“¡¡El silencio…
no hables cuando escuches, el silencio!!
¡¡Silencio… no digas cuando oigas… silencio!!”


Estamos desgranando un acróstico con la palabra “TOPE” Esta es la palabra porque el objetivo es poner “Tope, límite y final…” a un virus que infecta matrimonios y a una enfermedad que los aniquila."/>

El ministerio de la atención

“¡¡El silencio…
no hables cuando escuches, el silencio!!
¡¡Silencio… no digas cuando oigas… silencio!!”


Estamos desgranando un acróstico con la palabra “TOPE” Esta es la palabra porque el objetivo es poner “Tope, límite y final…” a un virus que infecta matrimonios y a una enfermedad que los aniquila.

07 DE OCTUBRE DE 2006 · 22:00

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  • Tolerar
  • Oir
  • Perdonar
  • Expresar
La semana pasada hablamos acerca de la primera letra, la “T” de “Tolerancia”. La letra que nos ocupará hoy será la “O” de “Oír” “OÍR” DEBE ELEVARSE AL GRADO DE “ESCUCHAR” Saber escuchar" no es lo mismo que escuchar. Es un arte que no lo alcanza cualquiera ni se logra sin esfuerzo. Saber escuchar es escuchar empapados de silencio y de sosiego interno. Oír y escuchar son dos actitudes totalmente distintas. Oír no es prestar atención profunda a la comunicación, sino simplemente captar una sucesión de sonidos, de meras palabras. Saber escuchar es estar “aterrizado” y disponible en el momento de la audición, estar dispuesto a que la persona comunicante se sienta acogida y respetada. Eso implicará apagar otros sonidos. La televisión, la radio, el equipo de música, etc. pueden ser elementos útiles en determinado momento, pero también pueden ser ruidos fastidiosos que se entrometen en la intimidad de la familia. Es posible oírnos en medio del bullicio, pero en tal circunstancia es imposible escucharnos. “Apaga el tumulto del mundo, cariño, que quiero escucharte” Dijo el poeta, y al hacerlo nos dio la clave de una comunicación efectiva. CUANDO LOS OJOS ESCUCHAN. El contacto visual eleva el grado de comunicación. Cuando nuestra pareja nos habla y mantenemos nuestra mirada en la suya estamos lanzándola un mensaje de atención que la transmite nuestro interés y respeto. Lo mismo ocurre en el caso de la conversación entre padres e hijos. La mirada comunica atención y eso anima al interlocutor a seguir expresándose. ESCUCHAR LO QUE NO ME PARECE IMPORTANTE. “¿Qué me importa a mí que aquel coche tenga 130 caballos? – Reflexiona ella - Como si tiene diez burros. Pero si él me habla de ese coche es porque para él es importante. Lo mejor es escucharle, aunque sea fingiendo interés.” “¿Qué interés tiene para mi que este año se lleve el color naranja y que ella haya visto una falda que la encanta? – Piensa ahora él - Pero si ella me habla de ese tema, es porque la resulta importante. La escucharé con atención.” “Que tontería lo que están diciendo mis hijos. – Piensan los padres - Es una simpleza el tema por el que están preocupados. Sin embargo me da la impresión de que para ellos supone un problema. Les escucharé atentamente. Ya habrá tiempo de picar cebolla para la tortilla.” Estas reflexiones que hacen los diferentes miembros de la familia, pueden parecer simples; pero atender a estas simplezas logra evitar situaciones complejas. Las cosas más sencillas marcan la diferencia y son, en ocasiones, la clave del éxito. Escucha aún aquello que para ti no es importante, porque si es importante para tu pareja ó para tus hijos, tiene una relevancia increíble para la familia. EJERCICIO Sugiero el siguiente ejercicio para mejorar en nuestra comunicación. La próxima vez que estés con un grupo de personas préstale atención al número de veces que alguien interrumpe al otro a mitad de una frase para expresar sus propias ideas. ¿Que porcentaje del tiempo se produce verdadero diálogo y en que porcentaje lo que se produce son conversaciones paralelas, cada uno contando su propia idea? ¿Cuánta gente esta prestándole atención a la conversación para entender al otro y cuantos están allí para expresar sus propias ideas? Fíjate también en tu propia manera de escuchar. Cuando alguien te cuenta algo ¿empiezas a pensar enseguida en lo que tú vas a decir o mantienes toda tu atención en lo que te cuenta el otro? ¿Qué porcentaje de tu atención está en el otro y que porcentaje está en ti mismo? Cuando tienes algo que decir ¿sigues prestándole atención a las palabras del otro o te distraes y estás esperando impaciente para meter baza, deseando que el otro acabe? (continuará)

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