Autoridad de la Biblia (IV)

La práctica de la crítica histórico-literaria de las Escrituras puede aportar algunos datos útiles sobre los autores bíblicos y el contexto histórico de sus textos, por lo que no debe ser satanizada totalmente sin más objetivas consideraciones. Justo es reconocer que algunos de los especialistas en crítica histórica han llevado a cabo un trabajo de investigación serio y valioso; pero cuando la investigación se ha emparejad"/>

La fe ante la crítica histórica

Autoridad de la Biblia (IV)

La práctica de la crítica histórico-literaria de las Escrituras puede aportar algunos datos útiles sobre los autores bíblicos y el contexto histórico de sus textos, por lo que no debe ser satanizada totalmente sin más objetivas consideraciones. Justo es reconocer que algunos de los especialistas en crítica histórica han llevado a cabo un trabajo de investigación serio y valioso; pero cuando la investigación se ha emparejad

18 DE MARZO DE 2006 · 23:00

,
En estos últimos casos, en vez de presentar una exposición respetuosa y edificante de la Escritura ha hecho una desmembración de la misma, reduciéndola a un montón de huesos secos. La exposición se ha trocado en disección. Sólo un milagro comparable al visto por Ezequiel puede remediar la situación infundiendo vida nueva por la acción del Espíritu de Dios (Ez. 37:1-14). Con razón se ha dicho que la crisis más grave de la fe cristiana, y hasta hoy no superada, se debe en su mayor parte la crítica histórica. Por eso es importante estar en condiciones de criticar a los modernos críticos de la Escritura. Aunque no sea intención de éstos, su labor socava la fiabilidad histórica de relatos bíblicos fundamentales, sólidamente insertados en el mensaje global de la Escritura, con lo que se ha sembrado la duda y la confusión en la mente de muchos creyentes piadosos. El resultado final demasiado a menudo ha sido el derrumbamiento de su fe. A1 principio, el deterioro afectó sólo a cuestiones periféricas de escasa importancia (autoría y fecha de composición de los libros de la Biblia, exactitud de la información geográfica, cuestiones de fechas y cifras, de culturas y costumbres, etc.). A ello se añadieron después dudas sobre la fiabilidad histórica de hechos básicos narrados en los textos canónicos. Algunas de las propias palabras del Señor Jesucristo fueron puestas en tela de juicio, pues según algunos «eruditos» es imposible saber lo que él dijo realmente (sus ipsissima verba). Esto conduce a la desconfianza en cuanto a fiabilidad de las Escrituras como depósito de la revelación. Un paso más y se deslegitima a los escritores sagrados, sobre todo cuando se trata de puntos que chocan frontalmente con las opiniones de moda en nuestra época posmoderna. Puede servir de ejemplo actual lo retorcido de las interpretaciones que algunos hacen de textos bíblicos relativos a la sexualidad. Conclusión del proceso crítico según sus defensores: debo interpretar la Biblia de acuerdo con particulares criterios que no choquen con mi razón personal (o mis prejuicios) o con el pensamiento de los teólogos de vanguardia, que a su vez atraen a su posición a los de segunda o tercera línea. La consecuencia frecuente de este proceso es que se llega a un punto en que la fe es ahogada por la duda, y la estructura espiritual levantada sobre la base bíblica se desmorona, ello a pesar de que los críticos discrepan ostensiblemente entre sí (lo que uno afirma otro lo niega). No se necesita una capacidad de percepción extraordinaria para comprobar que el rechazo de la autoridad de la Escritura afecta negativamente a la vitalidad de la Iglesia. En palabras de C. G. Berkouwer, «cuando la Biblia ha estado en crisis, la Iglesia ha estado en crisis». Y no han faltado observadores agudos que ven en la situación actual signos catastróficos (1). Personalmente he conocido tres casos de estudiantes de teología formados en diferentes seminarios abiertos a tendencias liberales. La evolución espiritual de esos jóvenes no podía ser más deplorable. Dos de ellos habían sido miembros de mi iglesia que, concluidos sus estudios, con los fundamentos de su fe arruinados, renunciaron al ministerio cristiano; uno de ellos incluso perdió su fe. Con Barth se puede estar o no de acuerdo, pero es significativo que él escribió su famoso comentario a la carta a los Romanos prescindiendo por completo de la crítica histórica, como si la autoridad de Pablo fuese incuestionable. «É1 repudiaba la idea de que uno puede sentirse satisfecho con un análisis de palabras griegas y grupos de palabras, como si la investigación filológica y arqueológica pudiera dar la Verdad de la Palabra (2)». Y añadía: «No hemos entendido las Escrituras si no hemos oído el mensaje de la Palabra viviente de Dios para todos los tiempos6». Eso, el mensaje de la Palabra, es lo decisivo, no las observaciones críticas sobre las palabras. E1 hecho de no reconocer explícita o implícitamente la autoridad de la Escritura no sólo tiene efectos negativos en la estructura teológica de la fe. Los tiene también en el campo de la ética. Cuestiones como el divorcio por causas banales, el aborto como medio de control de la natalidad, los problemas de índole sexual, etc. han adquirido en nuestros días un relieve que no podemos ignorar. Soy consciente de su complejidad, así como del drama que suele torturar a quienes han de tomar decisiones ante problemas como los mencionados. Por otro lado no me parece que la inhibición -el silencio por temor a errar- sea correcta. En la decisión de muchas personas, frente al problema moral prevalecen criterios que la sociedad considera «posturas de progreso». Tales criterios están invadiendo de modo imparable, en una metástasis profunda, el tejido social de nuestro tiempo, con las inevitables y deplorables consecuencias que ello está teniendo. Según el adagio popular, «con el pecado va la penitencia». En términos más serios la Escritura nos previene de los efectos nefastos que en el orden moral tiene vivir de espaldas a Dios. Basta leer el capítulo 1 de la carta a los Romanos para ver el grado de degradación a que los seres humanos pueden llegar cuando, tras su desvarío religioso, se entregan a formas nefandas de comportamiento.
(1) Montgomery, The Suicide of Christian Theology, Bethany Fellowship, 1975, pp. 17, 27 ss. (2). C. G. Berkouwer, A Half Century of Theology, Eerdmans, 112. (3). op, cit. 1 14.
Artículos anteriores de esta serie:
1 La fe y la autoridad de la Biblia
2 Fe y mitos
3 Salvación sin cruz

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Biblia y fe - La fe ante la crítica histórica