La inerrancia de la Biblia

Una respuesta al Dr. Máximo Garcia Ruiz sobre el tema de la inerrancia bíblica.

18 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 07:41

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I. Introducción

Desde 2016, el Dr. Máximo García Ruiz ha publicado por lo menos cuatro escritos sobre la inerrancia, a saber, el capítulo cinco de su libro Redescubrir la Palabra y tres artículos en lupaprotestante.com que se llaman (en orden cronológico) “Teología inclusiva y tolerante. El peligro del “evangelicalismo”, “Fundamentalismo, Inerrancia y Teología de las emociones” e “Inerrancia bíblica (Declaración de Chicago)”. La manera en la cual el Dr. García habla de la inerrancia hace pensar que dicha doctrina es una tontería y una amenaza a la iglesia actual. Por ejemplo, en “Teología” dice que es una “perniciosa, falaz y herética doctrina”, en “Fundamentalismo” dice que la Declaración de Chicago (la declaración contemporánea más conocida sobre la inerrancia) es “el documento más reaccionario, fundamentalista e irracional conocido en la historia del cristianismo” y dice en “Inerrancia” que dicha “Declaración” fue escrita por “los sectores más radicales y fundamentalistas de los evangélicos norteamericanos”. De hecho, según el Dr. García, una razón principal por la cual la gente sigue creyendo en la inerrancia “no siempre es (aunque sí lo sea en ocasiones) a causa de la falta de conocimiento, sino al miedo a contravenir las normas impuestas por algún gurú; un miedo cerval a la investigación” (ver “Teología”).

Sin embargo, lo que más me choca de los escritos del Dr. García no es necesariamente su postura (aunque no estoy de acuerdo con él), sino la falta de rigor en sus análisis. Es decir, aunque el Dr. García ha aportado mucho a la iglesia protestante en otros sectores de conocimiento, sobre este tema me temo que se le tiene que aplicar el famoso proverbio “el que menos sabe más pontifica”. En concreto, veo cinco errores graves con los escritos publicados por el Dr. García, a saber, su ignorancia de datos básicos acerca de la inerrancia, su ignorancia de la postura universal de la iglesia primitiva, su ignorancia de la evidencia bíblica, su incapacidad de poder distinguir entre la inerrancia y la hermenéutica y, lo más serio de todos, su tendencia marcionista de desfavorecer el Antiguo Testamento a favor del Nuevo Testamento. A continuación, estudiaremos en más detalle cada error, basando las respuestas en las citas que he sacado de sus escritos publicados. Espero que dicho enfoque deje claro que no estoy basando mis argumentos sobre sentimientos, sino sobre un análisis detallado de sus escritos.

 

II. Ignorancia de datos básicos acerca de la inerrancia

El Dr. García demuestra que no conoce los datos básicos frecuentemente mencionados en el tema de la inerrancia. Por ejemplo, en “Fundamentalismo” dice que “La palabra inerrante, aplicada a la Biblia es, sin embargo, muy reciente, data del año 1978”. Pero una simple búsqueda en Google le podría haber enseñado que la palabra inglesa “inerrant” data del s. XIX y un poco más de investigación le podría haber enseñado que la palabra inglesa “infallible” fue su equivalente en los siglos XVII-XVIII (y como se verá a continuación, el concepto remonta a la iglesia primitiva). Otro ejemplo de su ignorancia de datos básicos se encuentra en su “Inerrancia” en el cual dice que la “Declaración de Chicago” fue “firmada por 240 teólogos evangélicos […] norteamericanos”. Sin embargo, una vez más una simple búsqueda de Google le podría haber dado acceso al documento en el que se ennumeran los firmantes de la «Declaración», el cual demuestra que eran más que 300 firmantes, y no solamente norteamericanos sino eruditos de varias partes del mundo (después de todo, el encuentro se llamaba el “Concilio internacional sobre la inerrancia de la  Biblia”). Por último, el Dr. García demuestra su desconocimiento al contradecirse de manera inconsciente cuando, por un lado explica en “Fundamentalismo” acerca de textos bíblicos en los que “se han añadido textos espurios, mutilaciones, revisiones, etc.”, y por otro lado en el mismo artículo cita Juan 8:11 y Hch 8:36b-37a, ¡dos de los textos más famosos del fenómeno del cual acaba de quejarse! En fin, el Dr. García no ha hecho el mínimo trabajo necesario para publicar sobre un tema complejo como la inerrancia.

