Ciencia – Fe (I)

Entre 1996 y 1997, la revista de teología Alétheia de la Alianza Evangélica Española publicó una serie de artículos con diferentes perspectivas sobre la Creación. Algunos de ellos fueron publicados el año pasado en Protestante Digital(1). En 1998 Alétheia (nº 13, págs. 13-32) publicó un nuevo artículo del físico evangélico Daniel Casado, comentando los artículos previos y aportando reflexiones propias. Ofrecemos,"/>

La creación: los orígenes

Ciencia – Fe (I)

Entre 1996 y 1997, la revista de teología Alétheia de la Alianza Evangélica Española publicó una serie de artículos con diferentes perspectivas sobre la Creación. Algunos de ellos fueron publicados el año pasado en Protestante Digital(1). En 1998 Alétheia (nº 13, págs. 13-32) publicó un nuevo artículo del físico evangélico Daniel Casado, comentando los artículos previos y aportando reflexiones propias. Ofrecemos,

05 DE SEPTIEMBRE DE 2009 · 22:00

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Felicito efusivamente al editor de ALÉTHEIA por la publicación del monográfico dedicado a un tema tan fundamental para la fe como polémico y discutido: “La Creación” y su ampliación con dos artículos más publicados en el número siguiente. No es frecuente abordar este tema desde una perspectiva tan plural, muy especialmente en el ámbito evangélico español, en el que dominan las publicaciones con un enfoque literalista. Aún a riesgo de introducir más confusión que luz, quisiera aportar algunos comentarios a los artículos publicados en ambos números de ALÉTHEIA y otras breves reflexiones personales. COMENTARIOS Los seis artículos publicados en los números 10 y 11 de ALÉTHEIA (a continuación nº 10 y nº 11, respectivamente) constituyen otros tantos enfoques del tema. En mi opinión, el más equilibrado y ajustado a la naturaleza del conocimiento científico y del mensaje revelado es el de David Andreu: “Génesis y la unidad del conocimiento”. El autor comienza estableciendo con claridad el tema que el editor plantea (“El editor nos interroga sobre los orígenes, desde la doble perspectiva de la teología bíblica y de la ciencia”) y dos premisas básicas para su estudio: la unidad del pensamiento (“cualquier intento serio y riguroso de abordar temas tan importantes para la existencia humana debe intentar ser integrador, no excluyente”) y, por ende, la complementariedad de las visiones del mundo que nos ofrecen la ciencia y la fe (“tan inadecuada resultará una exégesis que condicionada por hipótesis científicas más o menos en boga, vacíe de contenido los textos bíblicos relativos a los orígenes como otra cuya metodología implique la ignorancia sistemática de cualquier opinión científica sobre el origen del universo y la vida”). Seguidamente, nos ofrece un magistral resumen analítico de las cuatro posturas principales desde las que tradicionalmente se ha analizado el problema de los orígenes (reconstruccionismo, concordismo, literalismo y fideísmo). Tanto la descripción de las diferentes posturas como su análisis y crítica me parecen plenamente acertadas y proporcionan un marco extraordinariamente clarificador para el estudio de los restantes artículos. TEOLOGIA DE LA CREACION El aspecto esencial enfatizado por todos los autores, aún desde sus diferentes puntos de vista, es la confesión de fe que hacen en el Dios creador. En palabras de Gerald Bray, “la doctrina de la creación es una de las enseñanzas más características de la fe cristiana” (nº 11, pág. 17). De hecho, es la primera afirmación de la Palabra de Dios: En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gn 1:1), reiterada después a lo largo de toda la Escritura (Sal. 8:3; 102:25; Is. 40:26 y ss; Jn. 1:3; Ro. 1:20; Col. 1:16; He. 11:3). En consecuencia, así lo debemos creer y proclamar todos los que confesamos su Nombre (Ro. 1:16,17). Todos los autores enfatizan la historicidad del relato de la creación (Carlos Pujol, nº 10, págs. 5-16; David Andreu, nº 10, pág. 28; Enrique Meier, nº 10, págs. 34-39; Stuart Park, nº 10, págs. 47-55), si bien dicha historicidad no tiene el mismo significado para todos ellos. En todos los casos historicidad significa referencia a hechos acaecidos, reales; significa la aceptación “del texto bíblico como verdad revelada basada en la historia” (David Andreu, nº 10, pág. 28). Sin embargo, mientras para unos historicidad es sinónimo de literalidad (Carlos Pujol), para otros dicha historicidad no sirve a un propósito descriptivo, sino al “objetivo de exaltar y glorificar al creador en el lenguaje más profundo, sabio y bello que le es dado emplear” (David Andreu, nº 10, pág. 27). Lenguaje que es tributario tanto del propósito (teológico), como de la forma (utiliza palabras humanas) y del tiempo y el lugar en el que fueron escritas (Enrique Meier, nº 10, pág. 35). Stuart Park va aún más lejos. Abandonando plenamente los enfoques tradicionales sobre los orígenes y centrándose en un análisis lingüístico, afirma que la relación e influjo de los primeros capítulos de Génesis sobre la Escritura es tan intensa que “permea la Escritura entera”, y añade que “La presencia de Génesis en la literatura bíblica desborda el nivel de referencia explícita y se extiende por todo el campo canónico, moldeando sus contornos lingüísticos, encauzando el flujo de su discurso histórico, conformando su topografía simbólica, para desembocar finalmente en su destino último, la salvación” (nº 10, pág. 47). Para Stuart “la creación material se convierte así en tipo de otra creación, la del mundo espiritual del hombre, proporcionando el marco referencial de su calda y posterior redención” (nº 10, pág. 50). Así, el Dios que se revela al hombre, el Dios personal que establece un pacto con su pueblo, es ante todo EL DIOS CREADOR. “¿A qué me haréis semejante o me compararéis?”, pregunta Dios mismo por boca del profeta. Frente a los dioses inútiles, materiales, vacíos y ciegos, hechos por la mano del hombre, Él es el omnipotente, el creador, el sostenedor de todo cuanto existe (Is. 40:26 y ss). El mundo material se constituye, pues, en una clara evidencia de su revelación, de su fidelidad para con el hombre y del cuidado y provisión que él tiene de nosotros (Ro. 1:19,20).
 
