Las cartas de Casiodoro de Reina, un extremeño profeta en su tierra

Este libro nos permite adentrarnos en la intimidad de la vida y obra de este exfraile jerónimo a través de sus cartas.

08 DE DICIEMBRE DE 2019 · 16:10

De izq. a dcha. Emilio Monjo (CIMPE), Luis Sáez (Dtor. Editora Regional de Extremadura), el Alcalde de Almendralejo, el presidente de la Real Academia de Extremadura y al fondo Carmen Fernández-Daza (CUSA).,
De izq. a dcha. Emilio Monjo (CIMPE), Luis Sáez (Dtor. Editora Regional de Extremadura), el Alcalde de Almendralejo, el presidente de la Real Academia de Extremadura y al fondo Carmen Fernández-Daza (CUSA).

Como se ha comentado en diversos medios de comunicación, en el mes de octubre se celebraron las IX Jornadas sobre Humanismo Extremeño, organizadas en Almendralejo por la Real Academia de las Letras y las Artes (RAEX), el Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español (CIMPE), la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense y el Centro Universitario Santa Ana (CUSA).

Al celebrarse este año el 450 aniversario de la primera traducción e impresión de la Biblia completa al castellano en 1569, la Biblia del Oso, desde los idiomas originales, señalan los organizadores que consideraron relevante dedicar este evento a Casiodoro de Reina (Montemolín, c. 1520-Francfort, 1594).

Contaron con la participación de destacados investigadores como Andrés Oyola Fabián, Emilio Monjo Bellido, Francisco Ruiz de Pablos, Carlos López Lozano, Andrés Messmer y Francisco González de Posada.

Durante las jornadas, los asistentes recibieron dos publicaciones: un volumen conformado por tres textos de Casiodoro: Comentario al Evangelio de San Juan. Capítulo IV de Mateo y Prefacio a la Biblia del Oso (Casiodoro de Reina, Almendralejo, Real Academia de Extremadura y otros, 2019), los cuales han sido traducidos por Ruiz de Pablos, quien también escribe el estudio introductorio.

Una parte importante del mismo está dedicada a establecer si de Reina es el autor de una obra relevante para la historiografía española: Artes de la Inquisición Española (Heidelberg 1567), publicado en latín por un desconocido Reginaldus Gonzalvius Montanus.

La otra publicación ofrecida durante el evento, y sobre la cual deseo comentar, fue un librito en el que aparecen cartas de Casiodoro de Reina traducidas del latín, más un prefacio del alemán (Oyola Fabián, Andrés y otros, Cartas de Casiodoro de Reina. Sevilla, CIMPE).

Todo bajo los auspicios de las entidades organizadoras. La obra lleva una introducción de Andrés Oyola Fabián, catedrático de latín y miembro correspondiente de la Real Academia de Extremadura y un reputado estudioso del Humanismo, y ha contado con la aportación de otros expertos en Casiodoro, como Francisco Ruiz de Pablos, Andrés Messmer, Benjamín Marx y Guillermo Caravantes.

Lo primero que apreciamos, ya desde el estudio introductorio, es la insistencia en reivindicar a de Reina como humanista, en este caso como humanista extremeño, pues según señala Andrés Oyola Fabián,

“Partimos de un hecho evidente: Casiodoro de Reina ha sido ignorado como humanista casi hasta el presente. Basta repasar las Actas de las Jornadas de Humanismo convocadas por nuestra Academia, el Congreso dedicado al último centenario de Arias Montano o las referencias en listados varios o publicaciones específicas sobre humanistas extremeños”.

Por ello, la decisión de incluirlo en la nómina de humanistas, extremeños y no, estuvo influenciada por su biblismo, afirmando que “la traducción de la Biblia y los comentarios de diversos libros de la misma lo avalan, sin necesidad de más argumentos”.

También por su exquisita formación en lengua latina, señalando que “su uso de la prosa latina es terso, elegante, preciso, que está más cerca de la prosa de Cicerón y César”, y que de ahí resulta la calidad del castellano de su traducción bíblica.

Su decantación por la imprenta y su relación con los impresores más importantes de ese momento es otro factor determinante, como señala Oyola Fabián, entre ellos: Johannes Oporinus (1507-1568), Pietro Perna di Luca (1519-1582), JohannAmerbach (1440 Amerbach, Alemania-25 diciembre 1513 en Basilea).

