Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas
y él te llevará por el camino recto
Proverbios 3: 5 y 6

Pocas cosas me desconciertan más en esa vida que un semáforo en ámbar."/>

Semáforos en ámbar

Confía de todo corazón en el Señor
y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas
y él te llevará por el camino recto
Proverbios 3: 5 y 6

Pocas cosas me desconciertan más en esa vida que un semáforo en ámbar.

13 DE DICIEMBRE DE 2008 · 23:00

,
Ese color naranja parpadeante me crispa los nervios, me irrita de una manera inevitable. ¿Qué es lo que se supone que debo hacer? ¿Cruzo exponiéndome a que cambie a rojo o me quedo mirando como parpadea desde la acera? De niña me enseñaron que si el semáforo estaba en verde podía pasar, pero que, sin embargo, estaba en rojo no podía cruzar. Algo fácil y sencillo... ¿pero el ámbar? Creo que a nadie le gusta esperar. Esperar, esperar y esperar. Esperamos al autobús, a que suene el timbre, a que nos llamen por teléfono, a que nos hagan pasar a la consulta e incluso esperamos a esa amiga que parece no tener reloj y que sabemos que llegará tarde. Esperamos. Y en esto me planteo, ¿es lo mismo resignarse a esperar que ser paciente? Las definiciones que la Real Academia Española da sobre el verbo “esperar” divagan entre “tener esperanza de conseguir lo que se desea” y “creer que ha de suceder algo, especialmente si es favorable”... Y es curioso que así, a voz de pronto, recuerde la primera frase de ese Salmo de David: “Pacientemente esperé al Señor” Salmo 40:1a. Es curioso también que el mismísimo salmista diferenciase entre el hecho de esperar y el matiz de hacerlo pacientemente... ¡La paciencia! ¿Pero qué es la paciencia? Si volvemos a echar mano del diccionario veremos que la paciencia no es otra cosa que “la capacidad de soportar algo molesto y penoso sin alterarse”. Sin embargo, el diccionario se olvida de añadir que la paciencia es un fruto del Espíritu Santo. Y en esto pensaba. En que no es lo mismo esperar en la acera a que Dios ponga mis semáforos en verde, que esperar en la acera teniendo la capacidad de soportarlo todo, venga lo que venga, porque el Espíritu Santo está en mí. Aceptando que Dios ponga el semáforo en rojo, aceptando que cierre puertas. Aceptando que Dios ponga el semáforo en verde, aún cuando me dé pánico el cruzar. Aceptando que Dios ponga mi semáforo en ámbar y me diga: “Espera, no es el momento” Y es que “Del hombre son las disposiciones del corazón, mas del Señor es la respuesta de la lengua” (Proverbios 16:1). Pero ante todo comprendiendo que nuestro tiempo no es el tiempo de nuestro Dios (Eclesiastés 3:1-9) y es que a veces toca esperar pacientemente, con la plena confianza de que Dios responde: Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo Salmo 40:1-3 En Cristo, Alba Arroyo

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - X-tremo joven - Semáforos en ámbar