 

III. Ignorancia de la postura de la iglesia primitiva

En su artículo “Inerrancia”, el Dr. García dice lo siguiente acerca de la postura de la iglesia primitiva: “Es cierto que los defensores de la inerrancia bíblica se apoyan, o pretenden apoyarse, en algunos […] Padres de la Iglesia, en cuyos textos, igualmente descontextualizados, pretenden fundamentar históricamente su postura. Incluso si así fuera, es decir, si un Agustín, un Orígenes o, incluso, un Clemente de Alejandría, hubieran apuntado algo en ese sentido, cosa que no es cierta…”. Es decir, según el Dr. García los inerrantistas no tienen ningún argumento histórico donde basar su postura, sino que se remonta al año 1978 (ver “Fundamentalismo”). En respuesta, me gustaría compartir unas citas de la iglesia primitiva y luego proponer un reto al Dr. García.

Primero, las citas. No voy a incluir todas las citas que podría (los lectores tendrán que esperar la publicación del libro), pero aquí sólo comparto algunas de las más claras e importantes con respecto a la inerrancia. Incluyo el original griego y el latín en las partes más importantes para que no haya duda sobre la traducción.

  • El autor de 1 Clemente (c. 95 d. C.) dice que las Escrituras son verdaderas y no falsas: “Os habéis inclinado sobre las Sagradas Escrituras, las verdaderas (τὰς ἀληθεῖς), las inspiradas por el Espíritu Santo. Sabéis que nada injusto ni falso (οὐδὲν ἄδικον οὐδὲ παραπεποιημένον) ha sido escrito en ellas.”
  • En su obra Diálogo con Trifón, Justino Mártir (m. 165 d. C.) dice que las Escrituras no se contradicen: “[…] mas si lo has hecho pensando que vas a meter mi razonamiento en un callejón sin salida y obligarme a decir que las Escrituras se contradicen entre sí (ἐναντίας […] ἀλλήλαις), te has equivocado. Pues yo jamás tendré la audacia de pensar ni decir semejante cosa. Si alguna vez se me objeta alguna Escritura que parezca contradictoria (ἐναντία) con otra y que pudiera dar pretexto a pensarlo; convencido como estoy que ninguna puede ser contraria a otra (οὐδεμία γραφὴ τῇ ἑτέρᾳ ἐναντία ἐστίν), por mi parte, antes confesaré que no las entiendo, y a los que piensan que puedan entre sí contradecirse (ἐναντίας), pondré todas mis fuerzas en persuadirles que piensen lo mismo que yo.”
  • En el tercer libro de su obra Contra herejías, Ireneo (m. 202 d. C.) defendió el evangelio de Lucas de cualquier especie de error: “Si alguno se atreve a acusar a Lucas de “no conocer la verdad (veritatem)”, claramente rechaza el Evangelio del que pretende ser discípulo. En efecto, muchas cosas del Evangelio, y entre las más necesarias, las conocemos sólo por él, como por ejemplo [cita varias cosas del Evangelio]. Es preciso, pues, o que ellos acepten el resto de su doctrina, o que renuncien a toda ella. No tiene ningún sentido para quienes piensan un poco, acoger algunas de las enseñanzas de Lucas como si se tratase de la verdad (veritatis), y rechazar otras porque “no conoció la verdad (veritatem)”.”
  • En su obra Preparación del evangelio, Eusebio de Cesarea (m. 339 d. C.) usa las palabras “inerrante” e “infalible” para describir la Biblia: “Por ello, es posible contar, como ya se ha dicho, con infinidad de demostraciones razonadas, sabias y lúcidas, obras de autores recientes, escritas en defensa de nuestro pensamiento, junto con no pocos y laboriosos comentarios sobre las sagradas y divinas escrituras (τὰς ἱερὰς καὶ ἐνθέους Γραφὰς), que demuestran con todo rigor la inerrancia (ἀψευδές) e infalibilidad (ἀδιάπτωτον) de quienes nos anunciaron desde el principio la verdad de nuestra religión.”
  • En su Epístola 82 (dirigida a Jerónimo), Agustín (m. 430 d. C.) dice que la Biblia está libre de todo error y que es verdadera en todas sus partes: “Confieso a tu caridad que sólo a aquellos libros de las Escrituras que se llaman canónicos he aprendido a ofrendar esa reverencia y acatamiento, hasta el punto de creer con absoluta certidumbre que ninguno de sus autores se equivocó (errasse) al escribir. Si algo me ofende en tales escritos, porque me parece contrario a la verdad, no dudo en afirmar o que el códice tiene una errata (mendosum), o que el traductor no ha comprendido lo que estaba escrito, o que yo no lo entiendo. Mas, cuando leo a los demás autores, aunque se destaquen por la mayor santidad y sabiduría, no admito que su opinión sea verdadera (verum) porque ellos la exponen, sino porque lograron convencerme, recurriendo a los autores canónicos o a una razón probable que sea compatible con la verdad (a vero). No creo, hermano, que tú opines otra cosa; no creo, digo, que tú quieras que se lean tus libros como los de los profetas y apóstoles, libres de todo error (omni errore) y acerca de los cuales sería abominable dudar. […] éste es el punto que atañe a la cuestión que ventilamos, a saber: que la verdad (veritatis) de las divinas Escrituras es por todas sus partes (ex omni parte) segura (verax) e indiscutible, puesto que los mismos apóstoles, y no cualesquiera otros, la encomendaron a nuestra memoria para edificar nuestra fe; por esa razón fue asimismo recibida en la cumbre canónica de la autoridad.”