Y cómo no, resaltamos “la disidencia de vida y de obra”, y también su bibliofilia expresada en la búsqueda incansable de libros para su lectura e impresión, así como la compra-venta de estos, como lo podemos constatar al leer sus cartas, faceta esta vivida con continuos sobresaltos.

Ha sido una delicia el poder leer las epístolas de Casiodoro de Reina, con enorme gratitud a los que han dedicado tiempo y hacienda para traducirlas al castellano y editarlas en papel.

Una verdadera joya, que nos permite adentrarnos en la intimidad de la vida y obra de este exfraile jerónimo a través de sus cartas, para valorar y juzgar su persona y obra desde otra perspectiva.

Y ser capaces de medir en toda su dimensión su gran cruzada para que la palabra de Dios llegara a todos sus coterráneos, sin excepciones.

Interesante es constatar que toda esta odisea por la que tuvo que pasar también lo afianzó como teólogo, filólogo, pastor, escritor, traductor, bibliófilo, editor; además de que su nombre quedara para siempre en lugares como Sevilla, Francfort, Basilea, Ginebra, Londres, París, Estrasburgo, Amberes, y otros, como queda registrado en sus epístolas.

Las cartas reflejan la gran fortaleza y perseverancia de este hombre adelantado a su tiempo, para avanzar y no dejar de lado su gran proyecto de culminar la traducción de la Biblia completa al castellano, así como otros, que eran vitales para su sustento material y espiritual, a pesar de las grandes dificultades y escasez de medios que se le presentaron.

Su vida no era una panacea. Como cualquier exiliado, refugiado, sin papeles de hoy tuvo que preocuparse por legalizar su situación y buscar un medio de vida:

“(…) Con Enrique de Pedro no crucé ni una palabra sobre el asunto del Talmud, pues pienso actuar con base más cierta, a saber, intentar primero lograr la ciudadanía con su ayuda y la de buenos amigos y que también me ayuden a dedicarme a imprimir con una o dos imprentas para combatir el hambre. Si lo consigo, lo demás será fácil de alcanzar cuando quiera. He trasladado este plan a Episcopio, pidiéndole quiera ayudarme en esto, o si procede, que me admita en su empresa con el doctor Grineo. Por eso te escribo pidiéndote que después de tratar el asunto con el doctor Grineo, deliberéis conjuntamente sobre cómo hacerme ciudadano de Basilea, pues estoy totalmente decidido, si así os parece y se me da poder para fundar una imprenta, trasladarme a Basilea para la próxima Feria…” (Carta a su amigo Teodoro Zwinger, doctor, médico, compadre y amigo muy querido).

Podemos conocer acerca de los conflictos a los que se enfrenta por causas doctrinales, mientras lucha por conseguir un puesto de predicador en Alemania, acusado por hermanos en la fe, como el que menciona en su carta a Teodoro de Beza, humanista y teólogo calvinista:

“Asediado con frecuencia durante siete u ocho meses, para serles de ayuda a quienes se esfuerzan en la restitución de la Iglesia, finalmente a mí unos pasajeros estrasburgueses, llevados por tu información sobre mí, terminaron por atacarme… Pienso que sería pertinente reunirme en Heidelberg con Oliviano, amigo y conocido mío en otro tiempo, dispuesto a tratar con él sobre mi vocación, para que más instruido con su consejo, saliese a una provincia aunque difícil, también sobre todo favorable a la iglesia. Doy con un individuo tan ocupado por el prejuicio de los asuntos de Londres y ciertamente influenciado por los falsos rumores que apenas me saludó con el rostro relajado y totalmente fingiendo hilaridad. Yo, no sospechando nada en absoluto, tras dos o tres palabras le revelo que mi embajada, y, como la pensaba, mirando la recuperación de aquella iglesia, condescendía con los ministros alemanes en todo aquello que pidiesen salvo el daño a la verdad y a la fe en la que he sido educado y el perjuicio de las conciencias… En aquella reunión había algunos tan amantes de la paz y partidarios de la restitución de aquella iglesia que quisieron intervenir en oposición de Oliviano, pero nunca a mi respuesta. Respondo, pues, con mi escrito. Mi respuesta satisface a los hermanos. Me animan a que me dedique al asunto de la restauración de la iglesia. Me opongo y resisto, aleccionado por la experiencia presente de que es peligroso y no vela por la paz de la iglesia hacerse cargo y administrar la provincia entre hermanos tan poco pacíficos antes de la completa purificación de los asuntos de Londres. Pero me embargan muy serios pensamientos como para creer que se me había presentado la ocasión de recuperar aquel lugar con gran alegría de los piadosos y mucha envidia de satanás. Yo estaba ciertamente preparado para que, si hubiese realizado alguna negociación con los ministros alemanes (que, sin embargo, a mi entender, solo podrían ser vencidos y convencidos con la moderación y buena disposición), por la gracia de Dios tendría que arrastrarlos a los mismos a que tuviesen que renunciar públicamente y sin pudor a los artículos de Bucero o nosotros aceptarlos. La carta con la que Oliviano se interpuso temerariamente a este bien te la envío junto con mi embrollada pero sincera respuesta…”.

