE LEVANTE CUANDO UNO NO HA SIDO ALCANZADO POR UNA LANZA. EL HOMBRE ES ASÍ, Y A VECES ALGUNOS SE PRESENTAN COMO VERDUGOS EN NUESTRAS VIDAS. PORQUE NO HAN PASADO POR LA SENDA DEL SUFRIMIENTO. ES NECESARIO QUE APRENDAMOS A VENDAR LAS HERIDAS DEL QUE SUFRE, Y DEJARLE DESCANSAR PARA QUE LUEGO SE PUEDA LEVANTAR. El sufrimiento es parte de la vida. pero lo cierto es que la vida es corta. Dios les bendiga.
Artículos anteriores de esta serie:
 1Heridas y flores 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ciudadano Cortés - El silencio del Cordero