A la Comunidad de Estudiantes Cristianos, semillero de esperanzas A los estudiantes de sociología de la religión, como primera regla que guíe sus futuras investigaciones, sus profesores y libros introductorios al tema les advierten sobre distinguir entre la religión como creencia y la religión como conducta. Es decir, una cosa es la que dicen creer las personas, pero no necesariamente hay congruencia entre el credo y las acciones cotidianas de los cr"/>

Creencias y conducta

A la Comunidad de Estudiantes Cristianos, semillero de esperanzas
A los estudiantes de sociología de la religión, como primera regla que guíe sus futuras investigaciones, sus profesores y libros introductorios al tema les advierten sobre distinguir entre la religión como creencia y la religión como conducta. Es decir, una cosa es la que dicen creer las personas, pero no necesariamente hay congruencia entre el credo y las acciones cotidianas de los cr

08 DE ABRIL DE 2006 · 22:00

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La Biblia hace la misma diferencia aludida. En el Antiguo Testamento existe un gran número de pasajes en los que Dios directamente, o a través de los profetas, les reclama a distintos líderes y/o al pueblo que solamente cuidan el ritual pero que desdeñan la ética que le corresponde observar a quienes conforman la nación elegida por el Señor para ser una sociedad que contraste con los pueblos que la rodean. Una muestra es el capítulo 58 de Isaías, vehemente llamado a vivir la impartición de justicia y a no agotar la relación con Dios en acciones cúlticas vanas. La brevedad de Amós y de Habacuc es contundente en su llamado a poner en práctica los principios que erradicaran la injusticia que regía en Israel. Estos son unos cuantos ejemplos de una línea constante en la Tanak, debe haber congruencia entre fe y conducta. Los debates de Jesús con los maestros de la Ley casi siempre giraron en torno al exacerbado legalismo de éstos, su preocupación por normar minuciosamente lo que ellos entendían como enseñanzas de las Escrituras. Se obsesionaban por la letra y marginaban el espíritu de la Revelación. Por lo mismo la actitud de Jesús ante ellos fue de hacerles ver que su sacramentalismo menguaba la vida de la Palabra. Una síntesis de la contradicción señalada por Jesús a escribas y fariseos la encontramos en Mateo 15:8-9 (por cierto la cita original es de Isaías 29:13): “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas” (NVI). Lo dicho por Jesús fue tan radical que sus discípulos le reportaron que los fariseos se “ofendieron” (Reina-Valera, 1960) o se “escandalizaron” (NVI). Fue así porque el control religioso construido cuidadosamente por el clericalismo fariseo de pronto fue confrontado por las sencillas palabras de Jesús. De la misma forma el Verbo que se hizo carne terminó con las polémicas ancestrales entre judíos y samaritanos, acerca de cuál era el mejor lugar para adorar a Dios, si en el templo de Jerusalén o en un monte de Samaria, y en conversación con una samaritana (¡mujer! para escándalo del autoritario machismo rabínico) prescribió que lo importante era que la adoración fuera en “espíritu y en verdad” (Juan 4:22-23). En esta perspectiva no hay cabida para los “lugares santos”, sean estos templos antiguos o contemporáneos. Por medio de la narrativa del libro de los Hechos se nos describe la conducta de los primeros cristianos, cómo enfrentaron los valores de las sociedades de su época: Las narraciones son ricas para la extracción de principios que deben hacerse vigentes en las iglesias cristianas de hoy. Las cartas neotestamentarias son llamados a los creyentes para que guarden la fe (a lo largo de esos escritos hay resúmenes de credos) y vivan en concordancia con esas enseñanzas. No eran instrucciones para la vida ultramundana, sino preceptos para desarrollar micro y macro conductualmente. Las creencias correctas naturalmente deben evidenciarse en conductas correctas. Por esto Pablo escribe en Romanos 12:2: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambien su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Dios Habla Hoy). La calidad de la fe cristiana en una persona o comunidad de creyentes se palpa tanto en su entendimiento de la Biblia como en su puesta en práctica. Uno de los aportes de las ciencias