La desacreditación de la razón

Estamos asediados de irracionales dialécticas; no entendemos si no es a través de ellas.

10 DE NOVIEMBRE DE 2018 · 17:00

Fragmento del cuadro El sueño de la razón, de Goya. / Wikimedia Commons,
Fragmento del cuadro El sueño de la razón, de Goya. / Wikimedia Commons

De una pieza no somos. Pero tampoco de demasiadas. Al menos en el aspecto del que voy a hablar; en otros aspectos, sí somos un batiburrillo innumerable. Popularmente tres partes nos construyen: cuerpo, alma y espíritu, si se me permite llamarlas partes, pero están tan imbricadas que no es fácil explicar cómo se relacionan unas con otras. De ellas, dos con diferente prensa. De entrada, diré que no me refiero a que al mismo tiempo seamos ángeles y demonios; a que la bella y la bestia coincidan en cada uno de nosotros. “Desde el corazón” es cierto que somos y actuamos con cal y arena, pero quiero hablar de otra cosa.

El hombre pertenece como todas las creaturas, al Creador, no obstante, por dicha o desdicha, según su actuación experimenta de la una o la otra. Así mismo, tiene un excelente atributo, como resto de la imagen del Creador, que es una vida consciente de sí misma. De ahí que se le trate en el concepto del Apóstol Pablo “como el hombre natural, que no entiende las cosas del espiritual”, también como “animal racional”, de ahí, que algunas veces puedo haber pensado que sería más feliz siendo un poco más animal, algo así como canta Roberto CARLOS: “quisiera ser civilizado como los animales” y por el contrario, con frecuencia, he aprendido que siendo menos animal, se es más dichoso.

Las especiales láminas de aguafuerte de la obra pictórica de Goya: “El sueño de la razón” parecen estar mostrando que abandonada la razón se producen monstruos imposibles. Y el teólogo describe que es la propia razón quien los produce, cuando esta rechaza el espíritu de luz del creyente nacido de nuevo. Cuando Goya tituló este sueño de la razón engendrando monstruos, no se refería a los desastres de la guerra o de las tempestades, sino los seres que pueblan la fantasía separada del Creador y desprestigian la razón pura y sana, la del Evangelio.

Esa lucha entre la razón y la sinrazón, está bien explicitada en la enseñanza bíblica entre la “mente espiritual” y la “mente carnal”, entre la que se somete al Creador y la que sigue al Embaucador de este mundo, llamado Diábolos, que encuentra en la mente carnal el terreno adecuado para sus demagogias y dialécticas. Expresado de este modo, los que rehúyen todo significado espiritual de la vida dirán: ¡va, cosas de místicos! pero los que presumen de intelectualidad y formados en el mundo de la filosofía, sin la rebeldía innata de su ser carnal, siguen sin darse cuenta los dioses que inventaron los griegos con Apolos y Dionisos, el dios de la racionalidad y el de la irracionalidad. El de lo elevado y la belleza y el de la sensualidad desatada, el poder luminoso y el poder oscuro, el sobrio y el ebrio. Todos tenemos algo de los dos, y es la dosis lo que nos define, así como el camino hacia el que proseguimos lo que nos distingue. 

“Desde el corazón” puedo imaginar que lo más elogiado, por supuesto, sea lo apolíneo, el loable esfuerzo, la progresión esforzada, costosa y lenta desde la animalidad hasta la estatura de varón perfecto, lo que en el mundo teológico llamamos “santificación” y en el secular de buenas intenciones no rechazarán porque el crecer hacia lo mejor, es incuestionablemente idílico. Yo estoy aprendiendo en la medida que maduro, a desconfiar de la mera razón, de la dialéctica y la demagogia tan prolífica en la política. Veo como poco razonable la distorsión de los tribunales: ¡que paguen los Bancos!; ¡que paguen los clientes!; ¡veremos quién paga!; catorce jueces por un lado y 13 por otro. No entiendo que unas sentencias de tribunales de aquí, sean descalificadas por otros de Estrasburgo, y que la campechanía de una juez del ayer, considerándola ahora sin sesgo imparcial, sea usada por bandos de una y otra parte, para descalificar a un Estado como España, como un Estado sin derecho. Es bastante irracional que mientras unos defienden apertura de clubes para el uso del cannabis y otras hierbas, quieran elaborar leyes para cerrar otros clubes que puedan servir de enaltecimiento de un Caudillo –que rechazamos, obviamente ya desde un 21 de Noviembre desprestigiado de todo honor y justicia. Como irracional que ni Gobierno, ni Iglesia ni familia, sepan dónde colocar los exhumados despojos. Disparatado el raciocinio de que un Govern aliente a los ciudadanos a delatar los centros, tiendas, escuelas y establecimientos que no inclinen lo de la inmersión lingüística hacia su parcela; y además se nombren “inspectores” para recoger dilaciones y testimonio de delatores, llamándolos “comisarios”, a fin de establecer las multas correspondientes, concepto que me recuerda la URSS.

Estamos asediados de irracionales dialécticas; no entendemos si no es a través de ellas; nadamos entre ellas como en el agua espesa del Mar Muerto que no permite hundirse. No nos detenemos suficientemente en la cuenta de que en los momentos resolutorios y absolutos, una razón carnal sólo producirá convicciones carnales, nuestro raciocinio maltrecho por el pecado tiene falta de luz. La luz que ilumina el corazón transformado por la Gracia de Dios de la piedra a la carne a la sensibilidad. Una virtud que amplía el horizonte, con la valentía de recomendar al cristiano que: “lo examine todo y retenga lo bueno” ampliando esto el Senador de Tarso: “por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Claro que para esa forma de razonar nada descreditada, se necesita “nacer de nuevo”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - La desacreditación de la razón