Vuelven los lagartos de `V´

La Angela Channing de Falcon Crest fue la madre que ningún hijo querría tener. La Mesalina de Yo Claudio, la esposa más poco recomendable. Y la Alexis Carrington de Dinastía (una sublime Joan Collins) se convirtió en el prototipo de la venganza, la ambición y los peinados de crepado imposible. Las malas más malas entre las malas siempre me han fascinado desde la bruja de Blancanieves hasta los seriales de poder y dinero, aunque el malo, el villano por excelencia, y nunca sup

06 DE JUNIO DE 2009 · 22:00

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Pero la mala que más conmocionó mi adolescencia de los primeros Spectrum y los últimos capítulos de Mazinger Z fue…Diana, una lagarta (en el sentido literal de la palabra) de los pies a la cabeza que se nos presentó con un peinado con más laca que Bonnie Tyler, un uniforme rojo con estética pseudonazi y una cintura imposible. Diana capitaneó una comitiva extraterrestre que llegó a la Tierra en una supuesta misión de paz, pero que pronto mostró una horripilante realidad: los marcianitos simpáticos y con aspecto humano eran, en realidad, lagartos gigantes que venían para llenar la despensa de carne humana. Así, como quien va al Caprabo. La serie, sí amigos, era V, una serie (también conocida como Los visitantes) que cuajó entre toda una generación, aunque en realidad tuvo una vida muy corta (un par de temporadas, con sólo cinco episodios de 90 minutos en la primera y 19, de 45 minutos, en la segunda), entre 1983 y 1985. Si he decidido conectarme a mi imaginario Canal Nostalgia particular es por el reciente anuncio de la cadena norteamericana ABC de lanzar un remake de la serie. No entraremos a cuestionar si hacen falta remakes o si es mejor elaborar nuevos productos, pero la verdad es que los tráilers lanzados prometen. Seguramente el impacto no será el mismo. Seguramente los efectos especiales serán algo (bueno, mucho) mejores que los algo ingenuos de la serie original. Pero el tráiler promete, repito, algo más que todo esto. En uno de ellos se puede observar como los alienígenas contactan con 29 ciudades de nuestro planeta para hacer llegar un mensaje apacible (a través de la imagen gigante de la cabeza de la líder de los marcianitos) en el que se pide poder acceder a un mineral de la Tierra (y que ellos necesitan) a cambio de tecnología muy avanzada. El rostro de la líder convence y su voz de terciopelo incluso arranca los aplausos de los incrédulos viandantes que, de repente, se encuentran con ese cabezón en medio de rascacielos u otros paisajes. El resto de la historia ya lo conocemos. En los años 80, V fue todo un impacto, por lo que a más de uno le puede resultar extraña la propuesta de la ABC. Ese V contaba
 