sociales al estudio de las Escrituras es mostrarnos que el contexto histórico, económico, social y cultural debe ser tenido en cuenta para comprender mejor los pasajes que leemos. Pioneros en este campo como Wayne A. Meeks (con libros como Los primeros cristianos urbanos: el mundo social del apóstol Pablo y El mundo moral de los primeros cristianos); o Gerd Theissen (Sociología del movimiento de Jesús y Estudios de sociología del cristianismo primitivo); y Bruce J. Malina (El mundo del Nuevo Testamento: perspectivas desde la antropología cultural); nos posibilitan adentrarnos en las circunstancias que modelaron la realidad social del primer siglo y la respuesta en ideas y acciones que le antepusieron los cristianos. En castellano existen desde hace algunos años obras sociológicas sobre el trasfondo cultural (entendido como síntesis de la actividad humana en todas las áreas) del Nuevo Testamento. Destaca en este tema la colección Ágora, de la Editorial Verbo Divino. Por su parte Ediciones Sígueme, en la Biblioteca de Estudios Bíblicos, ha editado varios volúmenes sobre el tópico, como Honor y vergüenza, lectura cultural del Evangelio de Mateo. En otros idiomas, por ejemplo el inglés, la bibliografía del asunto es abrumadora. Uno de los autores más prolíficos, en esa lengua, es Ben Witherington III, cuyo The Acts of the Apostles. A Socio-Rethorical Commentary ha sido, para mí, una herramienta enriquecedora para estudiar una sección del Nuevo Testamento que me apasiona. Recientes acercamientos sociológicos y antropológicos se han ocupado de investigar la conducta social de los cristianos evangélicos latinoamericanos. De los muchos estudios que podría citar menciono el de Elizabeth E. Brusco, The Reformation of Machismo: Evangelical Conversion and Gender in Columbia, en el que los resultados son alentadores para los evangélicos, ya que comparativamente con el resto de la población colombiana entre ellos se valora más a la mujer y los hogares son más integrados. En la misma línea se ubica La otra frontera: Identidades múltiples en el Chiapas poscolonial, de la antropóloga mexicana Rosalva Aída Hernández Castillo, donde demuestra que a diferencia del racismo con el que los criollos y mestizos trataban a los indígenas en los años 20´s y 30´s del siglo pasado, la Iglesia presbiteriana en la zona mam (etnia que hasta hoy vive principalmente en ambos lados de la línea fronteriza entre México y Guatemala) fue un oasis donde los indio(a)s fueron bien recibidos y por ellos el presbiterianismo creció en esa población. Pero como las investigaciones de ciencias sociales reflejan lo que se encontró en el grupo estudiado, también hay resultados que no son halagüeños para los círculos protestantes. Es el caso de la pesquisa de Carlos Garma Navarro, quien se ocupó de documentar lo que llama la “apostasía” entre evangélicos mexicanos de segunda o tercera generación, y particularmente de los hijos o nietos de pastores. Se trata de quienes nacen en una familia de confesión protestante pero deciden alejarse de la fe de sus progenitores, y los casos son más frecuentes de lo que a primera vista, o el sentido común, nos parece. Para el caso de Estados Unidos, Ronald Sider publicó el año pasado un estudio devastador, The Scandal of the Evangelical Conscience: Why Are Christians Living Just Like the Rest of the World, en el que los datos duros muestran que no existe mucha diferencia en los estilos vida de evangélicos y sus vecinos que no lo son. La mundanalidad se ha filtrado casi por igual, y en algunos casos, como en la región estadounidense conocida como el Bible Belt, los niveles de violencia doméstica contra las mujeres y relaciones sexuales prematrimoniales son más altos que en otras zonas de ese país. ¿Las iglesias cristianas son comunidades que contrastan con el mundo que las rodea? ¿Son alternativas a la desintegración y cosificación que de las personas hace la sociedad contemporánea? ¿Tienen autoridad moral para demandar justicia fuera porque la viven dentro? ¿Una es la enseñanza que se predica y muy otra la práctica cotidiana? Creencia y vivencia, claridad en la fe y constancia en el seguimiento ético de Jesús, porque “Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien” (Tito 2:14, NVI).

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