Charlie Sifford, abriendo puertas con coraje

¿Quién dijo fácil? ¡Para nada! Pasó por todo y más, pero lo consiguió, y dejó un maravilloso ejemplo para todos los que hemos venido y vendrán detrás.

16 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 11:00

Charlie Sifford en 1962. / Wikimedia Commons,
Charlie Sifford en 1962. / Wikimedia Commons

“Puedes llegar a cualquier parte, siempre que andes lo suficiente”

Alicia en el país de las maravillas (1865)

“Para quedarte dónde estás tienes que correr lo más rápido que puedas... Y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido”.

Alicia a través del espejo (1872)

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Filipenses 3: 12- 14. Santa Biblia.

Charlie Sifford, un personaje singular y bien conocido en la historia del deporte estadounidense y la segregación racial, falleció a los 92 años en Shakter Heights, Ohio; pero en la memoria quedará para siempre. También en la historia de los Estados Unidos, reflejado en la medalla presidencial de la Libertad, la máxima distinción civil del país.

“Terrible pérdida para el golf y para mí personalmente. Ha muerto mi abuelo y todos hemos perdido un hombre decente, valiente y honorable. Te echaré de menos Charlie”, escribió Tiger Woods en su cuenta de twitter.

En realidad no había parentesco entre Sifford y Tiger, la relación la marcaba el simbolismo de la lucha que aquel sostuvo durante la década de los 50 para tirar abajo una de las grandes barreras del deporte, que el PGA Tour, el circuito estadounidense, aceptara a un jugador negro en sus filas. Si Tiger llegó a ser el número 1 del mundo, algo le debió a la lucha de aquel y otros como Ted Rhodes y Bill Spiller.

Si el béisbol tuvo en Jackie Robinson a su Martin Luther King, el golf lo tuvo en Sifford, un antiguo caddie, hijo de un obrero, nacido en Charlotte. Con 13 años comenzó a llevar las bolsas de los jugadores, mientras progresaba con los palos los lunes por la tarde, el único día que le tenían permitido jugar a estos parias. Ganaba 60 peniques a la semana; cincuenta se los daba a su madre. A los 17 emigró a Filadelfia con su tío y allí fue donde por fin tuvo unos palos propios y comenzó a forjar su leyenda.

Su vida fue una constante pelea. Primero por convertirse en jugador de golf en el marginal circuito en el que sólo jugaban negros y luego por afrontar una batalla que incluso ganada le deparó una cascada de injusticias y afrentas. Entre la asociación de jugadores negros se destacó como el mejor; en 14 años ganó 11 torneos y seis títulos nacionales.

Sifford había saltado al profesionalismo en 1948, en la triunfante América tras la II Guerra Mundial. Él había combatido en Okinawa con la 24 infantería acorazada. Eran tiempos de crueldad para las minorías. Cinco negros fueron condenados por el simple hecho de ir a jugar en un campo público en Greensboro, en Georgia. Otros clubes del sur del país mantenían las mismas políticas raciales; pero Sifford fue valiente y atentó contra el orden establecido.

En 1952, después de las gestiones de un grupo de abogados que peleaba contra las leyes antirraciales, le permitieron jugar el Open de Phoenix. En su partido solo había negros, entre ellos el boxeador Joe Louis. Cuando llegaron al green del 1 y fueron a sacar la bandera, se encontraron con un excremento dentro del agujero. Hacía solo cinco años que Robinson había ganado su batalla en las grandes ligas de béisbol y cuando se encontró con Sifford se lo dejó claro. “¿Eres un rajado?”, le preguntó. “Porque aunque no lo seas, muchas veces tendrás las ganas de rajarte”. En 1957, en Long Beach, ganó a todas las estrellas blancas con las que no le permitían jugar.

La ley que derogaba el racismo en el golf llegó en los 60. Sifford pudo incorporarse a ese mundo extremadamente racista; jamás fue invitado a jugar el Masters de Augusta, en 1961 y donde las amenazas de muerte y los tratos vejatorios continuaron. En muchos clubes no se les permitía almorzar en el comedor. Jacky Burke, Goalby y otros jugadores sacaban la comida del restaurante para llevarsela a Sifford al vestuario.

