El Universo tuvo un comienzo

Si al principio se creó la materia, el tiempo y el espacio, la causa originaria debió ser inmaterial, atemporal y no espacial.

24 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 17:00

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Si el cosmos empezó a existir, como afirma la teoría del Big Bang aceptada hoy por la ciencia, debió tener una causa y aquí es donde entra en juego el argumento cosmológico. ¿Cuál pudo ser dicha causa? Si al principio se creó la materia, el tiempo y el espacio, la causa originaria debió ser inmaterial, atemporal y no espacial. Semejante causa no puede ser física, ni estar sujeta por tanto a las leyes científicas. Lo que significa que la ciencia no la puede estudiar ya que no tiene acceso a ella. Su método se lo impide.

Si esta causa decidió crear el mundo en un momento determinado y no en otro, esto significa que tiene libre albedrío. Nuestra experiencia es que solamente las personas poseen libre albedrío, por lo tanto dicha causa tiene que ser un Creador personal.

Los apologistas debemos abundar e insistir en este tipo de argumentos cosmológicos (kalam) porque son reflexiones buenas.

Las leyes y constantes del universo están afinadas para la vida. ¿Por qué la naturaleza obedece leyes? ¿Quién escribió las leyes físicas del universo? ¿Qué entendemos por “leyes de la naturaleza”? Una ley es, simplemente, una regularidad o una simetría en la naturaleza. Por ejemplo, la primera ley de Newton sobre el movimiento dice que un objeto en reposo seguirá en reposo a menos que actúe sobre él una fuerza externa. La ley de conservación de la energía afirma que la cantidad total de energía en un sistema aislado permanece constante, etc. Estas leyes o regularidades son matemáticamente precisas, son universales y están “atadas unas con otras”. ¿Por qué la Naturaleza viene empaquetada en esta forma? Esta es la pregunta que se han venido formulando los científicos, desde Newton hasta Einstein, Heisenberg y muchos otros contemporáneos. Y su respuesta ha sido generalmente…, la Mente de Dios.

Stephen Hawking termina su libro, Historia del tiempo, con estas palabras que se refieren a por qué existe el universo y por qué existimos nosotros: 

Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios.[1] En una entrevista posterior manifestó también: Hay una abrumadora impresión de orden. Cuanto más descubrimos sobre el universo, más constatamos que está gobernado por leyes racionales (…) ¿Por qué el universo se molesta en existir? Si se quiere, se puede definir a Dios como la respuesta a esa pregunta.[2]               

Mucho antes que Hawking, Einstein había usado un lenguaje similar: Quiero saber cómo creó Dios este mundo (…). Quiero conocer sus pensamientos; lo demás son minucias.[3] Aunque se ha especulado sobre si Einstein fue ateo, o al menos influido por el panteísmo del filósofo Spinoza, que identificaba a Dios con la naturaleza, lo cierto es que el propio Einstein negó expresamente ser ateo o panteísta:

No soy ateo, y no creo que me pueda llamar panteísta. Estamos en la misma situación que un niño que entra en una biblioteca enorme llena de libros en muchos idiomas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende las lenguas en que fueron escritos. El niño presiente oscuramente un orden misterioso en la disposición de los libros, pero no sabe cuál es. Tal es, me parece a mí, la actitud de hasta el más inteligente de los seres humanos frente a Dios. Vemos un universo maravillosamente ordenado y sujeto a ciertas leyes, aunque sólo comprendamos oscuramente tales leyes. Nuestras mentes limitadas intuyen la fuerza misteriosa que mueve las constelaciones.[4]

Este mismo autor, Max Jammer, observa que: “Einstein siempre lamentaba que se le considerara ateo. En el curso de una conversación con el príncipe Huberto de Lowenstein, por ejemplo, declaró: Lo que realmente me enfurece es que (los que dicen que Dios no existe) me citen para reforzar sus tesis. Einstein abominaba el ateísmo porque nunca consideró que su negación de un Dios personal supusiera una negación de Dios”.[5] Es verdad que Einstein no creía en un Dios personal, pero dijo: Cuestión distinta es la de si se debe combatir la creencia en un Dios personal. Freud defendió este punto de vista en su última publicación. Por mi parte, nunca me embarcaría en una tarea así. Pues dicha creencia me parece preferible a la ausencia total de una perspectiva trascendente en la vida, y dudo que se pueda alguna vez ofrecer a la mayoría de la humanidad un medio más sublime para satisfacer sus necesidades metafísicas.[6]

Por tanto, Einstein mantuvo que Dios se manifiesta “en las leyes de la naturaleza como un espíritu inmensamente superior al hombre; un espíritu frente al cual nosotros, con nuestras modestas capacidades, debemos sentirnos humildes”.[7] Esta misma línea de pensamiento la han mantenido científicos como: Werner Heisenberg, famoso por su “principio de incertidumbre”; Erwin Schrödinger, que desarrolló la mecánica ondulatoria; Max Planck, que fue el primero en introducir la hipótesis cuántica y Paul A. M. Dirac, que completó el principio de incertidumbre. No hay que entender que porque estos grandes científicos creyeran en Dios, su existencia queda automáticamente demostrada. No es eso. Lo que esto significa es que las leyes de la naturaleza suponen un serio problema para los ateos porque son una voz de la racionalidad escuchada a través de los mecanismos de la materia. Los científicos que apuntan hacia la Mente de Dios, proponen una visión de la realidad que nace del mismísimo corazón de la ciencia moderna y se impone a la mente racional.

Dios, al crear el mundo, cumplió con tres requisitos excepcionales:                     

            1) Una elegante fórmula matemática codificada en la naturaleza. Lo que vulgarmente se llaman: “las leyes de la naturaleza”.

            2) La puesta a punto de 19 constantes universales (como la velocidad de la luz, la fuerza de la gravedad, la masa del electrón, la fuerza electromagnética, fuerza nuclear fuerte, etc.)

            3) Y las condiciones iniciales del universo, increíblemente rigurosas y precisas, que el Creador tuvo que establecer.

Muchos científicos se han admirado de estos tres requisitos físicos tan exactos y sorprendentes que hacen posible la vida en la Tierra. Por ejemplo, el famoso astrónomo inglés sir Fred Hoyle, que era agnóstico, comentó: “Más que aceptar la probabilidad extraordinariamente pequeña de que las fuerzas ciegas de la naturaleza hayan producido la vida, parece mejor suponer que su origen se deba a un acto intelectual deliberado”.[8] Y Antony Flew, uno de los filósofos ateos más brillantes del siglo XX, quien pasó toda su vida negando la existencia de Dios, después de meditar sobre estas leyes del universo y la vida, cambió de opinión y a los 80 años aceptó la existencia del Altísimo.

 

Notas

[1] Hawking, S. W. 1988, Historia del tiempo, Crítica, Barcelona, p. 224.

[2] Benford, G. 2002, “Leaping the Abyss: Stephen Hawking on Black Holes, Unified Field Theory and Marilyn Monroe”: Reason, 4.02 (2002), p. 29. 

[3] Einstein, A. citado en Timothy Ferris, Coming of Age in the Milky Way, Morrow, Nueva York, 1988, p. 177.

[4] Jammer, M. 1999, Einstein and Religion, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1999, p. 44.

[5] Max Jammer, Einstein and Religion, Princeton University Press, Princeton, NJ, 1999, p. 150.

[6] Ibid, p. 51.

[7] Ibid, p. 148.

[8] Hoyle, F. 1982, “The Universe: Past and Present. Reflections in Engineering and Science”, Ann. Rev. Astron. Astrophys. 20:1-35. 

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