Otro escrito revelador de estas dificultades es la “Solicitud de Reina, en nombre de los españoles de Londres, de reunión pública en la que poder celebrar la liturgia. Londres 1560.

“[…] Hasta ahora, llevados de vuestro consejo prudente y piadoso, excelentes señores, nos hemos reunido en casas particulares para nuestros rezos y sermones. Pero la necesidad nos empuja ya a pedir permiso de reunirnos públicamente en algún templo de los muchos que nos ofrecen para ello los piadosos ministros de esta ciudad (…) 1. En primer lugar. Mientras nos reunimos en casas particulares, comprobamos que se frena el reino de Cristo, por cuanto que muchos se sustraen a nuestra reunión, otros no se atreven en absoluto a reunirse con nosotros, por ponerse en riesgo a sí mismos y a sus asuntos en España, donde tienen sus negocios. Pues fácilmente son señalados quienes se unen a nosotros, muy vigilados por aquí por nuestros enemigos, cosa que no pasaría en un lugar público, donde cualquiera puede acceder sin peligro. 2. En segundo lugar, al juntarnos tan frecuentemente en casas particulares, sobre todo en una ciudad libre, gracias a Dios, para reuniones cristianas, ofrecemos a los enemigos un motivo de interpretarnos a nosotros y a nuestra doctrina más indignamente que antes. Pues dicen abiertamente que alimentamos en el interior cosas extrañas, como las llaman, mal vistas incluso por los propios Luteranos, porque en una ciudad tan luterana no estimamos seguro para nosotros presentarnos en público. Y no dudo que, igual que nos atacan por ahí sin pudor con esta calumnia, pasen también cartas a España. Ciertamente con esta falsa razón nos van a granjear una gran carga de odio no solo entre nuestros enemigos, sino también entre amigos y hermanos. Me gustaría hacer presente el evangelio de Cristo, anunciado de corazón por nosotros, que se ve obligado sin duda a sufrir esta afrenta por causa de nuestras reuniones. (…). 3. (…) Y no nos avergüenza, en medio de peligro tan grande, comprar este permiso que solicitamos, pues nos impulsa la caridad de Cristo, por cuyo riesgo rechazamos esta afrenta. Y que el embajador de España vaya a interceder en este asunto, ni se me pasa por la cabeza. Primero porque desde hace ya más de un año que venimos actuando, hemos tenido reuniones con el nombre de Iglesia Española, el embajador tiene conocimiento de ello y ha prohibido también a los suyos que participen en nuestras reuniones, y de ninguna manera ha intercedido hasta ahora, evidentemente porque no puede o porque no quiere. (…).

En ellas también se revelan las dificultades en su actividad como bibliófilo. Así lo expresa a su amigo Zwinger:

“La Feria no me fue como había deseado. Apenas vendí libros de la biblioteca por valor de 60 florines. En parte porque a la Feria acudieron menos clientes de los acostumbrados… Por eso decidí pedir a los acreedores que, dejando ambos remates para la Feria siguiente, tengan consideración conmigo y con mi representante y para esta demora del primer remate reciban de mí el interés de su dinero que establezcan. Por eso les envío un documento suplicatorio que recibirás de Balbano”.

“(…) El asunto de la Biblioteca no salió como deseaba e incluso muy lejos de mis deseos. Hay que buscar soluciones y no hay mucho margen para tomarlas. Por eso te ruego que intercedas por mí ante el señor Grinneo y Episcopio con la eficacia que sueles hacerlo para que no se añada esta nueva pérdida de al menos cincuenta florines a quien está casi arruinado por pérdidas. (…).

