Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen de seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueren sectarios de alguna.[1] B.J. Como oaxaqueño y protestante, debo decir que Juárez representa una figura histórica fundamental más allá de cualquier discusión porque, independientemente del mito que el liberalismo forjó c"/>

México: Juárez y el liberalismo

Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen de seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueren sectarios de alguna.[1] B.J.
Como oaxaqueño y protestante, debo decir que Juárez representa una figura histórica fundamental más allá de cualquier discusión porque, independientemente del mito que el liberalismo forjó c

25 DE MARZO DE 2006 · 23:00

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1. JUÁREZ, FIGURA ENTRAÑABLE PARA EL PROTESTANTISMO MEXICANO Gobiernos municipales han quitado el nombre de Juárez a algunas calles. Paradójicamente, ha correspondido a este gobierno la celebración de los 200 años del nacimiento del prócer. La derecha foxista, con una delicadeza rayana en el paroxismo se ha esforzado por palidecer lo más posible la celebración, acaso como un desquite inconsciente para contrarrestar la existencia del santoral laico y patriótico impuesto por el liberalismo. Esta práctica, que arraigó tan profundamente en el espíritu del protestantismo mexicano pues sintonizó con algunos de sus mas caros ideales, como la descatolización del país, se ubicaba en una sintonía, aparentemente esencial entre la fe evangélica y el régimen político. El uso de que ha sido objeto Juárez como bandera política de algunos candidatos presidenciales evidencia la fuerza real y simbólica que aún tiene este icono en el imaginario de los mexicanos.(2) En este sentido, acaso el gesto más genuino ha sido el de Andrés Manuel López Obrador —quien ha llevado su identificación personal con Juárez a niveles casi psicoanalíticos— al reiniciar su campaña con un homenaje al prócer oaxaqueño aderezado espléndidamente por un discurso de Carlos Monsiváis, el cual se convirtió instantáneamente en referencia obligada para el debate histórico e ideológico. Sus palabras iniciales son particularmente pertinentes: Juárez, el paisano de paisanos, ha sido demasiadas veces el pretexto del turismo político-electoral. De todos nosotros, y muy especialmente de ustedes, depende que se interrumpa para siempre la celebración del ritual con sus características fatales: rutina, indiferencia, derroche provisional, demagogia. A casi dos siglos de su nacimiento, Juárez, los habitantes de Guelatao y el país entero merecen el homenaje más preciso: el análisis de su herencia y de su significado histórico.(3) El historiador Jean-Pierre Bastian documentó ampliamente las relaciones entre protestantismo y liberalismo en América Latina, y se encargó, también, de contribuir a desmitificar la figura de los liberales al afirmar que, a pesar de la alianza estratégica de ambas corrientes, prácticamente ninguno de ellos se volvió protestante.(4) Antes que él, don Gonzalo Báez-Camargo llamó la atención hacia la figura del doctor José María Luis Mora, padre del liberalismo mexicano, en su papel de promotor de la causa bíblica.(5) Esta protestantización subjetiva de la generación liberal que aprobó las Leyes de Reforma se correspondió durante mucho tiempo con una especie de juarización del protestantismo, muestra de lo cual sigue siendo la celebración anual del natalicio, que deviene siempre en acto reivindicativo (mucho antes del surgimiento de la reivindicación de los derechos humanos) y propagandístico en el Hemiciclo, monumento que se encuentra en el Centro Histórico de la capital. Los logros del liberalismo no pueden ser pasados por alto tan fácilmente, pues si se compara lo sucedido en otros países latinoamericanos, el saldo es sumamente favorable. Un ejemplo notable es el matrimonio civil, hacia lo cual Antonio Gershenson llamó la atención recientemente: La Reforma tiene un reconocimiento internacional, que no siempre conocemos. Por ejemplo, en la Enciclopedia Británica aparece el término "Reforma, La", así, en español. Y no se refieren a ninguna de las supuestas reformas con que los tecnócratas quieren bautizar a sus fracasadas contrarreformas. La definición resumida en el primer párrafo es (traducimos del inglés): Revolución liberal, social y política en México entre 1854 y 1876, bajo la dirección principal de Benito Juárez. Entre las múltiples y fundamentales medidas de las Leyes de Reforma (1859) se menciona en el mismo artículo "la institución del matrimonio civil". Antes sólo las autoridades religiosas podían