con un presupuesto algo limitado, aunque su recreación de los interiores de la nave nodriza eran más que dignos. Sí, las luchas se parecían a las de El equipo A y las reacciones de los soldados lagarto eran más lentas y predecibles que las de los indios en los primerizos westerns de John Wayne. Pero enganchaba. Entre los alicientes de la nueva V tenemos algunos de los nombres relacionados con el proyecto. Así, una de las protagonistas es Elizabeth Mitchell (la fascinante Juliet de LA SERIE, o sea, Lost). Otro gancho puede ser la presencia de Scott Peters como productor, ya que es el creador de Los 4400, una serie que aguantó cuatro temporadas (entre el 2004 y el 2007), aunque sufrió el habitual maltrato por parte de nuestras cadenas hispanas. La serie narraba la historia de 4.400 personas abducidas y desaparecidas durante años y que, de repente, aparecen todas juntas de nuevo en la Tierra. Si la nueva V se le parece en algo, ya valdrá la pena, aunque mi Canal Nostalgia me vuelve a teletransportar hacia esos deliciosos episodios antiguos: la historia nos presentaba a unos alienígenas con apariencia humana y que llegaban a nuestro planeta con una flota de decenas de platillos voladores, que se reparten entre distintas ciudades de todo el mundo. El supuesto carácter pacífico inicial se transforma en hostil cuando un periodista, Mike Donovan (el gran Marc Singer) descubre sus verdaderas intenciones, aunque en ese momento los lagartos ya han conseguido influencia en gobiernos y altas esferas varias. Algunos cambios son las primeras señales de alarma, ya que varios científicos empiezan a actuar de forma extraña, mientras los que deciden investigarlo van desapareciendo de forma misteriosa. Donovan es quien descubre la condición lagarta de los visitantes, además de su habitual menú, formado por roedores (la secuencia de Diana tragándose un ratón de tamaño considerable forma parte del imaginario colectivo), arañas, pájaros y…glups! humanos, a los que cuelgan en grandes naves congelador como si se tratara de jamones. Pero Donovan se encuentra luchando entre dos frentes: los mismos extraterrestres y la policía terrícola, que le persigue por subversivo contra los amables visitantes. Nace así una resistencia organizada, un grupo que intentará escabullirse en la nave nodriza y en el día a día de Diana y compañía para demostrar su verdadera naturaleza y acabar con la progresiva colonización. Donovan y los suyos descubren que los lagartos quieren robar toda el agua del planeta, esclavizar algunos humanos como soldados y…comerse a los demás. Para ir ganando adeptos, los visitantes practican un particular lavado de cerebro (lo llaman conversión, en un concepto muy alejado del que tiene en el caso de alguien que, libremente, acepta a Dios en su vida). Invasores, víctimas, lavado de cerebro, resistencia (que incluso sufre una disidencia interna), ejércitos organizados con un uniforme y un logo muy parecidos a los emblemas nazis, lucha de guerrillas, traiciones y políticos corruptos conforman una trama que, por más marciana que sea, no deja de reflejar la eterna historia de la lucha entre el bien y el mal, entre la guerra y la paz, entre los totalitarismos y la democracia, pero con invasores de ojos rasgados, pupilas verticales y piel verde y viscosa. De hecho, el creador de la serie, Kenneth Johnson, reconoció que se inspiró en diversas obras de ciencia ficción (entre ellos, cita a Arthur C.Clarke), aunque también en la realidad política del siglo XX, especialmente en el nazismo (su intención inicial incluso era crear una serie centrada en el mundo de la política, aunque la NBC prefirió transformarla en una propuesta de género fantástico en plena eclosión de Star wars). Hace unos años ya se rumoreó la posibilidad de una secuela de una serie que, de hecho, se quedó en el equivalente a tan sólo una temporada y media, pero la decisión final ha sido, directamente, atacar un remake. No deja de ser
curioso que los fans más acérrimos de la serie consideran que esta termina con la primera parte de la miniserie (tres episodios), mientras otros defienden que la temporada convencional (la de los 19 capítulos) es la verdadera. Sea como sea, V consiguió ser un artefacto cargado de mensaje, con una estética impactante (aunque hoy nos pueda parecer anticuada) y con una dinámica efectista, con toques de intriga, de acción, de comedia (hasta aparecía un lagarto vegetariano, un tall Willy interpretado por Robert Englund. O sea, por ¡Freddy Krugger!) y de tragedia. En definitiva, la eterna lucha del bien y el mal con el planeta Tierra como campo de batalla. Después de asistir a esa lección de ficción televisiva, en más de una ocasión estuve tentado de intentar arrancar la piel a algún vecino cascarrabias o a ese profesor silencioso y taciturno que nos oteaba desde detrás de unas minúsculas gafas y tomaba notas. Eso sí, la invasión alienígena, en parte, ha acabado triunfando en nuestra pequeña pantalla, una invasión sustentada en la gran nave nodriza de la telebasura. Y ahí, sí que encontramos verdaderas lagartas. Y sin la piel de color verde, oigan. Si en su pequeña pantalla deben escoger entre Diana y María Patiño, ¡no lo duden!

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