He decidido volver a ser feliz

¡Qué chica tan espiritual!... ¡Cuánto vale!... ¡Y qué mona!... ¡Pobre inocente de mí!...; esos eran algunos de los calificativos referidos a mi persona cuando desde muy joven ya era profundamente seducida por la persona de Dios, e iba poniendo a funcionar cada uno de los dones que iba descubriendo que el Señor me había dado y, por supuesto, comía mis propias “habas”, o -al principio- las de mis propios padres.

05 DE DICIEMBRE DE 2009 · 23:00

,
Era joven e inocente, creía en el amor fraternal de todo el mundo y vivía a pies juntillas aquello de: “yo te quiero, tú eres mi hermano, también me quieres a mí”... ¡Qué ingenua! Fue pasando el tiempo y mi ministerio se fue consolidando cada vez más, hasta que llegó el momento en el que, junto a mi marido, dediqué todo el tiempo a servir al Señor; es decir, pasé a comer “las habas” que me daban. Entonces, poco a poco, las cosas comenzaron a cambiar. En cuanto a mi espiritualidad, se empezó a cuestionar; en cuanto a mi valía, eso no lo negaron, pero se le añadieron mil y un calificativos de lo más negativos, y en cuanto a aquello de “qué mona!”, fue sustituido por: “¡es orgullosa y vana!” No lo entendía, yo era la misma; ¡no!, más bien mi vida en el Señor se había consolidado mucho más, y había dejado atrás una vida tranquila y cómoda para salir a “vivir por fe” con tres hijos a las espaldas. Me criticaron, me calumniaron, “dijeron toda clase de mal contra mí, mintiendo”, sacaron frases fuera de contexto de mis mensajes, me persiguieron por la web, y, en una ocasión -literalmente- me propinaron una bofetada. Han pasado muchos años y todavía sigo sin entenderlo del todo, y, poco a poco, me fui arrugando por dentro, encogiendo, llorando por todas las esquinas, y aquel carácter mío tan alegre como un cascabel, se convirtió en el de una persona que casi no hablaba, que se sentía culpable de un ´no sé qué´, que no era capaz de entender nada, hasta que llegó el momento en el que me rompí en mil pedazos. Hubo un tiempo que creí que nunca podría salir de aquella situación, y me cuestioné absolutamente todo. Lo único que jamás perdí fue mi fe y mi relación estrecha con el Señor. En realidad creo que fue eso lo que me salvó de llegar a perder la razón. También es cierto que he tenido a personas muy queridas que me sostuvieron con todo el amor del mundo, en todo aquel duro proceso. Pasaron muchas cosas, viví muchas situaciones difíciles, pero llegó un momento en que como el ave Fénix resurgí de mis propias cenizas; esperando en Dios pude tener alas nuevas, con las que volví a volar alto como las águilas, y pude decir con Job: “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven”. Siguen sucediendo mil y una cosas, pero yo he decidido volver a ser feliz, y hago mía la frase de una amiga que siempre termina sus correos electrónicos con pensamientos muy buenos: “Reír y llorar pueden ser respuestas al agotamiento y a la frustración. Por mi parte, yo prefiero reír, simplemente porque hay menos que limpiar después.”

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - He decidido volver a ser feliz