consumar los matrimonios. Y, como veremos, se trata de una medida de vanguardia, que luego fue seguida en varios otros países. Los liberales mexicanos se inspiraron, entre otras fuentes, en la Revolución Francesa. Pero este importante movimiento no llegó a cambiar sustancialmente la vida cotidiana de la gente en aspectos como el que mencionamos. [...] En América Latina, los liberales encabezados por Guzmán Blanco entraron triunfantes a Caracas en 1870. Promulgaron la Constitución venezolana de 1872 que, entre otras reformas, proclamaba el matrimonio civil. Unos 13 años después que en México. No vamos a recorrer cada país del mundo. Pero en Grecia el matrimonio civil se instituyó hasta la década de 1980. Y en Colombia, donde antes había un concordato con el Vaticano, esta conquista fue establecida hasta la Constitución de 1991. En países en los que predominan religiones no cristianas hay también casos importantes que no tienen matrimonio civil, como Israel y muchos países de mayoría musulmana. De entre éstos, son excepción países que formaron parte de la URSS. En general, la Revolución Rusa estableció el matrimonio civil en los países que abarcó, el cual sigue vigente. Como vemos, ese matrimonio civil que consideramos como cuestión natural, que nos cae como la fruta de un árbol, es una conquista preciosa. Como la tenemos desde hace casi un siglo y medio, creemos que todos la tienen, y no la apreciamos en todo su valor. Algo similar sucede con otras conquistas de La Reforma. Quise referirme a este caso porque creo que es poco conocido. Y porque México abrió el camino para que otros países la tengan ya.(6) Desafortunadamente, el maridaje histórico entre protestantismo y liberalismo comenzó a resquebrajarse algunos lustros antes de la imposición de las políticas neoliberales en América Latina, pues se comenzó a intuir que la alianza ideológica entre protestantes, liberales y masones constituyó una estrategia eminentemente política llevada cabo únicamente para restar poder e influencia al catolicismo. Prueba de ello fue el intento por organizar una Iglesia Católica mexicana, sin ligas con Roma, que finalmente surgió como el grupo de los Padres Constitucionalistas, pero que terminó integrándose a la Iglesia Episcopal estadounidense, y ser así la primera iglesia protestante en el país. Algunos pensadores y teólogos han criticado esta alianza y han observado varias limitaciones liberales que el protestantismo arrastró por sus afinidades ideológicas: la imposición de un régimen calcado de Estados Unidos sin reconocer la idiosincrasia y las características propias del país, su desprecio por la población indígena, su promoción de cacicazgos, etcétera, aunque, por otra parte, no dejaban de reconocer que sin el apoyo liberal, el protestantismo difícilmente hubiera podido arraigar y entrar en un proceso de diálogo con la cultura.(7) Un signo aparentemente claro de esta ruptura se ha dado en el caso de Encuentro Social agrupación política de inspiración evangélica, pues ha llevado a cabo un convenio, para algunos contra natura, con el candidato oficialista Felipe Calderón, quien no ha dudado en reivindicar también un juarismo de última hora.(8) Las palabras de Hugo Eric Flores, líder de dicha agrupación no pueden sonar más contradictorias: —¿Dónde está la línea que separa su creencia y la política? La separación Estado-Iglesia ha tenido una línea muy delgada. Somos absolutamente juaristas, creemos que el gobierno debe dedicarse a cuestiones públicas y la Iglesia a lo espiritual. Le insisto en que no participamos en política como institución religiosa. —¿Por qué fue ofensivo para ustedes que Fox besara el anillo papal? —El señor tiene todo el derecho de asistir a la iglesia en su papel de Vicente Fox, pero como Presidente de la República tiene limitaciones. No nos gustan esos actos de referirse a sus hijos cuando rinde protesta, en lugar de hablar al Congreso recién constituido, que es una institución de contrapeso al poder público. No estamos de acuerdo en que en su primer acto sus hijos le den un crucifijo, porque habemos muchas personas que no creemos en imágenes religiosas. Lo respetamos, pero se lo hubieran dado en su casa, si lo que querían era bendecirlo. Yo qué más quisiera que Vicente Fox fuera un buen católico, pero un presidente que consulta brujos y va a que le hagan limpias no tiene creencias firmes. —Entonces, ¿por qué se alían con Calderón, que es católico? —Coincidimos con él en construir un Estado que respete todas las religiones y, por ejemplo, en aspectos como la píldora del día siguiente estamos de acuerdo con su postura: es un fármaco no bien estudiado. Nadie sabe si es o no abortivo y no es una posición fundamentalista, sino de reconocer nuestro derecho a vivir.