En el horno calentado siete veces

Hace muchos años hubo una tremenda historia, tres robustos y estupendísimos jóvenes rehusaron tratar a su rey como a su Dios y terminaron paseándose por entre las llamas de un horno ardiente, calentado siete veces más de lo habitual. El fuego era tan intenso, que incluso mató a aquellos que lanzaron a estos tres jóvenes en el horno.

16 DE MAYO DE 2008 · 22:00

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Me encantan las palabras que estos muchachos le dijeron al rey: “He aquí nuestro Dios a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” En aquella ocasión, Dios honró a aquellos jóvenes y, cuando el rey les mandó salir del horno, no se lo podía creer... no olían a fuego, ni siquiera sus ropas... Nos encanta recordar estas historias y podemos ver como nuestra fe se fortalece mientras las volvemos a leer. Pero.... qué de aquellas veces que estamos “en el horno” y no podemos salir de el???... Estos días veíamos, con impotencia, los centenares de muertos en el terremoto de China, entre los que se encontraban los niños de una escuela, en un país donde se impone la política del hijo único. Recientemente escuchábamos la increíble y espeluznante historia de Elisabeth, la hija de “el monstruo de Amstetten”, a quien su padre tuvo secuestrada durante veinticuatro años, siendo objeto de abusos y violaciones, hasta dar a luz siete hijos habidos con su propio padre. Desde La Patagonia nos llegaban las imágenes de Es quel, donde un volcán, dormido por años y años, sigue soltando unas cantidades enormes de ceniza que se convierte en una especie de cemento al mezclarse con el agua, diezmando propiedades, animales, y llenando de sílice los pulmones de la gente. En esta misma ciudad, el Dr. Winter, el recordado como “ el apóstol de La Patagonia”, oró durante treinta años junto a su esposa, por las iglesias de este lugar, y ahora.... Jim Elliot y sus compañeros de misión, fueron asesinados por los aucas.... Dietrich Bonhoeffer fue asesinado por los nazis, por desafiarlos.... Puedo seguir... Nos encantan los finales tipo: “vivieron felices y comieron perdices”; pero, a veces, demasiadas veces, las cosas no terminan así. Alguien preguntó: “¿Donde está Dios cuando se sufre?” y yo me pregunto: donde está Dios cuando estamos “en el horno”???... Nos gusta muchísimo decir aquello de: “y de tu mano, oh rey, nos librará”; pero... somos capaces de repetir -con aquellos jóvenes-... “y si no, sepas, oh rey..... que no serviremos... ni adoraremos...”??? Hace años alguien escribió: “la esencia de la fe, es la disposición de servir a Dios sin garantías” Quieres saber el secreto de permanecer en pie, mientras estamos “en el horno”???... “El cuarto varón, paseándose con ellos semejante al hijo de los dioses”. Estas fueron las palabras de Nabucodonosor, nosotros podemos decir: la presencia y compañía del Señor Jesús mientras estamos dentro. Me encantan las palabras que, en otra historia muy diferente y distante en el tiempo, dice Jesús a sus discípulos, cuando van a cruzar el lago y va a sobrevenir una grande tormenta: “pasemos al otro lado”. No los deja solos a su suerte, él viaja en la barca con ellos en medio de la tormenta. Cuántas veces, yo misma, me he visto metida en el horno de fuego ardiente calentado siete veces!...... En ocasiones, he salido ilesa... En ocasiones, mis ropas salieron perfumadas con olor a fuego... En ocasiones, el Señor permitió que mi permanencia “en el horno”, durara bastante más de lo que yo hubiera deseado, y mis ropas salieron absolutamente chamuscadas. Pero, una y otra vez, no me ha dejado ni un solo instante y su presencia conmigo, ha hecho que pudiera tener paz en medio de la tormenta. Es por eso, que me uno al gusto por las palabras de una canción, de aquella mujer que se fue con el Señor a los cuarenta y cuatro años dejando ocho hijos sin madre...
Están mis tiempos en tu mano ¡Oh Dios mi padre celestial! Un padre tan amante y sabio, en ti yo puedo descansar. Están mis tiempos en tu mano si son de hartura o escasez; alegres, tristes, buenos, malos, lo que permites bueno me es. Están mis tiempos en tu mano de angustia y prueba pueden ser ¡Mi padre!, nunca me haces daño, harás que ayuden para bien. Están mis tiempos en tu mano y no me desampararás. De día en día, de año en año, salvaste, salvas, salvarás. Tu mano salva, guarda, guía, levanta al débil que cayó: sostiene el pie del que vacila, da la victoria en tentación. Enrique Turral.

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