El espejismo de Dios (III)

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Dawkins: el mensaje del predicador

El espejismo de Dios (III)

Y por fin llegamos al mensaje central del predicador que no es otro que la proclamación de la Selección Natural, encumbrada hasta el súmmum.

21 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Aunque esta selección es solo aplicable a escala muy pequeña: concretamente al gen. Y éste supedita al individuo, al grupo y, por supuesto, a la especie. Con la dificultad añadida que las propiedades específicas de un organismo vienen determinadas por más de un gen. Así los organismos individuales no somos más que robots controlados por genes con mando a distancia, máquinas necesarias para la supervivencia, expansión y perpetuación de los genes. Este supuesto ha debido matizar algunos conceptos neodarwinistas y ha creado no poca controversia evolucionista (dentro de la teoría sintética de la evolución) y ha considerado otros conceptos mejor fundamentados como casi heréticos (en especial el equilibrio punteado de Gould y Eldredge). El gen egoísta de Richard Dawkins ha pretendido ser un dios mediante el poder que le ha otorgado la Selección Natural (Dawkins saltó a la palestra con su primer libro El Gen Egoísta). Sólo aceptando fervientemente la selección natural hará “mejorar nuestra conciencia” como lo expresa Dawkins. Porque la selección natural vence a la intuición, vence al propósito de belleza, vence a la idea de complejidad irreductible e incluso a la inferencia de diseño y ¿cómo lo logra? Pues gradualmente ¿cómo si no? De forma acumulativa: dividiendo el problema de la improbabilidad en partes más pequeñas (Nota: las mutaciones muy, muy raramente podrían llegarse a considerar como beneficiosas, y nunca han dado a lugar especies nuevas. Con esta concesión entredicha la Selección Natural fijaría tales excepciones). Quiénes no entienden el poder de la acumulación gradual no entienden la ilustración de un ladrón que mira de abrir la caja fuerte de un banco sin conocer la combinación, pero ¡no es una caja convencional!: ¡la caja suelta una pequeña cantidad de dinero cada vez que el ladrón acierta alguno de los números de la combinación! (Dawkins es acusado a menudo de ingenuo y de no visitar demasiado la trastienda. Por ejemplo ni siquiera describe como un inconveniente la evolución gradual de órganos complejos ya que ve un ala o un ojo simplemente mejor que medio ala o medio ojo y esto a su vez mejor que nada de ala o de ojo…). La ilustración de la caja fuerte amañada es de su libro “Escalando el Monte Improbable” (título alegórico acerca del desconcertante progreso evolutivo, ya que la evidencia indica que las mutaciones no sólo permitirían rara vez subir, sino que harían precipitarse a su “escalador” insistentemente, mientras éste resistiera…). Supongo que Dawkins debe quedar hasta él mismo insatisfecho con tal argumento, pues lo repite hasta la saciedad y es entonces cuando arremete duramente contra el Diseño Inteligente (D.I.) por su “veneración a los vacíos”. Apunta que cada impotencia de la ciencia es utilizada por el D.I. para proclamar su victoria por defecto. Seguramente el D.I. se apresura en agenciarse colinas que parecían infranqueables para la ciencia, y, puede llegar el día, y muchas veces llega, que estas colinas acaban siendo coronadas por la ciencia… solo para descubrir en frente otra colina más imponente. Pero la crítica de que el D.I. es perezoso (por no ofrecer alternativas, hipótesis evaluables para la ciencia) y conformista (por contentarse bobamente con el “Dios de los vacíos”) es algo injusta y, sobretodo, discriminatoria. ¡Si el motor flagelar de Michael Behe y otras ingeniosas maquinarias celulares ha levantado tantas ampollas es porque muchos biólogos y bioquímicos evolucionistas no habían hecho todos los deberes y habían sido un tanto confiados! Quizás era necesario tan duro ataque para que Dawkins confesara el mayor de los vacíos naturalistas: el del origen de la vida. Reconoce que ha sido extremadamente improbable tal hecho aunque…no importa. No importa cuan pequeña sea la minoría de planetas propensos a la evolución porque “necesariamente el nuestro ha tenido que ser uno de ellos”. ¡Y lo justifica declarando que estamos aquí y podemos pensar acerca de ello! ¡Pienso ergo evolucionamos! (Menos mal que los argumentos del D.I. eran los que podían calificarse como “conformistas”) ¡Dawkins se ha sumado a la mayoría para desechar la sopa prebiótica pero parece que ha descubierto él solo la sopa de ajo! Es conocido, entre otros, el comentario de Sir Fred Hoyle (físico y cosmólogo) afirmando que era más probable el ensamblaje de un Boeing 747 por un huracán sobre un desguace de chatarra que la formación espontánea de vida en la Tierra. Y es que, existen otros vacíos que la fe naturalista parece dispuesta a saltar, como el increíble ajuste fino del universo que ha posibilitado la inverosímil posibilidad de la mera existencia de galaxias, estrellas, planetas y no digamos, elementos para la vida. Pueden verse aquí algunas consideraciones del principio antrópico (tanto a nivel cosmológico como planetario). Realmente, en términos probabilísticas, no son admisibles que un Universo como el nuestro o un planeta como el nuestro tenga, no ya las condiciones para la formación de la vida, sino para su desarrollo. Y ni siquiera resultan suficientes que juguemos con billones de galaxias o billones de billones de planetas para hallar algo decentemente admisible. Es por eso que hasta Dawkins tiene que invocar a Universos Paralelos, en Serie y hasta MultiUniversos (y por supuesto, ¡con el espíritu de la Selección Natural!). No es necesario decir que no existen evidencias ni justificaciones salvo del tipo: ¡Pienso ergo existen MultiUniversos! Lo que no se entiende es porque estos MultiUniversos no adolecen de los mismos pecados supracientíficos como los imputados al D.I. Existen otros enormes vacíos que “salta de saltada”, como el principio de la complejidad e información genética o el origen de las células eucariotas que retan a las estadísticas de cualquier modelo, aunque tampoco parecen importar demasiado porque, al fin, da con el argumento definitivo que lleva el éxtasis de su mensaje. Y es éste: por muy improbable que parezca que estemos aquí, si admitimos un diseñador, precisaría de tal complejidad que, estadísticamente sería, si cabe, más improbable que cualquier otra hipótesis. Se ha dicho pronto. Pero, ¿no se le puede arrojar su mismo argumento?: si estamos aquí y podemos pensar acerca de ello ¿no debería ser la única opción posible? Continuará: El ilusionismo de Dawkins (IV)
Artículos anteriores de esta serie:
 1Dawkins: un predicador bullicioso 
 2Dawkins: razones del predicador 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ateísmo y fe - Dawkins: el mensaje del predicador