El modelo de familia patriarcal ¿es cristiano?

¿Cómo debe entenderse hoy la familia cristiana? ¿de acuerdo al modelo patriarcalista tradicional que relegaba a la mujer? ¿tienen los cristianos que luchar por restaurar ese antiguo orden patriarcal? ¿es eso lo que afirma la Biblia? ¿qué significado posee en la Palabra la idea de que el varón es cabeza de la mujer? De la respuesta que se dé a estas cuestiones depende el futuro de las familias que conforman la Iglesia de Jesucristo, así como el testimonio público que éstas ofrezcan ante la socied

24 DE NOVIEMBRE DE 2007 · 23:00

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La cuestión es, por tanto, de vital importancia para la extensión del reino de Dios en la tierra a través de la vida de los cristianos. Cuando se piensa en la perspectiva bíblica del modelo patriarcal de familia aparecen en seguida numerosas preguntas.
  • ¿Pueden sinceramente las mujeres considerar que su misión principal en la vida es el mundo privado del hogar, cuando en él se las priva a diario de su autoestima e individualidad?
  • ¿No cuestionó Jesús ese mundo reducido al invitar a la mujer a su lado como discípula, sin obligarla a que compaginara mundos imposibles o reforzara el estereotipo de ama de casa?
  • ¿No es esto también lo que se da a entender, por ejemplo, en aquella escena famosa de Marta y María que describe el evangelista Lucas? Cuando Marta, atareada y preocupada por los quehaceres del hogar, le recriminó a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?”, el Maestro le respondió: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lc. 10:40-42).
  • ¿No puso Jesús en entredicho la injusticia de los roles femeninos en la familia patriarcal judía, al proponer una comunidad cristiana alternativa?
Si existe hoy una palabra que no está de moda, esa palabra es “sumisión”. A nadie le gusta someterse o doblegarse a la voluntad de otro. Este término ha sido sustituido poco a poco por sus opuestos: “insumiso” o “insubordinado” para indicar la negativa a colaborar con alguien. Algunos de los principales antiideales de la sociedad contemporánea son precisamente el autoritarismo, la imposición y la tiranía. Hoy se vive en la negación rotunda de toda ley, de cualquier autoridad así como de toda norma o doctrina que atente contra la felicidad y la libertad personal. Pues bien, frente a esta constatación de la realidad actual, ¿cómo es posible leer las palabras de Pablo dirigidas a los esposos?“Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Ef. 5: 21-23). El apóstol no está aquí dándole énfasis al dominio del marido sobre la esposa, sino a su amor por ella. Está definiendo la autoridad en términos de responsabilidad amorosa. A veces, la palabra “autoridad” sugiere poder, dominio y opresión. En la familia patriarcal el esposo se mostraba autoritario, dominante y era quien tomaba unilateralmente todas las decisiones, el que daba órdenes y esperaba obediencia. Mediante esta actitud suprimía a la esposa, la anulaba impidiendo su desarrollo como una persona adulta y completa. Pero este comportamiento masculino no era actuar como la “cabeza” que está describiendo el apóstol, cuyo modelo es Jesucristo. Era, más bien, casi como ¡tener la cabeza en los pies! ya que el marido que actúa así no entiende lo que es el matrimonio cristiano. El significado que Pablo otorga al término “cabeza” es el de “sacrificio”. Es decir, darse por la causa de la amada como cuando Cristo se dio por la Iglesia. La idea es preocuparse por ella, facilitar su autosatisfacción y no frustrarla en su desarrollo humano. La meta del amor de todo esposo cristiano debe ser parecerse al que llevó a Jesucristo a morir en la cruz, en un amor desinteresado por su esposa. Esta clase de amor singular del Hijo de Dios, que se sacrificó por los demás, es según Pablo el modelo para la vida del hogar cristiano. Además de este significado, Jesús es también la cabeza de la Iglesia porque es su origen. De igual manera, según la Escritura, el marido es cabeza de la mujer en el sentido de que Adán fue creado primero que Eva y ésta se formó a partir de él. Esto no significa que tuviera que convertirse en un dueño despótico de la esposa como ocurría en muchos matrimonios de la época de Pablo. No es esa la idea. Más bien, hay que combinar el significado de origen con el de sacrificio y sumisión mutua. La frase, “las casadas estén sujetas a sus propios maridos” está precedida por la que dice, “someteos unos a otros en el temor de Dios”. Por tanto, si el deber de la esposa es someterse a su esposo, también es deber del esposo, como miembro de la nueva sociedad de Dios, someterse a su esposa. ¡Esto es lo que está diciendo Pablo! La sumisión por amor es una obligación cristiana universal. Tanto en la familia como en la Iglesia, la sumisión debe ser mutua. Es lo que se desprende también de pasajes como 1ª Pedro 5:5, “...y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Quizás sea esta la causa de que existan hoy tantos matrimonios rotos ya que nadie está dispuesto a someterse. Ni la esposa al marido, ni éste a aquélla. Sin embargo, cuando ambos se someten voluntariamente el uno al otro, cuando descubren el valor de la humildad y se colocan al servicio del cónyuge, están mostrando mayor libertad y dignidad que las parejas que no soportan ayudarse entre sí o que no saben doblegarse delante del otro porque su orgullo se lo impide. Son maridos y esposas que no quieren ser compañeros más que de sí mismos. No obstante, los cónyuges cristianos que se someten mutuamente y aciertan a humillarse ante el otro cuando hace falta, están predicando el Evangelio sin abrir siquiera los labios porque la gente puede ver en ellos la calidad del amor que llevó a Jesucristo a la cruz del Calvario. La esencia del mensaje paulino es que “sumisión” equivale a “amor” y, por tanto, su enseñanza para la familia cristiana sería: “esposas sujetaos, maridos amad”. Lo interesante de este lema se descubre al intentar definir cada uno de tales verbos. ¿Qué significa sujetarse o someterse? Dejarse de lado uno mismo por alguien o subordinar el afecto propio al de otro. ¿Qué significa amar? Pues exactamente lo mismo, dejarse de lado uno mismo por alguien o subordinar el afecto propio al de otro. Por lo tanto, sumisión y amor son dos aspectos de una misma cosa, darse sin egoísmo. Tal es el fundamento de todo matrimonio cristiano y el secreto del modelo bíblico de familia para la aldea global.

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