Kayucos

Hasta hace bien poco la inmigración llegaba a bordo de pateras, ahora nos vienen en Kayucos. Supongo que ambas embarcaciones tienen sus diferencias. Alguna será más grande que la otra. Una estará hecha a partir del tronco de un árbol, la otra no. El lugar de procedencia es diferente.

09 DE SEPTIEMBRE DE 2006 · 22:00

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La verdad es que me he perdido varios telediarios y de pronto se ha dejado de hablar de pateras, para pasar a hablarnos de Kayucos. Pero es que las cosas deben estar en continua renovación. Para no perder el hilo ¿Quién se acuerda de aquellos que el otoño pasado trataban de alcanzar el territorio nacional intentando saltar una valla con alambre de espino? Será que no nos acordamos porque el asunto está arreglado, se ha puesto más alambre, y ya está, todo lo que no llegue a nuestra tierra no es un problema. Pero los Kayucos llegan, como una pequeña invasión que va llenando nuestras playas, que interrumpen nuestro baño y por un momento nos permiten ser generosos, menos mal que aún lo somos, que nos hacen no sólo ver, sino palpar la pobreza, la desesperación, motor de tanto viajero. Eso sí tendremos distintos nombres para el tipo de barcas, pero los hombres y mujeres que llegan en esos detestables transportes siguen sin tener nombre propio, tienen, eso sí, muchos genéricos: Inmigrantes, ilegales, subsaharianos. Ese rostro que nos mira a través de la pantalla de televisión, temblando de frío y de incomprensión, sólo es uno de los cuarenta o sesenta rostros que formaban parte de la tripulación de aquél Kayuco. Más que sin papeles son seres humanos sin nombre, sin procedencia concreta. Ayer llegó otro Kayuco, hoy llegarán más, mañana seguirán llegando. Pero me fijé en el de ayer, totalmente abarrotado, sin posibilidad para viajar sentados. Se acercaba a la orilla, remolcado por otra embarcación y vi en medio de aquella tragedia cómo la embarcación, el Kayuco, estaba pintado con colores alegres, con formas expresivas. Alguien, conociendo, sin duda, de antemano el destino de aquella embarcación, no sólo la había construido, sino que se había tomado su tiempo para embellecerla. Es difícil mirar y descubrir algo hermoso entre el dolor. Miramos con incredulidad e impotencia los rostros de esos hombres, mujeres y niños que anhelan desde su barca un horizonte incierto, que muchas veces no llega. Es difícil fijarse en lo que traen, pensamos que sólo es desesperación, que sólo es miseria. Pero seguro que la ilusión también forma parte de su equipaje y ese Kayuco de colores vistosos me hace pensar que conocemos lo peor pero que por desgracia nos vamos a perder lo mejor de todos ellos, su belleza, su esperanza, sus colores.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Colores - Kayucos