¿Es la fe nicena la base del ecumenismo?

No es posible retrasar el reloj como si no hubieran pasado 1.700 años de historia. Es simplista, así como antihistórico, pensar que la profesión común de Nicea puede ser extraída de las importantes adiciones, que se han convertido en las claves interpretativas católico romanas del cristianismo de credo.

  · Traducido por Rosa Gubianas

14 DE ABRIL DE 2019 · 11:00

Un fresco sobre el Concilio de Nicea en la Capilla Sixtina. / Wikimedia Commons,
Un fresco sobre el Concilio de Nicea en la Capilla Sixtina. / Wikimedia Commons

Este artículo es una adaptación de La fede nicena è la base teológica dell’ ecumenismo? [¿Es la fe nicena la teología básica del ecumenismo?] "Studi di teologia" [Estudios de teología] 61 (2019) pp. 65-69.

 

El Concilio de Nicea (325 d.C.) es estudiado a menudo por historiadores eclesiásticos interesados en aceptar la afirmación de la cristología ortodoxa fundada en la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo (es decir, el Hijo que tiene la misma naturaleza divina que el Padre). Nicea no es sólo un acontecimiento histórico, también  evoca un símbolo doctrinal, basado en la fe trinitaria en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Su marco explícitamente trinitario se ha convertido en el punto de referencia normativo del cristianismo ortodoxo.

 

El Cristianismo Niceno

Los términos “fe nicena” o “cristianismo niceno” se consideran sinónimos de cristianismo. Están suficientemente definidos en lo esencial, pero todavía libres de las posteriores incrustaciones confesionales que “dividieron” el cristianismo entre las Iglesias de Oriente y Occidente en el siglo XI y las Iglesias Católico Romanas y Protestantes en el siglo XVI.

Queriendo elogiar la plausibilidad de la fe cristiana, en 1952 el intelectual británico C.S. Lewis acuñó la expresión “mero cristianismo”. Lo hizo precisamente para indicar los contornos esenciales de la fe cristiana que se enuclean en el credo niceno, que todos los cristianos, cualquiera que sea la tradición a la que pertenezcan (católico romana, protestante, ortodoxa, etc.), hacen suyos. En la teología ecuménica contemporánea, la “fe nicena”, a la que a menudo se hace referencia como la “Gran Tradición”, se considera la plataforma teológica sobre la que todas las familias cristianas tradicionales deben reconocerse unas a otras, ya que todas ellas proceden del árbol histórico del cristianismo niceno. En esta perspectiva, Nicea es un símbolo del pasado indiviso que se convierte en la esperanza de una unidad que hay que redescubrir.

 

La llamada al cristianismo niceno en el evangelismo

La fuerte llamada a la “fe nicena” va más allá de los círculos ecuménicos. Con el deseo de superar la tendencia fundamentalista que ha minimizado la herencia histórica de la fe, importantes sectores del mundo evangélico han hecho un fuerte llamamiento al evangelismo para que "recupere" el testimonio apostólico que encuentra su símbolo dogmático por excelencia en la fe nicena. Esta invitación apremiante ha puesto en marcha un cierto dinamismo en el estudio de los Padres de la Iglesia en las últimas décadas, incluso entre los eruditos evangélicos. La idea que ha ganado popularidad entre ellos es que la fe nicena (centrada en la profesión de la Trinidad y en una Cristología ortodoxa) es la base común entre los evangélicos y los católico romanos, mientras que las diferencias radicarían en doctrinas como la soteriología, la eclesiología, la mariología, etc. La fe nicena aparentemente compartida por todos es la base común que reflejaría “un acuerdo más profundo” entre todas las expresiones del cristianismo, “a pesar de los profundos desacuerdos” entre ellas que se han producido posteriormente. En palabras de Craig Carter, “la Gran tradición de la ortodoxia cristiana comienza con el Antiguo y el Nuevo Testamento, se cristaliza en los debates trinitarios del siglo IV, y luego continúa a través de Agustín, Tomás de Aquino, los principales reformadores protestantes, el escolasticismo post-reformista y la teología confesional conservadora católica romana, la ortodoxa oriental y la protestante contemporánea”. He aquí el ecumenismo “Niceno” de la gran tradición: un frente transversal que abarca a los conservadores de todas las familias de la cristiandad y que incorpora a todos aquellos que se refieren a Nicea como su plataforma teológica.

La pregunta que hay que hacerse es si la fe nicena puede desempeñar el papel que se le ha asignado. Hay que verificar la verosimilitud de la idea de que el ecumenismo contemporáneo puede encontrar en Nicea un punto de encuentro que precede históricamente a las controversias confesionales, que acoge teológicamente todas las confesiones desarrolladas después de Nicea y que proporciona una base común ecuménica para reconstruir la unidad perdida.

Entonces, ¿es la fe nicena (o puede serlo) la base teológica del ecumenismo contemporáneo? La respuesta es negativa por al menos tres razones. Veámoslas en orden.

