En los albores del protestantismo mexicano, siglo XIX (I)

Para entender mejor el enraizamiento del protestantismo en México es necesario conocer tanto los esfuerzos exógenos como el contexto y personajes endógenos que facilitaron la implantación de la nueva creencia."/>

Manuel Aguas, el sacerdote converso

En los albores del protestantismo mexicano, siglo XIX (I)

Para entender mejor el enraizamiento del protestantismo en México es necesario conocer tanto los esfuerzos exógenos como el contexto y personajes endógenos que facilitaron la implantación de la nueva creencia.

21 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Es un desatino histórico que varias de las denominaciones cristianas evangélicas de México tracen sus orígenes al tiempo que llegaron los misioneros extranjeros al país. Cuando es demostrado, fehacientemente, que los misioneros de fuera son los iniciadores de una obra determinada hay que reconocerlo y difundirlo. Sin embargo, en no pocos casos y me parece que por desconocimiento, se han marginado a nacionales que actuaron como precursores y determinantes en el establecimiento de iglesias protestantes. Aclaro que no se trata de favorecer un nacionalismo excluyente, sino de ser justo con el espíritu del historiador Lucas, y escribir ordenadamente los acontecimientos, después de haber investigado todo con esmero (Lucas 1:3). Manuel Aguas nace en el norteño estado mexicano de Chihuahua, en 1830. Es hijo de un español, Francisco Aguas, llegado a México para sofocar la Independencia y de Marcela N. La familia se traslada a la ciudad de México, donde Manuel hace sus estudios universitarios y musicales. A la edad de veinte años ingresa a la orden de los dominicos. En 1857, debido a una orden del gobierno liberal, tiene lugar la exclaustración de monjas y frailes, por lo que Manuel Aguas se dedica a estudiar homeopatía. En 1863 las autoridades de su orden lo nombran para hacerse cargo del curato de Cuautla, Morelos, donde el templo se atiborra de feligreses para escuchar sus intensos sermones. Alrededor de 1859-1860 retorna a la ciudad de México, y abre el Colegio Guadalupano que en poco tiempo alcanza alta reputación. Aguas predicaba en el templo de San José de Gracia, donde la muchedumbre llena el lugar para seguir las enseñanzas del dominico. Parece que es en 1867 cuando muda su ministerio al curato de Azcapotzalco, en aquel entonces un poblado aledaño a la ciudad de México y en nuestros días un barrio más de la misma. En Azcapotzalco se presenta ante él una persona que dice ser protestante, después de varias horas de discusión entre ambos el protestante acepta reconciliarse con la Iglesia católica. En una carta fechada en octubre de 1871, en la que Aguas da cuenta de su itinerario de lo que él llama el romanismo a la verdadera religión, escribe que entre sus tareas como párroco estaba enseñar sobre la “pestilencia [del protestantismo] que vendría a hacernos en México más desafortunados que nunca”. Manuel Aguas daba tiempo a combatir una presencia que no era imaginaria, sino que ya contaba en la ciudad de México y sus alrededores con algunos seguidores. De Azcapotzalco es promovido para ser el confesor oficial de los canónigos de la Catedral Metropolitana, en la capital del país. Entre sus deberes estaba predicar con cierta regularidad ante el arzobispo y el capítulo catedralicio. Al tiempo de realizar lo anterior, Aguas entra crecientemente en una crisis de fe. En el documento antes citado menciona que “no tenía paz en el alma, dudaba de mi salvación, y nunca creía que estaba haciendo suficientes obras para obtenerla”.
 
Por el tiempo de sus dudas llega a manos de Manuel Aguas un panfleto protestante titulado Verdadera libertad. Su primera reacción es combatir el tratado con lo que él llama “su arsenal romanista”. Pero la voz de su conciencia le lleva a pensar que tal vez él estaba en el error. El todavía sacerdote decide ponerse a estudiar, dice, “todos los libros y panfletos protestantes que pudiese conseguir”. Subraya que con mucho cuidado se de a la tarea de leer la Historia de la Reforma del siglo XVI, de Merle D´Aubigné. Es importante referir que el autor del libro mencionado por Manuel Aguas, Merle Jean Henri D´Aubigné (1794-1872) nace en un poblado cercano a Ginebra, es hijo de una distinguida familia hugonota (calvinista). D´Aubigné tiene una conversión en 1816 mediante las campañas evangelísticas de los hermanos Robert y James Haldane, escoceses revivalistas y vinculados a la Iglesia bautista. Un personaje que tiene un lugar central en la distribución de la Biblia en México, James Thomson que es colportor en nuestro país en dos periodos (1827-1830 y 1842-1844) se vincula con los Haldane en su adolescencia, trabaja con ellos y hasta antes de emprender su primer viaje a tierras latinoamericanas (Argentina en 1818), les ayuda en las tareas pastorales en la Iglesia bautista de Leite Walk, en Edimburgo. Merle D´Aubigné publica su Histoire de la Reformation du XVI siecle en 5 volúmenes, el primero aparece en 1835 y el ultimo en 1853. Muy probablemente Manuel Aguas lee la obra en francés y se hace de un panorama amplio del desarrollo y características de la Reforma protestante. En la misiva de 1871, enviada a las oficinas de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos con el fin de que apoye el trabajo evangélico que los mexicanos están realizando en el país, Manuel Aguas insiste en que además de los libros protestantes, sobre todo, se da a la tarea de estudiar la Biblia. Es entonces cuando “comienza a ver la luz del Señor” y queda totalmente convencido de la “la falsedad del sistema romano […] encontré la largamente deseada paz de mi alma”. Por lo que escribe después parece que decide dejar de practicar el sacerdocio católico pero no hacer pública, en ese momento (¿1870?) su conversión, sino que se sostiene por su trabajo de médico y “en las tardes leía la Santa Escritura a mi familia, y oraba con ella”. Una vez que tiene claro que él ya es protestante, Manuel Aguas comienza a reunirse en la que llama en su misiva Iglesia protestante provisional. En ésta ministraba el misionero Henry C. Riley, nacido en Chile en 1835, educado en Estados Unidos e Inglaterra y ordenado como ministro de la Iglesia episcopal en 1866. Antes de llegar a México, en 1869, Riley pastoreaba una iglesia de habla castellana en Nueva York. Como asistente a la Iglesia protestante que Riley junto con otros encabezaba, Manuel Aguas escuchaba atento las predicaciones. Cuenta que inicialmente conoce a Henry C. Riley por su voz, ya que al ser “corto de vista” no podía percibir bien el rostro del misionero cuando éste predicaba desde el frente del salón. Es precisamente el valor de Riley para hacer obra evangélica “en medio de la más odiosa idolatría, y rodeado de enemigos”, escribe Aguas, que se siente avergonzado y decide conversar con el misionero para hacerle saber que está decidido a “contender [públicamente] por la fe de Jesús”. Dado que ya corre la versión de que Manuel Aguas es un protestante comprometido, el sacerdote católico Nicolás Arias le hace llegar una carta en la que le impele a responder sobre cuál es su identidad confesional. Aguas responde el 16 de abril de 1871 con una extensa misiva en la que no deja lugar a dudas sobre sus creencias evangélicas, su escrito está lleno de citas bíblicas.

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