El valor de la paciencia

Repasando el refranero popular nos encontramos con el aforismo que dice: “El que espera desespera” y parafraseando esta premisa, Tirso de Molina afirma: “El que un bien gozar espera, cuando espera desespera”. Podemos sugerir que la paciencia en la esperanza tiene un grado de especial interés e refleja la importancia de un valor que es antagónico a la propia vida real y actual.

10 DE MARZO DE 2007 · 23:00

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Diariamente viajamos de una ciudad a otra cuanto más rápido mejor. Cuando llegamos a nuestro destino, corremos de un sitio a otro para no perder ni un segundo de nuestro tiempo. Si estamos parados en un semáforo y alguien no arranca, tocamos la bocina con un grado de desesperación –en algunos casos- exponencial. Comidas rápidas, reuniones rápidas, correo electrónico rápido, adelgazar rápido, aprender rápido ..., y a la paciencia no le damos el valor que realmente tiene, hasta nos mofamos del que... todavía sigue esperando. En las conversaciones con las personas escasea la paciencia y un debate cordial puede finalizar, en algunas ocasiones, e una contienda imprevista, porque por otra parte, la paciencia también es soportar. Si no soportamos nada de nada y pensamos resolver todo en un mismo instante, nos posicionaremos en contra del proceso natural del tempo, pensando que la “teoría del microondas” es óptima. En este mismo sentido recordamos que W. Shakespeare escribía en el II acto de Otello “How poor they are that have no patience! What wound did ever heal but by degrees?”. Hechas estas consideraciones hay que pensar que los niños y las niñas no nacen con este valor tan necesario. No son portadores de él, y eso es fácil descubrirlo, pero este valor tenemos que trasmitirlo de la mejor manera. Aprender a esperar es soportar cuando quieren alguna cosa le decimos NO, es una buena forma de comenzar, siempre desde el equilibrio. No siempre es NO, ni siempre es Sí. Cuando llegado el día tengamos alumnos en las clases con la LOE (Ley Orgánica de Educación), también nosotros, padres y docentes, tendremos que ejercitar la paciencia con todos aquellos que llaman a la rebeldía y al absentismo en las aulas de la materia de Educación para la Cidadanía e los Derechos Humanos, promoviendo así la intoxicación ideológica da intolerancia como contravalor. Los alumnos tendrán que elegir entre la fortaleza que imprime la paciencia, y la insumisión, que implicará tener una materia menos en qué pensar. Francamente, si fuese alumno y pudiese elegir entre hacer una huelga o estudiar una disciplina nueva, no tendría que pensarlo mucho (por cierto, no deja de ser curioso que los que abanderaban el esfuerzo ahora predica la relajación y la desobediencia).
  • La debilidad se muestra con aquellos que no tienen paciencia. Frecuentemente se irritan.
  • El orgullo no sufre ni espera, por eso no hay paciencia en los orgullosos.
  • Los pusilánimes no son pacientes, claudican antes de tiempo.
Si queremos una sociedad más justa y la queremos ahora mismo, sin soportar nada y sin esperar el tiempo necesario para su transformación, lograremos volver atrás y transmitir la idea que ahora todo va mal y antes todo iba bien, olvidando lo que dice Eclesiastés 7:10.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinión - El valor de la paciencia