Celestemanías y despilfarros

Creo que hay demasiados problemas realísimos y sangrantes en torno a nuestro mundo como para dedicarnos a sufrir por otros hipotéticos.

20 DE ENERO DE 2019 · 11:00

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Un buen amigo de Radio Bona Nova, compartiéndonos en alegre apreciación, la originalidad de que hubiéramos hablado de Popeye y Olivia en el programa de Hombres que dejaron Huella así como de las inseparables espinacas que tanto fortalecían al famoso marinero, con el mismo amigable tono nos sugirió: por qué no hablar de algunos temas espaciales, como los que se han compartido en los medios de comunicación tanto desde finales de 2018, como en los comienzos de este 2019. Que si agua en Marte, que si la nave “New Horizons” ha hecho historia al volar con éxito hasta las proximidades de Plutón. La declaración de la NASA de haber descubierto el pasado Julio del 2015 el planeta más parecido a la tierra. Que en este principio de año se ha empezado con grandes victorias en la exploración del espacio, pudiendo sobrevolar un objeto llamado Última Thule a 3.500 kilómetros de distancia en el espacio. Es decir, a seis horas y siete minutos luz de la Tierra. Y no podemos olvidar el avance estelar de China, consiguiendo su nave alunizar en la “Cara oculta de la Luna”; así que el buen amigo me pide que hable alguna vez de los habitantes de otros planetas. A él, pese a señalarle yo que ni siquiera conozco estos temas, y que me cuesta comprender el derroche de tales investigaciones, sin hacer caso a mis expresiones, le preocupa si estaremos solos en el universo, si no habrá también otros humanos en lejanos mundos; si éstos habrán pecado y, si han pecado, quién los salvará. Y me declara que todos estos problemas le rondan por la cabeza hasta ofuscarlo. 

Escribo este “Desde el Corazón” que de seguro saldrá en alguno de los programas, sabiendo que le voy a decepcionar enormemente porque, de entrada, digo que a mí no me preocupan en absoluto esos asuntos, que no me interesan, que lo máximo que me suscitan es una leve curiosidad, pero que no estoy dispuesto a invertir demasiados minutos de mi tiempo.

¿Por qué?, por una sencilla razón: porque creo que hay demasiados problemas realísimos y sangrantes en torno a nuestro mundo como para dedicarnos a sufrir por otros hipotéticos. Porque, aunque me fuera interesante descubrir si hay salvación aparte de la nuestra, ya tengo bastante tarea con esforzarme para que la que Cristo trajo llegue a mí y a la gente que me rodea. Porque una de mis grandes decepciones es comprobar que hay gentes preocupadas por problemas que nunca podrán resolver y dejan en la estacada aquellos en los que se podría realmente colaborar.

También, y no sé por qué, tengo la impresión de que la tentación de la fantasía, es como una fuga de la realidad que se está adueñando de los seres humanos. Uno de los sentidos más grotescos, es descubrir los gastos improductivos y despilfarros de recursos que pueden leerse en el documento: “escándalos, despilfarros y subvenciones en España” y que son de diferentes PG del Estado de diferentes Gobiernos y en diferentes años: en febrero del 2010 se publicó que el desaparecido ‑¡menos mal!‑ Ministerio de Igualdad subvencionó el “mapa de excitación sexual en el cuerpo pequeño, carnoso y eréctil, que sobresale en la parte más elevada de la vulva y labios menores”, así como otra serie de proyectos que supusieron la entrega de casi 1,5 millones de euros; y apenas unos meses antes, a finales del 2009, el departamento de Bibiana Aído había dedicado 845.000 euros a diferentes “investigaciones relacionadas con estudios feministas”. De “Fake News” me parecería si no hubiere documentos que indican: que en febrero de 2010 por la Agencia de Cooperación del Ministerio de Exteriores se destinaron 285.000 euros para la “gestión del bosque de pistacho” en Afganistán, así como otros 10 millones en otras “ayudas” a dicho país. ¡Claro que esto es más nutritivo que las aguas de Marte, Afganistán está más cerca! y casi para reír (y son cientos de subvenciones sin ton ni son), otro increíble derroche de mayo de 2011: se publica que el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo aprobó 72 millones en subvenciones dedicadas a fomentar la compra de vehículos eléctricos y “cuadriciclos”. Dicho medio de transporte alcanza una velocidad punta de 45 km/h. quizá con el propósito de llegar algún día a la Cara oculta de la Luna, para descubrir allí sus bazares ya establecidos. 

Desde hace unos años se nos está indoctrinando, no ya en lo fantasioso, sino en lo fantasmagórico. En literatura triunfan “historias interminables”; “los zombis”; los “hobbits”; los “Potters”; “los marcianitos”; los “alienígenas” y demás monstruitos más o menos amables. En los cines y la televisión privan las guerras de las galaxias, los “gremlims”, y las múltiples variantes de comparsas de otros planetas. Hasta en lo religioso han aparecido diablos, diablejos y engendros diabólicos, incluso quienes prefieren inventados Cristos McDonalds y astronautas a los Evangelios. Nada nuevo en rigor, hemos pasado de la Blancanieves y los siete enanitos, incluso del simpático ETE a pequeños monstruos verdes, pardos o sanguinolentos, hundiéndonos en el camino del infantilismo cada vez más tenebroso. Con una diferencia: que antes a Caperucita la enviábamos a cuidar a su abuela y ser salvada de un peligro algo más real, el lobo; para de algún modo ensalzar cosas buenas más o menos verdaderas; y ahora se nos dirige a los adultos, no a la infancia, sino al infantilismo, no a la fantasía poética y creadora, sino a los más cutres recursos de “mangas” y “tebeos”. ¿Cómo va a sorprenderme que alguien no esté obsesionado con los presuntos habitantes de Marte?.

A mí me interesa mucho la esperanza del futuro como una fuerza que me implica en el presente. Puedo “Desde el Corazón” comprender que el hombre quiera permitirse algunos “descansillos” en la manera de vivir. Pero lo que no puede es cegarse voluntariamente y vivir en otros planetas cuando es en este donde tenemos que trabajar. A mí, al menos, me interesa mucho más el hambre de quienes me rodean o el de Mozambique que la carrera de las galaxias; más lo que mis vecinos desconocen de Cristo que el saber si Él también murió en Plutón; más de lo que no comen los parados en España, que la lechuga que, según los recientes adelantos, han comido los últimos astronautas, cultivadas en la nave espacial. La ciencia-ficción tiene mucha ficción y poca ciencia genuina, y me parece, en dosis masivas, -como se nos proporciona- una droga tan peligrosa como la cocaína. Con la diferencia que esta celestemanía se visualiza con todas las anuencias de los medios.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Celestemanías y despilfarros