En relación con la doctrina de la Creación Gerald Bray nos recuerda dos puntos esenciales de la misma. El primero, que la Naturaleza no es una emanación divina, no es parte de Dios, sino creación suya, algo externo a sí mismo. La frase: “Y dijo Dios: ¡Sea! ... y ¡fue!” lo expresa de forma magistral, así como todos los mandatos que abren los distintos días de la creación. También Enrique Meier señala brevemente la importancia de este punto. Para los israelitas, inmersos como estaban en “culturas politeístas, que adoraban lo creado en lugar del Creador (astros, estatuas, imágenes de los hombres y animales, etc.), el mensaje de la Biblia es claro: Todo lo visible es creación de Dios y sólo Él merece adoración” (nº 10, pág. 36). El segundo, que la etiología o causalidad (estudio de las causas, de los orígenes) y la teleología o finalismo (estudio de la finalidad, del fin) escapan al ámbito de la ciencia. En efecto, por una parte, la ciencia no puede justificar la causa última de las cosas o de las leyes naturales, el por qué son como son. Por otra, la ciencia, ante la belleza y armonía del mundo material no puede determinar si éstas son consecuencia del fin por el que existen o no y, en caso afirmativo, con qué finalidad existen(2). En el debate sobre los orígenes éste es un punto esencial porque esas son precisamente las preguntas que el texto bíblico sí responde: “Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn. 1:3); “Porque en él fueron creadas todas las cosas, ...; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16). Es necesario enfatizar la enorme importancia de la doctrina de la creación. Cosa bien distinta es ligar esta afirmación o confesión de fe exclusivamente a una determinada forma de interpretar los primeros capítulos del Génesis, como se hace, en general, desde la postura literalista: “el joven estudiante..., si acepta la tesis evolucionista, puede verse en falso ante la Palabra de Dios (a no ser que opte por una interpretación simbólica de las Escrituras)” (Carlos Pujol, nº 10, pág. 12) y, en menor medida, desde la concordista: “La concordancia entre los descubrimientos científicos y el relato bíblico tiene mucho valor como apologética. ... ¿Cómo podía Moisés, sin telescopios, ni satélites, ni ciclotrones, ni ordenadores, hace más de 3000 años, incorporar correctamente en su relato de la creación todos los descubrimientos fundamentales de la cosmología del siglo XX? Moisés explica que hablaba cara a cara con Dios. Es una declaración extraordinaria. Los escépticos dirían que las pretensiones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias, pero Moisés tiene esa evidencia. Nadie nunca... ha podido rebatir este argumento a favor de la inspiración de la Biblia por el Espíritu de Dios” (Edwin Kerr, nº 11, pág. 16). Nos ha parecido particularmente acertado y satisfactorio, dado el contexto evangélico español, que el planteamiento de estos números de ALÉTHEIA sea más abierto y no vincule la teología de la creación exclusivamente a estas interpretaciones. Ya el mismo editorial del nº 10 muestra en este sentido una claridad de ideas y un equilibrio poco frecuentes: “Observamos que la Creación es un asunto de fe. No es comprobable, ni rechazable empíricamente ... Ahora bien, al ser asunto de fe y no objeto de demostración científica, la Creación se presta fácilmente a manipulación interesada...” (nº 10, pág. 3). Los literalistas no son los defensores exclusivos del creacionismo. Para terminar este apartado, creo necesario comentar mi desacuerdo con dos afirmaciones. La primera, de Gerald Bray, dice que “el marco espacio-tiempo es una premisa que no pertenece a la esencia del orden creado”. Es decir, Gerald Bray cree que el marco espacio-tiempo no es definitivo o necesario para la doctrina de la creación, o lo que es lo mismo, “que el orden creado pudo existir inicialmente fuera del marco espacio-temporal” (nº 11, pág. 19). De ahí concluye que “el evolucionismo se hace imposible por la sencilla razón que el desarrollo que supone sólo puede intervenir en un marco espacio-temporal”. Sea cual fuere nuestra postura ante la teoría de la evolución, admitamos o no el transformismo de las especies, lo que no podemos afirmar, desde una suerte de nuevo platonismo, es que la creación tuvo lugar fuera del marco espacio-temporal, cuando el relato de Génesis se expresa en términos tales como: “En el principio...”, “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”, ... “y