Vivan los malgastadores

Sería terrible llegar al final con el alma impoluta, con el tesoro enterito, pero sin emplear.

16 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 07:00

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Es necesario que comparta los afectuosos detalles que recibimos, en razón de la gratitud de algunos lectores de nuestro Boletín, que aprecian y felicitan, el que informemos de detalles, normalmente desconocidos por no pocas Iglesias, acerca del trabajo del Claustro de la Facultad aún en tiempos de vacaciones; los buenos servicios de estudiantes en prácticas en los Veranos, sean en: “La Palma”; “Requena”; “Ávila”; “Moratalaz”; “Las Palmas de Gran Canarias” y otros lugares… y da gusto leer: “¡qué bien saber de los ministerios de nuestros estudiantes!”.

Y me es necesario compartir este texto, cuando ya nos estamos preparando para un nuevo curso en la Facultad, y por ello el conocimiento de nuevos alumnos que se incorporan con claras vocaciones. Y me he sentido obligado a escribir este Desde el Corazón sobre todo porque entre las solidarias frases sobre nuestro Seminario, también he escuchado el despropósito de un “feligrés” de innombrable iglesia, que se lamentaba diciendo que: “irse a estudiar para Pastor le parecía una vida perdida”; puedo deciros Desde el Corazón que me gustaría encontrarme con tal individuo de frente. Primero porque me desconcertó tal juicio. Muy probablemente venga de una congregación en la que no se enseña ni el llamamiento de Dios, ni la vocación, de las que prefieren un pastor, venga de donde venga, mientras lo paguen otros, o de los que practican que cualquiera que sepa hablar a la gente, sirve para cubrir lo sagrado del púlpito. La verdad, a mis setenta y tres años, no tengo la impresión de haber perdido mi vida. Y segundo, porque la frase de tan irreflexivo parlanchín, éste, tendría que explicar ¿cómo se gana? ¿cómo se pierde una vida? ¿acaso sólo el que tiene una profesión liberal, gana sus euros, tiene hijos, es socio de un Club y su nombre consta en el listado de una iglesia, es el que no pierde su vida? ¿no sirve una vida que va dejando en otros pedacitos de alma?.

Al tal mentecato sólo le agradecería que su banal criterio le provoque una importante pregunta: ¿de qué está sirviendo mi vida? porque esto de vivir es demasiado hermoso como para que pueda escapársenos como arena entre los dedos.

Popularmente se dice que una vida se llena teniendo un hijo, plantando un árbol y escribiendo un libro. Bueno, yo conozco personas que no hicieron ninguna de estas tres cosas, y que han vivido una vida radiante. Como también conozco quienes tuvieron hijos, plantaron árboles y escribieron libros y difícilmente podrían mostrarse realizados en ninguna de las tres cosas. Porque hay libros que tienen más palabras que ideas; hijos que parecen que de sus padres han recibido solamente la carne; y árboles que escasamente ni producen sombra.

Tampoco me parece que el fruto de una vida dependa mucho del número de años que se viva. Y aquí Desde el Corazón espero que mis lectores me perdonen si hablo un poquito de mí. Porque en todo caso, es la persona que mejor conozco, y ésta es la que quiere decir a los estudiantes de vocación: que formarse para servir a los demás, es realmente ganar la vida. Desde que los médicos me sugirieron que “parase un poco el carro” y me lo repiten en este 2018, no dejo de preguntarme si hago bien cada vez que me niego a un nuevo trabajo o una invitación más ¿es preferible vivir algunos años más viviendo a media máquina? ¿o el ideal es desgastarse sin preguntarse cuántos años más durará este cacharro?

Yo soy bastante malgastador… ¿de dinero?, poco he tenido, de modo que tampoco he podido malgastar mucho, pero algo sí de vida. Tal vez porque en el mundo hay demasiado afán por regatear esfuerzos, de dejar para mañana lo que a uno no le van a obligar hoy; hay gente -pienso yo- que se morirá sin llegar a estrenarse. Se cuidan, se ahorran. Se “conservan”. Van a llegar a la otra vida como un abrigo siempre guardado en el ropero.

Sería terrible llegar al final con el alma impoluta, con el tesoro enterito, pero sin emplear. Recuerdo haber leído a un poeta que se reía de los que nunca se mancharon las manos… porque no tenían manos. O porque no las usaron para nada.

Pienso que una de las cosas horrorosas del infierno es la esterilidad... así que sea lo que sea mi vida, anhelo que cuando parta, pueda quedar algo aquí, para otros, aunque solamente sea una gota de esperanza o alegría en el corazón de un desconocido.

Pierde la vida quien se la ha cuidado tanto, quien la ahorra tanto, por egoísmo, por cobardía, por el interés de “llegar a viejos” ¿para qué? para mirar atrás y descubrir que ha sido estéril, que no la ha pasado haciendo el bien. Terrible será descubrir que hemos malgastado ese tesoro de amor que es la vida que Dios nos ha dado, para ser usada.

Hemos de mejorar el mundo que nos han dejado, más habitable en todo caso, que cuando empezamos a balbucir palabras. No debe preocuparnos en absoluto el saber si dentro de un siglo se acordará alguien de nosotros -seguramente no-, pero sí debe importarnos el que alguna semilla de nuestras vidas esté germinando dentro de alguien (incluso si, ni él ni nosotros lo sabemos). Porque entonces nuestras vidas habrán sido ganadas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Vivan los malgastadores