 

Tres objeciones al uso ecuménico de la fe nicena

En primer lugar, el vocabulario de Nicea al que se refieren todas las confesiones es el mismo: Dios Padre, Jesucristo, la salvación, el Espíritu Santo, la virgen María, la iglesia, una santa iglesia apostólica católica, el bautismo y la remisión de los pecados. Pero mientras que los significantes son iguales, en la medida en que los mismos sonidos se combinan para formar las mismas palabras unidas en el mismo orden, no puede decirse lo mismo del significado teológico de las palabras utilizadas. Cuando un católico romano se refiere a la “virgen María”, a la “salvación”, a la “iglesia”, etc., ¿quiere decir lo mismo que un evangélico, un ortodoxo o un protestante liberal cuando usa las mismas palabras? Por supuesto que no. Pensemos en la palabra “salvación”: un católico romano la entendería como un viaje sacramental bajo la autoridad de la iglesia y con la ayuda de las intercesiones de María y de los santos; un evangélico entiende que la salvación se basa únicamente en Jesucristo y es recibida sólo por la fe; un liberal tendería a entenderla como el intento de ser una persona mejor que vive en una sociedad mejor. La palabra es la misma, pero el significado es sustancialmente diferente. ¿Cómo puede la referencia a Nicea salvar la brecha? Pensemos en la palabra “iglesia”: el católico romano tiene una visión de la iglesia como una sociedad jerárquica cuyo líder absoluto es el Papa, a quien se le da el título de vicario de Cristo; los evangélicos entienden la iglesia en gran medida como una comunidad de creyentes que dan testimonio del evangelio pero que no prolongan la encarnación de Jesucristo y por lo tanto no reclaman sus prerrogativas. La “Gran Tradición” habla de la “iglesia”, pero ¿creemos en la misma “iglesia”? Los ejemplos podrían multiplicarse fácilmente.

Hay un área de superposición y un área de diferenciación que hace que el uso de los mismos términos sea equívoco. De hecho, las palabras del credo niceno están marcadas por interpretaciones teológicamente diferentes. En la recitación común, la impresión es que todos dicen lo mismo; esto es cierto a nivel fonético, pero no semántico. Denominar a la fe de Nicea la base común puede ser una llamada emocional, pero no es una acción responsable porque, mientras se da la impresión de que decimos las mismas cosas, la realidad es que estamos diciendo cosas diferentes.  

En segundo lugar, Nicea no es un punto de llegada, sino un paso en la historia de la iglesia. Por ejemplo, Nicea fue seguida por Éfeso (431 d.C.), que dogmatizó el título mariano de “madre de Dios”; el Concilio de Trento (1545-1563) que definió la justificación como un proceso sinérgico dentro de un sistema sacramental; los dogmas marianos de la inmaculada concepción (1854) y de la asunción corporal (1950); el Concilio Vaticano I (1870) con el dogma de la infalibilidad papal; y el Vaticano II (1962-1965) con su catolicidad inclusiva. La teología de las diversas tradiciones se caracteriza hoy por una estratificación doctrinal y espiritual que es irreversible y ya no es la de Nicea. Por ejemplo, el catolicismo romano ha dado un estatus dogmático a su mariología y al papado. Estos dogmas marianos y papales inciden en la cristología, la doctrina del Espíritu, la eclesiología y la salvación. Cuando Nicea se refiere a Jesucristo, el Espíritu y la iglesia, el catolicismo romano actual también lee a María en el fondo. Cuando Nicea se refiere a la salvación y el perdón de los pecados, el catolicismo romano después de Trento lee los sacramentos y las indulgencias. No es posible retrasar el reloj como si no hubieran pasado 1.700 años de historia. Es simplista, así como antihistórico, pensar que la profesión común de Nicea puede ser extraída de las importantes adiciones, que se han convertido en las claves interpretativas católico  romanas del cristianismo de credo. Nicea no puede unir a la gente porque los evangélicos y los católicos han desarrollado diferentes dogmas y prácticas en sus historias en todas las áreas clave de la fe cristiana. 

En tercer y último lugar, la fe nicena no puede ser la base del ecumenismo contemporáneo debido al papel diferente que las diversas tradiciones cristianas atribuyen a la profesión de un credo. ¿Qué significa “profesar” un credo como el de Nicea? ¿Aprenderlo de memoria y recitarlo? ¿Creer en las afirmaciones que contiene? ¿Identificarse en la cosmovisión a la que da voz? ¿Realizar un acto convencional vinculado a una práctica religiosa tradicional? ¿Repetir mecánicamente un “tintineo” que evoca nuestra infancia? La gama de posibilidades para la apropiación de Nicea es amplia. Por ejemplo, ¿cuántos cristianos liberales (que no tendrían problema en decir que Nicea es importante) creen que Dios es verdaderamente el Creador de los cielos y de la tierra? ¿Cuán convencidos están de que Jesús nació realmente de la virgen María, o de que resucitó corporalmente de entre los muertos? Si tenemos siquiera un poco de conocimiento de la teología contemporánea, nos daremos cuenta de cuántas interpretaciones hay de estas y otras piedras angulares de la fe cristiana. Entonces, ¿qué significa profesar la fe unida de manera unida si, a pesar de recitar las mismas palabras, creemos doctrinas sustancialmente diferentes? Además, ¿para cuántos cristianos nominales la recitación del credo hace una diferencia en sus vidas? ¿Qué significa decir “Yo creo...” para muchas personas que, a pesar de haber sido bautizadas y de haber asistido ocasionalmente a los servicios religiosos, no son regeneradas y, por lo tanto, no son creyentes? Por supuesto que pueden recitar el credo niceno, pero esta profesión es muy a menudo un ejercicio retórico sin casi ningún valor espiritual. Recitarla juntos no es en sí mismo una forma de unidad.

Referirse a Nicea como la base común del ecumenismo es más un deseo que una esperanza teológicamente responsable. A la luz de estas tres razones, entre las confesiones y tradiciones cristianas hay un desacuerdo más profundo, a pesar de algunas áreas de acuerdo aparente y formal. El camino de la unidad pasa siempre por la verdad bíblica que el Concilio de Nicea trató de honrar, incluso en las complejidades de la historia. En sí misma, Nicea es necesaria. Pero no es suficiente expresar la unidad bíblica por la cual el Señor Jesús oró y dio su vida para alcanzarla.

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