San Felipe
V Región de Valparaíso, Chile
13 de enero

Sumerjo los pies exhaustos en agua caliente y sal. El sol se retira a su sueño nuclear, como procedente de una lámpara de sodio, bañando los cañaverales de un resplandor apagado, nos encierra en un ámbar prodigioso; nos confunde en néctar, listos para cristalizar entre promesas de nueces, pasas y ciruelas. Falta mucho para que aparezcan las primeras avellanas."/>

De repente, frío

San Felipe
V Región de Valparaíso, Chile
13 de enero

Sumerjo los pies exhaustos en agua caliente y sal. El sol se retira a su sueño nuclear, como procedente de una lámpara de sodio, bañando los cañaverales de un resplandor apagado, nos encierra en un ámbar prodigioso; nos confunde en néctar, listos para cristalizar entre promesas de nueces, pasas y ciruelas. Falta mucho para que aparezcan las primeras avellanas.

24 DE OCTUBRE DE 2009 · 22:00

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Cada especie vive su ritmo. Todo tiene su momento. Me pregunto por el mío. El momento de lo que sea. El del fin, o el de un nuevo principio. Es importante tener varios inicios, recomenzarse, cubrirse de capas arrugadas y cálidas, y a veces desprenderse de ellas a tiempo, desalojarse a uno mismo. Sufrirse. Envolverse en diásporas. Y de repente, el frío. El tiempo cae al abismo, hace aguas, y vuelve transformado en otro, sin lugar para la súplica o la comodidad. Lo sentimos nada más descender de la avioneta en un terreno situado cerca de Cabildo, llegando desde La Ligua, y pasando entre perales, esquivando los traqueteos de los telares que mantienen al valle. Nos enteramos también de que hemos sorteado un aparatoso accidente. Podríamos estar atascados en la carretera. Podríamos habernos visto involucrados. Pesar y agradecimiento mientras Salvador y yo nos despedimos de nuestros compañeros de viaje, que deben llegar hasta Santiago, y nos ponemos inmediatamente en camino. Ellos bordearán la cordillera, pero cerca de San Felipe y Los Andes hay un acceso más practicable para cruzar la cordillera y llegar al Paso de Los Libertadores. Por allí entraremos en Argentina. Mañana. Salvador ronca en una esquina de la caseta. Me pregunto hasta dónde me seguirá, hasta qué punto tendrá la necesidad de volver a casa, y las razones por las que se unió a mi camino, ahora entre la huida y la búsqueda, no sabría precisarlo. El pellizco en la manta. No le pregunto. El ronquido en el techo. La iglesia imaginada por Gustav Eiffel al fondo. Los Andes, en actitud hierática aun en la noche, y con razón. Durante el día, regresará el calor, pero ahora toca temblar. El pie del esguince se relaja. Me da un respiro para pensar y recordar. El camino ha sido duro, pues el suelo aquí es más duro que en otros lugares. El frío se impone de repente. Las montañas blancas y hambrientas por la ventana áspera. “Caminar”, me repito. Vistas las posibilidades, es la que más sentido tiene hoy. Recuerdo el paso de Putaendo - Alicahue, el frío de un lado a otro, el viento fuerte y el cuerpo perdiendo peso. El río estrecho y cristalino, los nervios de los árboles al aire, los labios resecos probando el agua. Saco los pies del agua, y los masajeo con lentitud. Las plantas de los pies tienen una geografía similar a la falda andina, contemplada durante la jornada. Toman la forma y textura del lugar por donde pisan. El cuerpo también cambia con el clima.

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