No fue el primer negro en ganar en el PGA Tour, honor que recayó en 1964 en Pete Brown, pero sus dos victorias –Greater Hartford 1967 y Los Ángeles 1969- dieron pomposidad a su lucha. En 2004, el golf reconoció su figura y le introdujo en el Salón de la Fama. Un infarto se lo llevó del mundo, pero su huella, es absolutamente imborrable. 

Me fascina esta historia de vida, y lo hace de un modo especial; igual que lo hace cualquier historia de la vida de alguien que ha dejado una huella que nadie podrá borrar, de lucha por conseguir todo aquello en lo que cree, lucha por abrir puertas cerradas para la persona y para los que vienen detrás, y conseguir transitar caminos y “correr maratones” muy difíciles para obtener con muchísimo esfuerzo aquello que se propone.

Si hay algo que no soporto es la tibieza, el no esforzarse por nada, alguien a quien prácticamente todo le da igual, o aquel que ni se molesta en procurar cambiar lo que haya que cambiar.

De igual modo, llevándolo al terreno espiritual, esas personas absolutamente tibias en todo, de las cuales el Señor dice que aborrece, que las “vomitará de su boca”. Ese tipo de persona que parece tan pacífica y aparentemente estupenda… No se molesta por nada ni por nadie, es feliz con poco…. Realmente puedo comprender con mucha claridad las palabras de la Escritura que acabo de citar  en cuanto a esto. Siempre prefiero tenérmelas que ver con alguien bien posicionado y polarizado, tanto en sus ideas como en su modo de obrar; así podré saber como piensa, como actúa, como es, si estoy de acuerdo o no…. Pero de un modo claro y contundente y ¡Por supuesto! Si alguien ama tanto a Dios y al prójimo. tantísimo como para dar todo de todo, jugárselas sin miedo por lo que sea con valentía y firmeza, merece que me levante el sombrero.. Y hasta que haga una reverencia, ¡Se la merece!

En esta ocasión he elegido a un hombre, bien conocido, sobre todo por los amantes del deporte; pero creo que por la mayoría, un hombre de color con muchísima fuerza y muchísima valía, que paso de un humilde caddie a ganar de todo; pasando por vergüenzas, desprecios y humillaciones; pero con la suficiente fuerza, convicción y valía propia, como para para tragarse todas sus lágrimas y mirar hacia adelante abriendo caminos desconocidos, difíciles y prohibidos hasta entonces, maravillosos caminos, y puertas que consiguió abrir, gracias a su empeño y trabajo.

Procuro tener siempre delante y muy dentro del corazón, las palabras que les dice el Apóstol Pablo a loa Filipenses  que os dejé al principio.

Si leemos con detenimiento toda la carta, de modo especial el capítulo 3, vamos a poder encuadrar todo el contexto, y vamos a poder quedarnos con cosas realmente preciosas.

Este capítulo en cuestión, comienza exhortando a los hermanos a gozarse en el Señor, como dice en otro lugar…  ¡Siempre! Confieso que a mi me cuesta, y soy una persona de temperamento y naturaleza alegre; pero cuando la vida se presenta dura, eso de gozarse…. Y en el Señor, no es fácil.

Continúa el capítulo con algunas defensas del propio Pablo, y entonces es cuando va a los preciosos versículos que nos ocupan. Deja unas palabras con las que me puedo identificar más que mucho, su amor por el Señor y el conocerle y parecerse a Él, es su mayor deseo y pasión, y dice que considera todo como basura por ese anhelo y por servirle. Es entonces cuando vienen las maravillosas e inolvidables palabras…. Por tanto…. 

PROSIGO A LA META….. PROSIGO AL BLANCO….. AL SUPREMO LLAMAMIENTO DE DIOS EN CRISTO JESÚS.

Cuando leo o recuerdo estas preciosas palabras, se enerva cada poro de mi piel; porque veo a un hombre con el cual puedo identificarme profundamente; no sólo en lo que piensa, además la fuerza con lo que lo grita y lo logra llevar a cabo. ¿Quién dijo fácil? ¡Para nada! Pasó por todo y más, pero lo consiguió, y dejó un maravilloso ejemplo para todos los que hemos venido y vendrán detrás.

No sé cuales son tus luchas, sueños, anhelos,... Seas quien seas y luches por lo que luches, te dejo esta preciosa canción… ¡Coraje!

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