Las noticias como drogas

Desintoxiquémonos. No nos limitemos a desarraigar tan virulentas hierbas, sino que plantemos buenas semillas. 

20 DE OCTUBRE DE 2018 · 20:30

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Auto obligado prácticamente varios días a la semana (en especial los Lunes), para resumir los guiones radiofónicos sobre “Noticias de Antaño y Actualidad”, para el programa “Hombres que dejaron Huella”, debo leer, escuchar y, en algunos momentos, visionar el “mundo de las Noticias”. Este viejo concepto que en latín, notitia, se nos enseñaba como el contenido de una información que nunca antes había sido comunicada. En otras palabras, la noticia constituye un saber o un conocimiento nuevo. Un término que tenía cierta pureza y que los códigos deontológicos de las Ciencias de la Información, resaltaban que debían ser usados en veracidad y honestidad. 

En los medios de comunicación masivos, por noticia se entiende un texto o un testimonio que le permite al público estar al tanto de un episodio novedoso, reciente o fuera de lo común, que se ha desarrollado en una comunidad específica, en un País o en un contexto particular, hoy con alcance global, lo que amerita su difusión. No obstante, quizás porque envejezco, o acumulo juventud y me creo más maduro, “Desde el Corazón” pienso, porque leo, que las noticias verdaderas son casi tan malas como las falsas. Más que esto, son la droga más dañina, nauseabunda y adictiva de nuestra era moderna; evidentemente salvando las honrosas excepciones.

Casi nos podemos olvidar de los “mojitos” las “caipiriñas”; “el bingo” o la “marihuana”, que para uso recreativo ya se ha legalizado en Canadá ¡qué gran progreso!: las noticias son las que aturden el cerebro, nuestra visión del mundo, nos intoxican de cacofonías y nos hacen recelosos de nuestra sociedad. Y esto no lo digo simplemente “Desde el Corazón” ni metafóricamente ni como una hipérbole: las noticias arruinan mucho más de lo que nos gustaría. 

Según estadísticas, el ochenta y cinco por ciento de los occidentales vemos las noticias a diario; de tres cuartos de hora a hora y media al día, es decir, tres años completos de una vida. Y esta dedicación se ha convertido en un factor decisivo de la imagen que tenemos del mundo, más importante que la fe, la educación, el civismo, las clases sociales o los abandonados “valores absolutos”.

Tres cuartas partes de las preguntas realizadas en el Parlamento se basan en los reportajes emitidos en las noticias, y como decía mi viejo profesor de Ciencias “a las pruebas me remito”, yo simplemente aconsejo la sabia observación. Los resultados de las elecciones, antes de ellas, todos van a ganar, después de ellas, aun los perdedores han ganado, pero cada vez estamos más influenciados por las noticias y las encuestas que se publican en los informativos que aparecen durante las dos últimas semanas antes de celebrarse. Incluso cuando algún descerebrado declara que un “proceso” se habría ganado “si en él hubiera habido algún muerto”.

Las noticias son una fuente inagotable de incidentes negativos y sensacionalistas sin contexto. Sus ingredientes principales son los conflictos, las corrupciones, la agitación, el miedo, el peligro, los chismes -que estimulan a los que viven para el “corre, ve y dile”, las inmoralidades y las mentiras; éstas agitan la indignación, la furia, la ansiedad, la desconfianza. Generan miedos sobre conceptos erróneos y nos hacen recelar de la gente equivocada. Hacen aumentar nuestro cinismo sobre la sociedad, los políticos, los jueces, la fe y el prójimo. Nos hacen confundir constantemente la excepción con la regla, y aborregada la masa, tientan a los políticos a elaborar reglas para las excepciones. Si no prestamos atención, iluminamos nuestras mentes y corazones con Luz de lo Alto, las noticias tendrán absoluto control sobre nosotros.

¿Qué pasaría si dejáramos de ver los informativos? imaginémonos que apagamos la televisión hasta que se aprueben los confusos presupuestos, nos olvidemos de Waterloo, dejemos desconectadas las “cajas de atontar, marionetas de los poderes ocultos, las próximas elecciones, los escándalos de las parejas de famosos, las trampas de los ídolos modernos, y escuchamos música en la Radio, y utilizamos los periódicos para poner en el suelo sus hojas cuando hemos fregado el suelo a la antigua –con agua para no ensuciarlo con las pisadas. Desintoxiquémonos. Intentemos no tener debates. Nada. Y no nos limitemos a desarraigar tan virulentas hierbas, sino que plantemos buenas semillas. 

Utilicemos el tiempo que ganamos cada día, para leer buenos libros, el mejor por su excelencia de “capacitar al hombre para toda buena obra”, con los que regenerar la esperanza, la fe, el amor; echar unos vistazos a programas de auténtica cultura y genuina documentalidad, conversemos con personas de integridad y edifiquemos nuestro ser interior con el Evangelio de Jesucristo que prepara para saber escudriñarlo todo y escoger lo bueno. Y sorprendámonos al descubrir que el Cristianismo es la mejor noticia que jamás hemos escuchado. Más que buenos consejos: buenas noticias. Consejos para saber administrar la vida, invertir en eternidad. Saber darle propósito a nuestra existencia, con verdadera vida y en abundancia y primordialmente porque la noticia más grandiosa, inconmensurable, liberadora y llena de gracia y paz, es la salvación. Para aquí y para la eternidad.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Las noticias como drogas