Tragedia de Barajas: consuelo profesional y abrazo amigo

En estos días de dolor por el accidente de Barajas a todos nos gustaría guardar un inmenso silencio solidario y respetuoso, y más cuando sabemos que nuestro hermano Rubén Santana está entre las víctimas; a uno casi le da pudor romper ese silencio y escribir unas líneas sobre este drama, pero todos nos preguntamos cómo podemos apoyar a las familias.

22 DE AGOSTO DE 2008 · 22:00

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Uno de los psicólogos que asistieron a los familiares de las víctimas dice que la forma de manifestar el dolor ha cambiado, que en las últimas décadas se aprecia una maduración de la actitud de las personas ante este tipo de traumas. Mi impresión es que no ha cambiado tanto la actitud; han cambiado más las manifestaciones externas, y éstas tienen más que ver con cambios culturales que modulan nuestra forma de expresarnos; de hecho, en las imágenes que hemos visto se percibe una diferencia en la respuesta de las personas entrevistadas en medios urbanos y rurales, quizás en estos últimos más emotiva y cargada de proximidad. Pero hay otro cambio notable: ¿qué creemos que es lo mejor que podemos hacer como sociedad para ayudar a curar estas heridas? Desde el 11-M, ante tragedias de este tipo nuestra sociedad está apelando cada vez más a los psicólogos, y de hecho las autoridades responsables envían al lugar del accidente primero equipos especializados en rescate y sanitarios e inmediatamente equipos de psicólogos. Creo que es muy bueno disponer de profesionales que acompañen a las familias, les apoyen en momentos como la identificación de cadáveres, les escuchen, les ayuden a entender lo que ha pasado, a elaborarlo, a integrarlo, a anticipar lo que vendrá después… pero aquí falta algo: parece como si todos los demás entregásemos a los equipos de psicólogos nuestra función de apoyo, como si delegásemos plenamente en ellos, como profesionales del manejo del dolor, cuando el consuelo es ante todo una responsabilidad humana más que profesional, de las personas de a pie, de los amigos, de quienes deciden dejarse contaminar por el dolor y compartirlo en las entrañas. Pero en esto seguimos también la tendencia de nuestra sociedad actual, que espera de la ciencia y de la cualificación técnica respuestas completas para todo, incluyendo nuestras preguntas y clamores más trascendentales. Agradecemos y valoramos profundamente la labor de los psicólogos en estas situaciones y por eso mismo debemos escucharles y asumir nuestra responsabilidad cuando nos dicen que en estas tragedias es fundamental el acompañamiento personal de los amigos, que nos mantengamos junto a los familiares aunque sólo sea para escucharles y para que se sientan queridos. Es muy bueno que trabajen los profesionales, pero no es bueno que pensemos que con enviar equipos de psicólogos hemos cumplido. No hay técnica que sustituya al abrazo, a la mirada de consuelo, a la compañía, al amigo que se ofrece para tener a los niños de los familiares en su casa o llevarlos a la escuela. El profesional no puede sustituir a las lágrimas del amigo, del vecino. Cuando murió Lázaro, los amigos de sus hermanas estaban allí acompañándoles y llorando con ellas aún después de cuatro días del fallecimiento. Este apoyo cura porque llega hasta el corazón; llegó hasta el mismo corazón de Jesús, quien se sintió profundamente tocado al verles y se conmovió hasta las entrañas. Jesús lloró.

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