Otra forma de enseñar, otra forma de aprender

¿Cómo hacer para recuperar el auténtico ideal del maestro?

22 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 21:13

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Es normal que estando en mi habitación-despacho de la Facultad, preparando mis clases para el comienzo del curso, mi mente y pensamientos estén muy centrados en la enseñanza y el aprendizaje. Si además, uno se detiene a pensar en el Maremágnum que se ha levantado con los jaleos de los “Masters” los “Doctorados” y las correcciones de los currículums que fueron presentados por no pocos políticos, para llenar historia y que luego se han rebajado más a ras de suelo, no fuera que se les investigara; cualquiera que me esté aún leyendo, comprenderá que Desde el Corazón me sienta influenciado a reflexionar sobre la enseñanza hoy y el aprendizaje.

Desde aquel viejo adagio, aplicado durante siglos, según el cual “la letra con sangre entra” a las modernas teorías pedagógicas sobre los nuevos modos de enseñar tanto a los niños como a los adolescentes, hay un abismo.

Hoy se investiga y se estudia la ciencia de enseñar, y en nuestro Seminario, por razones de ética bíblica y la magistral metodología del Maestro, nos esforzamos en el “arte de enseñar”; pocas disciplinas despiertan tanto interés en la actualidad y, constantemente, se celebran congresos sobre pedagogía y enseñanza y se publican estudios, se presentan cada curso nuevos libros, pues la Industria Editora está muy interesada en hacer negocios. Se dan informes de inspecciones, que alguna ministra que otra declara que se ocultan porque no son rigurosos, pues en los hechos históricos, domina la postverdad del poder que gobierna. Se hacen sondeos, más sobre lo que gusta, antes que lo que es necesario enseñar; y con la excusa de la “libertad de expresión” se crean exposiciones para la enseñanza de lo sexual, cuyas esculturas parecen estar sacadas de las “salas x”. Ya hace tiempo que no me extrañó, si bien sí me sorprendió, cuando en un Campamento para Adolescentes, empecé a anunciar que íbamos a estudiar sobre el sexo en la Biblia, y uno de los asistentes me dijo: ¿qué es lo que quiere usted saber Pastor?.

Desde María MONTESORI (1870-1952), educadora que descubrí con la buena obra, Tesis del Dr. Juan Manuel QUERO, que todo educador debería conocer, se multiplicaron las tentativas de mejorar el arte de enseñar, con propuestas modernas, creativas y morales. María MONTESORI, como es posible descubrir, elaboró el método pedagógico que lleva su nombre, basado en criterios de libertad, no en adoctrinamiento religioso, que muchos conocimos ni en el moderno lavado de cerebro de tantos libros de texto, pensados políticamente y no académicamente. A los criterios de libertad subrayaba la importancia de la individualidad, ejercicio físico, creatividad y moralidad. 

Desde el Corazón todos sabemos que mucha de la enseñanza de hoy recibe poderosas injerencias de grupos de presión: Religiones, Políticas, Gobiernos y Publicadoras con afán de lucro. También, muchos sabemos que la ciencia de enseñar ha dado pasos de gigante en nuestra sociedad moderna: se cuenta con admirables instrumentos mecánicos y electrónicos que facilitan en mucho la actividad docente; pero sin desvalorizar estas herramientas, la enseñanza es un arte. Este arte es el de seducir, se contagia con las palabras, la ejemplaridad del maestro que las usa. Esta idea parte de la concepción que se tenga del alumno, del profesor, de los padres, de las instituciones… ¿de la política?.

¿Cómo hacer para recuperar el auténtico ideal del maestro?, a saber: el de ser capaz de conducir o educar (del latín ex=desde/ducere=conducir) al discípulo en la verdad de sí mismo y, por ende, de su misión en la tierra. He escrito como título otra forma de enseñar, otra forma de aprender ya en el momento de la verdad, de enseñar, recuerdo que yo también fui discípulo y que en realidad nunca he dejado de serlo; no es en vano, que sigo siendo “un aprendiz de escribidor”. Cuando leo en los Evangelios, que me son no solamente “norma de fe y conducta, sino también modelo de metodología” me encuentro con la palabra mathetés (“discípulo”) que deriva del verbo manthano, que quiere decir a su vez: aprender, comprender, recordar. El verdadero discípulo, en ese sentido, es aquel que sabe com-prender y re-cordar (del latín cor/cordis, o sea, poner de nuevo en el corazón) lo que el maestro ha transmitido, no sólo con sus palabras, sino, sobre todo, con su vida. No es casualidad que en inglés y en francés para referirse a “aprender de memoria” se usen respectivamente las expresiones “par cœur” y “by heart” (aprender de corazón). Y, los maestros, deben persuadir de tal modo ejemplar, que el discípulo auténtico haga suyo lo aprendido no sólo con la cabeza, sino especialmente con el corazón. 

Desde el Corazón, compruebo ayudas de estos medios que llamamos ordenadores, que voy por las 800 palabras, y me quedan otras tantas o más, para el siguiente Desde el Corazón”, para culminar éste, mi escrito de hoy. Desarrollar que la Escuela no lo puede enseñar todo. Que la gran maestra también es la vida, el genio de la enseñanza, el Maestro por excelencia, el texto por excelencia: la Palabra de Dios, y hoy, como los niños y los estudiantes, tienen los ojos más abiertos y ven mejor, y entienden mejor, y saben más que ayer, son la puerta para una nueva esperanza, y los enseñantes hemos de saber aprovecharla con valor, capacidad, autoridad y confianza.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Otra forma de enseñar, otra forma de aprender