Portada del libro. / J. Alencar

Estas cartas, nos han permitido percibir su amoroso trato con los amigos y sus respectivas familias, tanto al inicio, por ejemplo, cuando escribe a su amigo y compadre Teodoro Zwinger: “Dirigida a mi querido doctor Teodoro Zwinger, compadre y gran amigo en Basilea”. Y ese consolador: “Gracia y Paz por Cristo”, que nos recuerda los saludos iniciales de Pablo.

O los finales: “Adiós en Cristo, querido compadre, con tu honorable esposa y toda la familia, a la que por favor saludarás especialmente, de mi parte y de los míos”. Su preocupación por la situación de ellos: “Deseo saber en primer lugar cómo andáis de salud en Basilea en medio de la peste que se extiende por doquier”.

Siempre tierno y agradecido, como en esa conmovedora misiva al encontrarse enfermo al finalizar su traducción de la Biblia al castellano, mas asimismo emanando gratitud a Dios y a las personas fieles en amistad, donde también nos hacemos eco de su dramática situación:

“Casiodoro de Reina saluda a los piadosos y también sabios verdaderos Simón Sultzer y Huldric Coct, doctores de sagrada Teología, pastores piadosos y guardianes de la Iglesia de Basilea y profesores de Sagrada Teología de la Universidad, amigos y padres suyos, muy estimados. (…) cuando llegué solo a Basilea, para iniciar los trámites de la impresión de nuestra Biblia Española, se conoció a través de vosotros la causa de nuestra llegada, la más digna que se podía promoverse con los deseos y esfuerzos de todos los piadosos. En su promoción facilitasteis continuamente a individuos tales que entre ellos investigaron con diligencia lo que yo iba a llevar a la imprenta y se presentaron en el Consejo y parlamentaron (…) Y para cuidar de mis asuntos privados y caseros muy complicados, me hicisteis alumno de vuestra Universidad, para que sin gasto alguno pudiese disfrutar de pleno derecho, que me permitiese, mientras yo mismo estaba en la imprenta, procurarnos el alimento más fácilmente con la ayuda honesta de mi esposa. Con qué lazo perpetuo de gratitud me habéis atado cuando, apenas llegado a Basilea con mi esposa y mi pequeña familia, me había atrapado una enfermedad gravísima y absolutamente mortal. Con qué frecuencia me visitabais, abandonando e interrumpiendo vuestros estudios, animándome, consolándome, rezando, pidiendo una confesión firme de Cristo a un moribundo, pues no era otra cosa lo que pensaban los médicos… Pues para confesar francamente lo que es la realidad, en medio de la certeza de una muerte cercana, mientras estaba en mi conocimiento, no me aterrorizaba la visión de la muerte, que, en su ausencia y tardando ya, según juzgaba, yo deseaba tras experimentar abundantemente la maldad de este mundo tan miserable; me abrazaba a ella ya inminente con ánimo gozoso. (…).

Y en esa misma carta confía en quién está puesta toda su confianza, sea que viva o muera;

“El recuerdo de mi esposa y de mis hijitos, que me parecía por ello haber llevado a Basilea solo para que, lejos de sus amigos y conocidos, solos entre desconocidos y especialmente privados de mí, comenzasen un nuevo destierro, me producía no poca tristeza, pero la desechaba de mí fácilmente y pronto encomendándolos a la providencia paternal de Dios, que primero a mí y luego a ellos conmigo entre tantos desastres y frecuentes fatigas nos había hecho experimentar su paternal cuidado…”.

Y recuerda a otro de sus queridos mecenas y protectores de él y de su familia, Marcos Pérez de Segura (rico banquero alemán, de ascendencia judeoconversa. Fue calvinista y antimonárquico militante, llegó a ser uno de los más ricos banqueros de Amberes, de donde tuvo que huir por la presencia española):

“Que él no había de interrumpirla para con los abandonados, la casa de mi querido [Marcos] Pérez era para mí la mejor prueba. Este, en mi caso, mereció siempre lo mejor, como así también por su caridad y piedad insigne, no bastante alabada ni por mí ni por cualquier otro, que haya experimentado su generosidad. Estando yo gravemente enfermo, me había llevado a su casa a mí y a mi querida familia y se ocupó con la mayor humanidad tanto de los enfermos como de los que estaban bien de salud. (…).