fue la tarde y la mañana un día”, ... “e hizo Dios la expansión, y separó las aguas...”, etc. No es éste el lugar ni el momento para ocuparnos de un tema tan complejo como el concepto de espacio y tiempo. No obstante, podemos afirmar que tanto desde una postura literalista (defendida por Gerald Bray) como desde la opuesta (evolucionismo-transformismo) la creación se sitúa en el tiempo y en el espacio(3). La segunda, la consideración del evolucionismo como la bestia negra de los dos últimos siglos. Carlos Pujol lo apunta en una cita recogida un poco más arriba (nº 10, pág. 12). Por su parte, Gerald Bray juzga al evolucionismo como una de las principales causas del abandono de la fe cristiana: “El estudio de la historia del pensamiento ha puesto de manifiesto, no sin razón, que el apogeo de las teorías evolucionistas en el siglo XIX es una de las causas principales del abandono general del cristianismo...” y principal baluarte de quienes se oponen al creacionismo: “se ha hecho patente, en los últimos años, que cualquier intento de combatir el evolucionismo choca contra la resistencia implacable de todos aquellos que temen que el retorno al creacionismo marque el inicio de un despertar religioso al que se oponen desesperadamente” (nº 11, pág. 17)(4). Al margen de la posible influencia que la teoría de la evolución haya podido tener en ciertos casos en cuanto al abandono de la fe, una afirmación tan rotunda como la anterior parece excesiva y va en contra de lo que la propia Palabra de Dios nos enseña: que el hombre, desde su origen, permanentemente se ha rebelado contra él (Gn. 3:17; 6:5; Ex. 32:9; Dt. 31:27; Os.11:1,2; Ro. 1:18 ss; etc). Es más, tal y como el mismo Señor nos ha enseñado, es lo que sale del corazón lo que contamina al hombre, porque del corazón salen los malos pensamientos... (Mt. 15:18-20). La teoría de la evolución ha sido instrumentalizada en numerosas ocasiones en defensa de diferentes filosofías materialistas. No obstante, equiparar una teoría científica a mitos antiguos (nº. 11, pág. 17), anatematizarla y hacerla responsable del abandono general del cristianismo es un grave error porque juzga equivocadamente el origen de la rebelión del hombre contra Dios y desenfoca nuestra respuesta como creyentes. Continuará…
1) - El Debate de los Orígenes (I) Génesis: un debate permanente – Stuart Park - El Debate de los Orígenes (II). El libro de los principios ante la fe – Carlos Pujol - El Debate de los Orígenes (III). El libro de los principios ante la ciencia – Carlos Pujol - El Debate de los Orígenes (IV). Aproximaciones tradicionales a Génesis – David Andreu - El Debate de los Orígenes (V). Alternativa a la aproximación tradicional a Génesis – David Andreu - El Debate de los Orígenes (VI) Génesis y revelación – Stuart Park 2) Para el mismo Monod, la ausencia de finalidad en la existencia humana (“El hombre sabe al fin que está solo en el Universo de donde ha emergido por azar”) así como la definición misma del conocimiento verdadero constituyen, en último término, un postulado o axioma de orden ético. J. Monod, El Azar y la Necesidad, Barral Editores, Barcelona, 1977, págs. 187 y 193. 3) “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y el resto del capitulo 1 (de Génesis) nos adentran inmediatamente en un mundo de espacio y tiempo. El espacio y el tiempo son como la urdimbre y la lana. Su entretejido es la historia. Así la primera afirmación de Génesis y la estructura de lo que sigue enfatizan que se trata de algo histórico, tanto como si hablásemos de nosotros en este momento particular del tiempo y en un lugar geográfico especifico”. F. A. Schaeffer, Génesis en el Tiempo y en el Espacio, Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1974, pág. 14. 4) Estas afirmaciones están en línea con lo manifestado por la Coordinadora Creacionista en su carta de presentación: “La aceptación del Evolucionismo ha llevado, pues, a la descristianización de la misma Iglesia, y está provocando en todas las partes del mundo, la “reinterpretación” de la Revelación por parte de la Cristiandad, “reinterpretación” ésta que constituye, en realidad, la negación de la Revelación como tal, como verdadera comunicación de Dios a los hombres”. Autor: Daniel Casado. Es Licenciado en Ciencias Físicas (Univ. Complutense de Madrid); Director y profesor en el colegio evangélico “El Porvenir” y parte del Comité Ejecutivo de GBU.

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