El ‘Annus horribilis’ de la Iglesia Católica Romana

El Papa Francisco sigue aferrándose a la idea de que, mientras sus hijos cometen errores, la iglesia es indefectible.

  · Traducido por Rosa Gubianas

09 DE FEBRERO DE 2019 · 22:25

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Estable. Tradicional. Consistente. Para muchos, ésta ha sido la imagen de la Iglesia Católica Romana. Pero eso fue hace mucho tiempo. La situación actual parece ser muy diferente: incierta, escudriñada, vacilante. Ahora la imagen pública de la Iglesia Católica Romana es la de una institución perturbada que atraviesa una temporada de confusión interna. He aquí algunas señales de la crisis actual.

 

Annus Horribilis

En setiembre de 2016, cuatro cardenales enviaron al Papa cinco preguntas (en latín “dubia”, dudas). Estas preguntas dieron voz a la “grave desorientación  y a la gran confusión” que existe en la comunidad católica respecto a la interpretación de algunas partes clave de Amoris Laetitia (La alegría del amor), el documento papal que relaja el acceso a los sacramentos por parte de los divorciados.

En julio de 2017, más de 200 sacerdotes e intelectuales católicos de todo el mundo escribieron al Papa “una corrección filial sobre la propagación de herejías”, elevando así el tono de la crítica a la denuncia de las desviaciones doctrinales.

A finales de julio de 2017, el Padre Thomas Weinandy, ex jefe de personal del Comité de Doctrina de los Obispos de los Estados Unidos y actual miembro de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano, hizo pública una carta enviada al Papa. En ella argumentaba que “una confusión crónica parece marcar su pontificado oscurecido por la ambigüedad de sus palabras y sus acciones. Esto fomenta en los fieles un malestar creciente. Compromete su capacidad de amor, alegría y paz”.

Esto es sólo la punta del iceberg. En los últimos diez años, han aparecido cosas horribles: primero en Irlanda, luego en Australia, después en Chile, y más recientemente en los Estados Unidos (donde un informe del Gran Jurado de Pensilvania reveló abusos sistemáticos cometidos por sacerdotes) y en Alemania (con un informe reciente que dice que 3.677 niños han sufrido abusos por parte de sacerdotes católicos desde la década de 1940). Son sólo cinco regiones en las que la exposición de las pruebas traumáticas significaba que los escándalos ya no podían ser encubiertos. La impresión es que aún no hemos llegado a la cima. El vasto eco de estos escándalos llegó a la sede del Vaticano cuando el ex nuncio Carlo Maria Viganò acusó a amplios sectores de la Curia Romana de encubrirlos y pidió la dimisión de Francisco debido a su incapacidad para hacer frente adecuadamente a los abusos. También están surgiendo casos de abusos en Argentina que involucran a personas muy cercanas al Papa. 

 

¿Cuál es el problema?

Lo que está sucediendo en este Annus Horribilis socava la credibilidad moral, espiritual e institucional de Roma. Aunque el Papa Francisco sigue aferrándose a la idea de que, mientras sus hijos cometen errores, la iglesia es indefectible (es decir, no se equivoca), la realidad es que es un fracaso de todo el sistema: sus doctrinas, sus prácticas, sus políticas, etc.

El escándalo del abuso no es el caso de unas pocas "ovejas negras" aisladas, ni puede interpretarse la confusión interna como una discusión fisiológica en una gran comunidad. Hay algo malo dentro de la cultura y las estructuras de la iglesia misma. La reciente carta de Francisco al pueblo católico (20 de agosto de 2018) pedía arrepentimiento y preveía procedimientos más estrictos para el reclutamiento del clero, la prevención de abusos y el enjuiciamiento de los abusadores, que se discutirán en una reunión prevista para los días 21-24 de febrero de 2019. Más de 100 eclesiásticos representarán a cada conferencia episcopal. Pero, ¿es suficiente?

El Papa también sugiere que el problema principal reside en el "clericalismo", es decir, en una actitud marcada por la autorreferencialidad  y el desapego de la gente. En una cultura clericalista, el clero a menudo está por encima y lejos de sus rebaños, creando así las condiciones para que el poder incontrolado se convierta en abusivo. En palabras de Francisco, es “una perversión de la Iglesia”. Por más cierto que esto pueda ser, ¿sólo es culpa del clericalismo?

 

¿Es la protección de María la solución?

En medio de este Annus Horribilis, el Papa Francisco ha llamado a su pueblo a dedicarse a rezar a María y al Arcángel San Miguel para pedir su protección. Invitó “a todos los fieles, de todo el mundo, a rezar el Santo Rosario todos los días, durante todo el mes mariano de octubre, y así unirse en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir a la Santa Madre de Dios y al Arcángel San Miguel que protejan a la Iglesia del demonio, que siempre busca separarnos de Dios y de los demás”. El Papa pidió a los fieles que concluyeran el Rosario con la antigua invocación Sub tuum praesidium (Bajo tu protección) y con la oración a San Miguel Arcángel.

La invocación completa Sub tuum praesidium se recita de la siguiente manera:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

La oración contiene referencias a atributos y prerrogativas que en la Biblia están clara y exclusivamente relegadas a Dios, por ejemplo, Su protección, Su aceptación de nuestras peticiones, Su capacidad de liberación y Su gloria y bendición. Y sin embargo, esta oración mariana atribuye todas estas funciones a María y, al hacerlo, desvía el enfoque del Dios Trino hacia María.

Con esta petición de intercesión, el Papa pidió a los fieles de todo el mundo que orasen para que la Santa Madre de Dios coloque la iglesia bajo su manto protector, preservándola de los ataques del diablo. También pidió que el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre concluyera con la oración escrita por el Papa León XIII:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestra protección contra la maldad y las trampas del diablo; que Dios lo reprenda, te lo pedimos humildemente; y hazlo tú, oh Príncipe de la hueste celestial, por el poder de Dios, arroja al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que merodean por el mundo buscando la ruina de las almas. Amén.

En opinión del Papa, María y San Miguel Arcángel son los dos defensores de la iglesia en este Annus Horribilis. Pero, ¿son ellos realmente a los que hay que invocar para recibir ayuda? ¿Es éste un camino bíblicamente viable?

 

¿Adónde va Roma?

No hay duda de que Roma está pasando por momentos difíciles. La institución, que parecía fuerte y estable, muestra ahora signos de grave debilidad a varios niveles. El diagnóstico sugerido de la crisis actual, es decir, la explicación de la "oveja negra" y el mal del clericalismo, parece ser autoprotector  y poco dispuesto a abordar las verdaderas cuestiones en juego. El remedio propuesto para el problema, o sea, la invocación a María y a los santos, es aún más problemático. Tanto el diagnóstico como la curación no muestran ninguna indicación de que se esté produciendo una renovación bíblica radical en la Iglesia Católica Romana en su conjunto. El evangelio todavía está oscurecido por siglos de renuncia a exponer a la iglesia a un tiempo de reforma doctrinal y por decenas de prácticas devocionales que llevan a los fieles por mal camino.

Puede haber movimientos e individuos aquí y allá que están explorando lo que la fe bíblica realmente significa. Sin embargo, en lo que respecta a la institución en su nivel más alto, el actual Annus Horribilis es una oportunidad perdida para redescubrir la verdad, la pureza y el poder sanador del evangelio bíblico. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde Roma - El ‘Annus horribilis’ de la Iglesia Católica Romana