Y expresa su preocupación y gran responsabilidad por su valioso trabajo de traducción de la Biblia, dándonos ejemplo:

“… Solo me embargaba este único gran dolor, a saber, que, habiendo trabajado diez años completos en la traducción de la sagrada Biblia al idioma español y habiendo soportado en ese trabajo mucha envidia e incluso calumnias de aquellos a quienes no era tan grata como lo era para mí, tanto que en comparación con esta molestia el propio trabajo de la traducción me resultaba de lo más llevadero, cuando ya estaba a la puerta de la imprenta y los frutos maduros para la mies y la recolección de los frutos de un trabajo tan grande, debería dejar a los demás mis trabajos, ignorando con qué cuidado y preocupación habrían de terminar mi tarea y estos, aunque fueran a ser muy fieles y diligentes, como no lo dudaba en el caso de Pérez, el trabajo no sería finalmente terminado por mí. Esta tristeza, en medio de debilidad tan grande de fuerzas de cuerpo y alma provocaba súplicas encendidas a Dios para que me concediese todavía tanta vida cuanto fuera suficiente para publicar aquel sagrado trabajo para gloria de su nombre, a mí que así me iría luego de esta vida con total alegría de espíritu”. (…)

Agradece las oraciones para él vertidas durante su enfermedad

“… Con tanta insistencia acudisteis a Dios que finalmente me salvó para vosotros y en pocos días me libró del temor de riesgo y me devolvió la salud completa en no más de tres meses…”, así como por “las sagradas lecturas, plenas de la mayor erudición y piedad, como servicio público y conocido para todos, a las que asistí con mucha frecuencia, según me lo permitían mis ocupaciones… Confieso francamente que me fueron de mucha utilidad”.

Resalto de su persona su preocupación por otros, que se hace evidente en algunas de las líneas tejidas por él:

“Quien te entregará esta carta es un joven inglés, generoso y no poco instruido, (como ciertamente me parece) en las buenas letras. (…) Por el excelente ejemplo de virtud, que le precede, lo estimo, junto con mi recomendación, digno de la amistad de todos los hombres honrados con los que se encuentre. Y tú que eres devoto no corriente de aquella Diosa, no ignoras ni dejas de prestar la humanidad que debes a tu vez a todos sus devotos…”. (Carta a Teodoro Zwinger)

Estas son apenas unas pinceladas para estimular el interés del lector a leer estas interesantes epístolas. Para concluir, destaco la palabra perseverancia que se refleja como una luz incandescente en la figura de este personaje de una fe inquebrantable que lo mantuvo fiel a sus creencias, a su Dios, en medio de acusaciones, hambre muchas veces, enfermedades, persecución por parte de los de dentro y los de fuera, etc.

Y no claudicó, ni se recluyó ni optó por la venganza, más bien se torna un gran reconciliador y buen pastor, siempre buscando la unidad del pueblo de Dios.

Mas he ahí el hecho de que, a pesar de su situación que pareciera de derrota, más bien denota su importancia. Despertó el interés de los reformadores más relevantes de su época y ¡de la Inquisición española! que llegó a quemar su efigie.

Cuánta gratitud a todos aquellas instituciones y personas de la tierra extremeña y de otros puntos de nuestra geografía que, desinteresadamente, han ayudado y ayudan a rescatar a uno de nuestros destacados reformadores del siglo XVI que, para muchos, aún sigue siendo un desconocido.

Pero nos dejó en nuestro idioma un Libro que ha revolucionado el Mundo.

Como he señalado en algún otro artículo publicado en este medio, reconocemos la importante labor de rescate de nuestros reformadores llevada a cabo por Emilio Monjo Bellido y Francisco Ruiz de Pablos desde el CIMPE (Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español), realizando una encomiable labor de investigación, traducción y edición.

No olvido los Congresos sobre la Reforma organizados por Monjo Bellido cada año en la Complutense, con la ayuda inestimable del profesor José Luis Villacañas y otros, a través del Grupo de Investigación de la Filosofía Española, que se encuentra en la Complutense. Todo realizado de forma altruista. Y ahora estos relevantes encuentros en la tierra de nuestro recordado Casiodoro de Reina, con gran apoyo institucional.

Como el mismo de Reina reconoce, en vida Dios lo acompañó a través de grandes amigos y mecenas; hoy constatamos que Dios le sigue acompañando por medios de lo más inesperados, para que continúe sembrando palabra que no vuelve vacía.

(Artículo publicado en la ‘Red Tiberíades’)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Las cartas de Casiodoro de Reina, un extremeño profeta en su tierra