Podría seguir citando textos, pero aquí voy a parar. Lo que es claro es que no estamos hablando de “un Agustín, un Orígenes o, incluso, un Clemente de Alejandría”, sino de la postura universal de la iglesia primitiva. 

Aquí por tanto presento los dos retos que prepongo al Dr. García: 1) ¿He descontextualizado estas citas? 2) ¿Puede proporcionarme citas de la iglesia primitiva que contradigan las que he expuesto aquí?

 

IV. Ignorancia sobre el testimonio bíblico

Según sus escritos publicados, el Dr. García no cree que haya ningún fundamento bíblico para creer en la inerrancia. Por ejemplo, en su “Inerrancia” dice: “Es cierto que los defensores de la inerrancia bíblica se apoyan, o pretenden apoyarse, en algunos versículos de la Biblia fuera de contexto…”. Asimismo dice en el mismo artículo que la “Declaración de Chicago está repleta de afirmaciones y negaciones absolutamente subjetivas y de ocurrencias personales que se han elevado a colectivas, sin rigor ni soporte bíblico, racional o histórico.” 

En respuesta, sólo puede ofrecerse un resumen de la evidencia bíblica y volver a ponerle otro reto al Dr. García. Una vez más, no puedo poner todas las citas que podría, pero aquí comparto algunas de las citas más claras e importantes.

  • Dios es verdadero. Juan 3:33 dice: “El que recibe su testimonio, ese atestigua que Dios es veraz”.
  • Dios habla la verdad. Proverbios 30:5 dice: “toda palabra de Dios es limpia”.
  • Dios pone sus palabras en boca de los profetas. Números 22:38 ilustra este fenómeno: “¿podré ahora decir alguna cosa? La palabra que Dios ponga en mi boca, esa hablaré” (cf. Jer 1:9, etc).
  • Los autores afirman hablar la verdad. En Romanos 9:1 Pablo dice: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo”.
  • Hay un vínculo muy estrecho entre las palabras de Dios y las palabras escritas por los profetas. Zacarías 7:12 dice: “para no oir la Ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su espíritu, por medio de los primeros profetas”.
  • Las Escrituras fueron expiradas por Dios. En 2 Timoteo 3:16 Pablo dice: “Toda la Escritura es inspirada [literalmente «expirada»] por Dios”.