(9) De modo que el protestantismo mexicano actual, con todo y sus ímpetus proselitistas que no pierde tan fácilmente está en vías de desliberalizarse y desjuarizarse, como un ejemplo de desconexión histórica. 2. JUÁREZ, EL REPUBLICANO, DE JOSEFINA ZORAIDA VÁZQUEZ La Secretaría de Educación Pública anunció que el ciclo escolar 2005-2006 llevaría el nombre del Benemérito de las Américas. Como parte de las celebraciones del bicentenario, puso a circular en las escuelas de educación básica el libro Juárez, el republicano. La autora es Josefina Zoraida Vázquez, profesora de El Colegio de México (directora de la tesis doctoral de Jean-Pierre Bastian), quien hace algunos años publicó Una historia de México dentro de la Biblioteca para la Actualización del Maestro. En este nuevo libro Vázquez recorre la vida de Juárez paralelamente con la historia de México y recuerda cómo nació en las postrimerías del virreinato por lo que podría decirse que su vida se desarrolla paralelamente a la del país, de tal suerte que, cuando decide abandonar el seminario e ingresar al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, ese solo hecho marca un parteaguas ideológico fundamental para la comprensión de todo lo que hará después. Y es que la autora intenta, y lo consigue en gran medida, a la par que situar minuciosamente la vida del prócer en su marco histórico, superar la imagen clásica del indio impasible, petrificado en su papel de estadista condenado a la estatua. Su esfuerzo, como el de Fernando Benítez, consiste en demostrar cómo Juárez abandona poco a poco los cánones mentales de sus ancestros para asumir, en algo así como una auténtica conversión, la ideología liberal como parte de un proceso educativo que le granjeó el acceso a una dignidad que difícilmente habría alcanzado de otra manera. Bastian, discípulo de Vázquez como ya se dijo, ha insistido muchas veces en la aparente irrepetibilidad de que otro indígena alcanzase el gobierno en América Latina, algo que sólo en estos meses fue posible en la persona de Evo Morales en Bolivia. Al “sacar del museo” a Juárez, Vázquez devuelve la figura de un hombre contradictorio, acechado por la tentación del poder, pero apegado casi obsesivamente a la creencia de que la aplicación del derecho es la única vía no sólo para gobernar bien un país sino para orientar las inclinaciones sociales, controladas en su época por el gran enemigo que el denominaba eufemísticamente la reacción, es decir, el dominio eclesiástico ultramontano que tanto se le opuso. Este nuevo acercamiento a la biografía de Juárez no lo baja completamente del monumento en que se encuentra pero sí lo pone a dialogar con la historia de un país que creció junto con él y resistió una invasión que estuvo muy cerca de dar al traste con los ideales que le dieron origen. Celebrar o revisitar a Juárez, y muy particularmente desde el protestantismo, debe ser un ejercicio de memoria y actualización de la lucha por las libertades civiles elementales, en especial por aquellas relacionadas con la elección de creencias sin mediatización de instituciones o poderes pretendidamente absolutos.
(1) B. Juárez, Apuntes para mis hijos. México, SEP-UNAM, 2004 (Libros del Rincón), p. 68. (2) Cf. Jaime Avilés, “Madrazo se roba a Benito Juárez para su campaña”, en La Jornada, 16 de enero de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/01/16/012n1pol.php. (3) Cf. C. Monsiváis, “En el bicentenario del nacimiento de Benito Juárez”, en La Jornada, 24 de enero de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/01/24/008a1pol.php. (4) J.-P. Bastian, “Protestantismo y política en México”, en Protestantismo y sociedad en México. México, CUPSA, 1983. (5) G.Báez-Camargo, El doctor Mora y la causa bíblica. México, CNI, 1963. (6) Antonio Gershenson, “La Reforma y el matrimonio civil”, en La Jornada, 19 de febrero de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/02/19/027a2pol.php. (7) Un texto clásico es José Migues Bonino, “Historia y misión”, en Protestantismo y liberalismo en América Latina. San José, DEI, 1983. (8) Cf. Claudia Herrera y Juan Carlos García, “Honraré la memoria de Juárez, asegura Calderón”, en La Jornada, 23 de enero de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/01/23/005n1pol.php. (9) Claudia Herrera Beltrán, “En breve, pacto de Calderón con evangélicos críticos de Fox”, en La Jornada, 11 de febrero de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/02/11/017n1pol.php.

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