En los 15 años de Protestante Digital

Celebro gozosamente sus quince años y deseo que siga contribuyendo a fortalecernos informativa y reflexivamente.

30 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 11:20

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Pocas líneas para una gran celebración. Mucho debe decirse acerca de Protestante Digital, por hoy valgan estos párrafos que comparto a manera de agradecimiento y celebración.

Hace década y media supe de PD porque de alguna manera, no recuerdo con precisión cómo, me llegó noticia de la publicación que estaba realizando en España un pequeño grupo de cristianos evangélicos.

Agradezco a los fundadores de PD y a quienes se han ido agregando al equipo la continuidad del proyecto.

La generosidad del director Pedro Tarquis le dio espacio a mis escritos. Tuvo apertura para publicar las colaboraciones que le remitía desde México un, imagino, autor desconocido para él. Pedro me agregó a la comunidad de escritores y escritoras que con diferentes trasfondos eclesiales, teológicos y culturales han ido forjando PD.

Aquí he publicado colaboraciones sobre distintas temáticas. Tales escritos luego fueron retrabajados y ampliados, resultando en capítulos de libros o libros.

Al comenzar mi colaboración semanal en PD yo ya tenía un camino recorrido en publicaciones mexicanas. Agregar a mis tareas el artículo que debía hacer llegar a Pedro Tarquis me ha sido de ayuda para tener más disciplina en tener que dar tiempo a redactar, labor que a veces quisiera posponer para continuar seducido por la lectura de distintas obras.

En el archivo que de cada articulista conserva PD aparecen 628 artículos de mi autoría. Según dicha fuente la fecha más tardía de un artículo mío es del 27 de noviembre de 2005. Mi colaboración de entonces se tituló “La utopía protestante en América Latina”.

Creo que inicié mi participación en PD antes, para saberlo tendría que revisar mis desordenados archivos y encontrar alguna referencia al respecto. Lo cierto es que con Kairós y Cronos (nombre de mi espacio en PD) tengo casi seis centenas y media de artículos publicados, a los que habra de sumarse el presente escrito.

En PD salió a la luz uno de mis artículos que debí escribir en el teclado de mi telefono celular, o móvil como le llaman en España. Fue la colaboración fechada 23 de junio de 2012.

Entonces compartí que inicié escribiendo a mano, en hojas, folios les llaman en otras partes, que saturaba de tachaduras y rayones, porque no encontraba las palabras adecuadas que reflejaran lo que bullía en mi mente.

Después pasé a teclear en una pesada máquina de escribir marca Olympia, que cimbraba la mesa cada vez que cambiaba de línea. La guardo como pieza de museo, entre otras cosas porque escribía en ella mientras tenía en mis piernas a mi primera hija. Lugar que luego ocuparon sus hermanos. 

Años más tarde, y con desbordante felicidad recibí el regalo de mi querido suegro, el gran Paul Byer: una máquina electrónica que entonces me pareció una maravilla que facilitaba considerablemente mi trabajo periodístico.

Mi primera computadora, ordenador según su nomenclatura española, fue otro obsequio generoso de Paul Byer. La contemplaba maravillado, casi como alguno de mis antepasados milenarios veía que era posible iniciar el fuego a voluntad, mediante herramientas sencillas pero nunca antes usadas para ese fin.

Con enormes sacrificios nos hicimos de una Laptop. Escribo en plural porque en tal aventura adquisitiva participó mi querida esposa y compañera de alocados proyectos, Bárbara Byer.

Fascinado comencé a utilizar, sobre todo en los viajes, la pequeña Netbook, ligera, con pantalla de siete pulgadas y batería de larga duración. En ella pude escribir en cualquier rincón y enviar lo producido a la redacción de, por ejemplo, Protestante Digital.

Me dicen que las llamadas tabletas son una maravilla (escribí aquí apenas hace seis años). En aquél momento dije que los enterados me recomendaban la Ipad. Pero, advertí, que tenía ciertas reticencias a usarla, sobre todo por cuestiones económicas: su costo me inhibía, tendría que sacrificar otros rubros de mi presupuesto por un buen tiempo. Pude adquirir la tableta y el dispositivo se sumó a los aparatos de mi escritura.

Por no tener a mi alcance un ordenador para redactar el envío a PD, debí usar el pequeño dispositivo del celular/móvil, mientras hacía antesala para participar en una reunión. El representante de la marca que entonces había adquirido recientemente me dijo que el aparato era un smartphone.

Finalicé mi artículo de la siguiente manera: “Espero que también el que esto escribe en el mencionado teléfono tenga algo de smart. De no serlo, entonces todo el mérito debe reconocérsele al Smartphone”.

Se equivocan quienes piensan que escribir es cuestión de tener tiempo. Hay que defender esta actividad contra todo. Contra la falta de ánimo, contra los compromisos que postergan el sentarse a redactar, contra la falta de inspiración, contra los deseos de postergar el escrito para cuando se tengan mejores condiciones.

Al colaborar en Protestante Digital se me han robustecido descubrimientos y convicciones. Entre ellas que escribir no es, esencialmente, un tópico de técnicas, aunque es necesario saberlas utilizar.

Creo que lo primordial es tener un bagaje del cual abrevar para poder externar nuestros pensamientos en forma escrita. El bagaje, la formación intelectual del escritor, debe combinarse con aprender a pensar con nitidez. Saber hacer la luz en donde hay oscuridad o penumbras.

A la distancia geográfica, pero cercanía intelectual/emocional agradezco se me continúe permitiendo ser modesta parte de Protestante Digital.

Celebro gozosamente sus quince años y deseo, como parte de una comunidad lectora que fructifica por toda Iberoamérica y otras partes del mundo, que siga contribuyendo a fortalecernos informativa y reflexivamente.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - En los 15 años de Protestante Digital