De nuevo, la evidencia es unánime y unívoca: toda la Escritura viene de Dios, el cual es verdadero y habla la verdad (independientemente del tema). 

Aquí propongo otro reto al Dr. García: ¿Me puede dar citas de la Biblia que van en contra de las citas que he expuesto aquí? Dicho de otra manera, ¿qué evidencia tiene que le lleva a la conclusión de que la Biblia tiene errores?

 

V. Confusión entre la inerrancia y la hermenéutica

Una de las cosas más frustrantes al leer los escritos del Dr. García sobre la inerrancia es su incapacidad de hacer la distinción fundamental entre la inerrancia y la hermenéutica. Por ejemplo, comienza su artículo “Teología” hablando de “la perniciosa, falaz y herética doctrina que proclama la inerrancia de la Biblia”, pero luego dedica casi el resto del artículo a temas hermenéuticos, como por ejemplo la ética del Antiguo Testamento, el vestido de la mujer en la iglesia, el divorcio y la comunidad LGTBI. Asimismo, la primera oración de su “Fundamentalismo” comienza así: “Primero fue la lectura literal de la Biblia que derivó en la doctrina de la inerrancia bíblica para desembocar en la teología de las emociones, pasando por la teología de la prosperidad…”. Por último, dice en su “Inerrancia” que como la Declaración de Chicago dice que si “la Biblia no contiene error alguno” entonces “es preciso aceptar literalmente todo su contenido”.

Es una pena que el Dr. García no haya podido hacer esta distinción fundamental, porque la mayoría de sus quejas tienen que ver, no con la inerrancia, sino con varios enfoques hermenéuticos con los que no está de acuerdo. Se queja en “Teología” de los que no aceptan la comunidad LGTBI, en “Fundamentalismo” de la teología de la prosperidad y en “Inerrancia” de la renuncia de Francis Beckwith a la Sociedad Teológica Evangélica por haberse convertido en católico, pero ningunas de dichas quejas tienen que ver con la inerrancia en sí. Sin embargo, para el Dr. García, la inerrancia es un término prácticamente sinónimo con una hermenéutica “fundamentalista-literal” (ver “Fundamentalismo”). Por lo tanto, es casi cómico cuando de manera inconsciente se contradice, al atacar en su “Fundamentalismo”, por un lado a algunos “renombrados líderes del movimiento pentecostal y carismático” como por ejemplo Joel Osteen, Creflo Dollar, Kenneth Copeland, Cash Luna y Jimmy Swaggart, y por otro lado dice que “es de justicia señalar que muchos líderes del movimiento pentecostal y carismático han censurado firmemente esta doctrina por considerarla contraria a la enseñanza de las Escrituras”. ¡Aparentemente no se ha dado cuenta de que muchos (si no todos) de estos otros líderes también son inerrantistas! El Dr. García debería haber seguido el ejemplo de Orígenes del s. III: “Después de haber hablado de modo sumario acerca de que las divinas Escrituras son inspiradas por Dios [inspiración, inerrancia], es necesario examinar la manera de leerlas y de comprenderlas [hermenéutica], porque la mayor  parte de los errores han surgido porque muchos no han encontrado el método con que se debe recorrer las santas lecturas” (De principios 4:2:1).

 

