Ad-venio...venir, llegar

Con la globalización y el imperante espíritu laico, las fiestas han perdido su sentido original.

02 DE DICIEMBRE DE 2018 · 21:00

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Escribo este Desde el Corazón días antes de que empiece el primer Domingo de Adviento, y no pienso que lo haga para añadir a la Navidad la cantidad de hojarasca con la que ya se le ha puesto alrededor: una profusión barroca, adornos casi de grafiteros electrónicos, cada año más seculares, intencionados o no, que la deforman y la enmascaran. Escribo, y espero que no, contagiado porque los grandes almacenes ya han encendido como en las calles, sus reclamos de Navidad sin esperar siquiera a la llegada de Adviento. 

Escribo cuando los anuncios navideños se mezclan con las prolíficas rebajas del “Black Friday”, esa escandalosa importación consumista, que nos abate al contemplar tanta publicidad y escaparates más colonizados por el Inglés que a los monitos del Peñón de Gibraltar que con Brexit o sin Brexit seguirá siendo Brithis y la Unión Europea ni “mu”.

Escribo también como ya he dicho, antes de la primera fecha de Adviento, porque además cada vez me resulta más raro ver anuncios en castellano, y me permito protestar, pues algo Protestante soy, como queriendo ser una vocecita de alarma ante este aluvión manejado por economistas, publicistas y sociólogos que también influencian la prensa, y que maltratan nuestro idioma ¿hará algo la Real Academia Española o el Gobierno?

Escribo recordando cuando en mis tiempos de la Escuela Pública, en las fechas del Adviento, aquel entrañable don Pedro utilizaba los Sábados para que en el dictado nos hacía leer (y debo decir que este “aprendiz de escribidor” era uno de los requeridos lectores) historias relacionadas con el tiempo de preparación por el día de la Natividad. Aún tengo en mi memoria la Enciclopedia Álvarez con la figura de Juan Bautista en el desierto vestido de pieles, comiendo langosta y miel silvestre, predicando junto al Jordán; diciendo: “arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. “Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas…” y aquel noble Maestro nos explicaba, que el Adviento venia del Latín “ad-venio”, que quiere decir “venir, llegar” y así, nos enseñaba que el Adviento está dividido en dos partes: las primeras dos semanas sirven para meditar sobre la venida final del Señor, cuando ocurra el fin del mundo; mientras que las dos siguientes sirven para reflexionar concretamente sobre el nacimiento de Jesús y su irrupción en la historia del hombre en Navidad. Para mí aquello era el preludio de que se acercaba la Navidad, del tiempo en que no habría escuela, que correría a recoger musgo para preparar mi Belén, y anhelando los días en que saldríamos a las calles cantando villancicos con panderetas y zambombas y pidiendo aguinaldos.

Ahora Desde el Corazón siento que con la globalización y el imperante espíritu laico, las fiestas han perdido su sentido original. Ahora todo eso ha cambiado. Lo peor es que la gente celebra no sabe qué y confunde Navidad con Noelidad. Y aunque muchos hogares y portales adornen sus casas con la “corona de Adviento”, hecha con muérdago y acebo, con las cuatro velas, una para cada Domingo, no saben que significa amor, paz, tolerancia y fe, virtudes realmente necesarias en los tiempos que corremos.

Con todo y con eso nuestra visión de la Navidad no debería verse afectada, porque pese a los incrédulos, los antisistema -que no ante el disfrute de las fiestas y las pagas extraordinarias que cobran-, la razón de ser es por tópico que les parezca, recordar el nacimiento de Jesús, y con fehacientes pruebas históricas, la Historia de la Humanidad sería totalmente distinta si Jesús no hubiera venido al mundo. No se trata simplemente de que la sabiduría moralmente elevada de Cristo y por ende del Cristianismo es la más pura, honesta y constructiva para los hombres; quizá por ello, los corruptos, los explotadores, la gente de mal vivir y gobernar no la quieren. Si Jesús no hubiera venido, la esclavitud seguiría considerándose algo normal e incluso obligado, pues ya Aristóteles enseñaba a sus pupilos, que “algunos hombres nacen para ser esclavos”; las mujeres seguirían casándose a los doce años; el límite de edad establecido por “la Ley de las XII Tablas”, en matrimonios concertados; los niños podrían ser abandonados por sus padres nada más nacer y mucho más las niñas, si convenía a la economía del hogar, que en el caso de las niñas -siempre convenía-, para los ancianos siempre se encontraba alguna forma de eutanasia. Pensemos e investiguemos, sin haber nacido Jesús, no nos habría llegado una cultura clásica salvada por el cristianismo. Tampoco habríamos conocido la fundación de la Universidad en la Edad Media, ni la revolución científica del siglo XVI, la doctrina contemporánea de los Derechos Humanos o la democracia moderna, ni el establecimiento de Hospitales. Nada de esto y mucho más, no tendríamos si Jesús no hubiera nacido. Y Desde el Corazón por encima de todo, millones de personas no habrían sabido lo que es la paz de corazón, ni sentir la esperanza en medio de las dificultades, ni experimentar la paz serena en la vida tras la muerte. Todo esto está al alcance de los que abren su corazón a Jesús, no sólo en tiempo de Adviento, sino siempre, por haber recibido a Jesús en su corazón a pesar de la desastrosa casta política que padecemos y las crisis económicas que se barruntan. Alegrémonos, pues, aunque parezca que no hay motivos, los hay en abundancia, incluso porque en este 2018 podemos dar gracias a Dios porque hace más de dos mil años nació Jesús. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Ad-venio...venir, llegar