VI. El enfoque marcionista del Dr. García

Como último punto, y quizá el más grave, el Dr. García demuestra una marcada tendencia de poner en duda la inspiración de varias partes de la Biblia, sobre todo ciertas porciones del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el capítulo cinco de su libro Reduscubrir la Palabra, dice lo siguiente: “…si los libros de la Biblia no han sido “dictados por Dios”, entonces ¿qué significado debemos dar al hecho de que sean considerados como una revelación?, ¿cómo y en qué cifrar la presencia de Dios en los textos sagrados? […] …se deriva la necesidad de ir separando el grano de la paja, de aprender a leer la Biblia aplicando las herramientas que nos permitan distinguir entre lo que es Palabra de Dios -que siempre ha de apuntar a esa imagen de Dios liberadora y no discriminatoria- y lo que son relatos históricos, sociales, costumbristas o anecdóticos”. Asegura que sólo se puede encontrar revelación en Jesucristo y luego dice: “Dicho de otra forma, en palabras de Andrés Torres Queiruga, “la revelación no es la Escritura, si bien podemos encontrar revelación en ella”. También en el mismo capítulo dice lo siguiente acerca del libro de Ester: “Parece razonable afirmar que esa historia no es Palabra de Dios y lo deducimos porque tenemos un referente superior que sirve para filtrar el mensaje divino precisamente a través de la enseñanza de quien sí es en sí mismo Palabra de Dios: Jesús de Nazaret”. Pero el comentario más preocupante puede ser lo que dijo en su “Teología” sobre la relación entre los dos Testamentos con respecto a la ética: “Existen muchas razones para no leer la Biblia en su literalidad, pero si tuviéramos que señalar una sola, tendríamos que hacer referencia a su dimensión ética a fin de poder armonizar la idea de un Dios de amor y misericordia tal y como lo muestra Jesús el Cristo, con la imagen de un Dios justiciero y vengativo, conforme era percibido por el judaísmo pre y post Esdras-Nehemías”.

Lo que se destaca de estas citas del Dr. García es una tendencia a buscar un canon dentro del canon, es decir, a colocar unos textos o ideas en el centro de la lente hermenéutica e interpretar los otros textos a la luz de ellos. Todos tenemos una tendencia a hacer lo mismo, pero lo que me preocupa del Dr. García es el menosprecio que tiene por cualquier texto de la Biblia que no hable de un Dios inclusivo, tolerante y libertador (tal y como él define los términos). De hecho, su hermenéutica le lleva a descartar del canon el libro de Ester. No le voy a imponer la etiqueta “marcionista”, pero veo cierta tendencia en sus escritos hacia dicha postura, lo cual me preocupa bastante.

Así que tengo dos preguntas directas para el Dr. García con respecto a su hermenéutica: 1) ¿Son inspiradas por Dios las partes de la Biblia que hablan de “la imagen de un Dios justiciero y vengativo”? 2) Si Ud afirma que no han venido de Dios, ¿nos puede dar citas de otros cristianos de generaciones previas (sobre todo de los primeros siglos) que hayan afirmado lo mismo?

 

VII. Conclusión

El Dr. García ha dicho que la inerrancia es “perniciosa, falaz y herética” (ver “Teología”) y que la “Declaración de Chicago” es “el documento más reaccionario, fundamentalista e irracional conocido en la historia del cristianismo” (ver “Fundamentalismo”), que sus contenidos señalan “los aspectos más radicales o contrarios a la enseñanza de Jesús de Nazaret” (ver “Inerrancia”), que se trata de “un discurso radical en contra del sentido común y la enseñanza de Jesucristo, elaborado por personas vocacionalmente inclinadas a controlar la conciencia de sus semejantes” (ver “Inerrancia”) y que “la lectura literal de la Biblia, que da origen al fundamentalismo religioso, es la madre de todos los desvíos teológicos, llámense inerrancia bíblica…” (ver “Fundamentalismo”). Pero estos comentarios dicen más de la ignorancia del autor que de los supuestos fallos de la doctrina de la inerrancia o de la “Declaración de Chicago”.

El Dr. García ha demostrado su ignorancia total de los conceptos más básicos e importantes a la doctrina de la inerrancia. No lleva a cabo una exégesis profunda sobre los textos clásicos sobre la inspiración (p. ej., 2 Tim 3:16; 2 Ped 1:19-21), no cita la postura de la iglesia primitiva y no ha sido capaz de hacer una distinción básica entre la inerrancia y la hermenéutica. Seguramente el Dr. García ha servido a la iglesia protestante de otras maneras muy efectivas, pero en este caso está totalmente perdido. Cuando leo escritos por otros académicos con el título de doctorado, me creo cierto nivel de expectativas, y el Dr. García ni siquiera ha llegado a cumplir con los requisitos básicos que espero de mis alumnos de primer curso. Estoy pendiente de las respuestas del Dr. García para que juntos podamos avanzar en el discurso sobre la inerrancia.

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