Y los osos se convirtieron en ballenas: Charles Darwin

La teoría darwinista ha elaborado un cuento de cómo la selección natural de las mutaciones accidentales pudo convertir osos nadadores en ballenas.

26 DE AGOSTO DE 2018 · 07:00

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Darwin reflexionaba en su famoso libro, El origen de las especies,acerca cómo se podrían haber generado las ballenas. Aseguraba que no veía dificultad alguna en que éstas hubieran podido evolucionar a partir de alguna raza de animales terrestres como los osos. Quizás la selección natural podría haber favorecido la tendencia innata de estos mamíferos a pescar salmones o a cazar insectos acuáticos en los ríos hasta que finalmente, y después de las necesarias transformaciones anatómicas, se convirtieran en los enormes cetáceos marinos que todavía surcan los mares. Algunos científicos de su época se burlaron de esta idea de que un oso pudiera transformarse gradualmente en una ballena. Lo que obligó a Darwin a eliminar tal comentario de las ediciones posteriores de su libro aunque, desde luego, tales críticas no le hicieran cambiar de opinión.

Actualmente, el evolucionismo sigue asumiendo que los mamíferos cetáceos como las ballenas evolucionaron a partir de otros mamíferos no acuáticos. ¿En qué evidencia fósil se basa? Siete son las especies petrificadas que suelen aparecer en la supuesta serie evolutiva desde los mamíferos terrestres a las ballenas marinas: Pakicetus, Ambulocetus, Maiacetus, Kutchicetus, Rodhocetus, Dorudon Basilosaurus. Veamos por qué creemos que cada uno de estos fósiles presenta problemas irresolubles para la teoría darwinista y, por lo tanto, ésta queda falseada o por lo menos notablemente debilitada. 

El primero de la serie, Pakicetus (llamado así por haberse encontrado en Pakistán, como algunos de los demás)era un animal que no llegaba a los dos metros de longitud y, aunque siempre se le dibuje en el medio acuático, estaba perfectamente adaptado a la vida terrestre. En realidad, sólo se encontró una parte de su cráneo por lo que no se sabe a ciencia cierta cómo era el resto del cuerpo.1El nombre científico que se le puso significa literalmente “ballena pakistaní”, aunque -insistimos- se trataba de un mamífero perfectamente terrestre. ¿Por qué se le colocó entonces tal denominación? Por la presencia de un huesecito craneal conocido comoinvolucrumque era propio de las ballenas. No se tuvo en cuenta la posibilidad de que semejante estructura ósea pudiera encontrarse también en otros animales no acuáticos. La necesidad de ancestros fósiles que sustentaran la evolución de los cetáceos hizo que Pakicetus fuese elegido como el mejor candidato disponible. Y así, aunque era completamente terrestre, se le bautizó como “ballena” por exigencias del guión. 

El problema es que después se encontró otro fósil perteneciente a una especie de cerdo extinto de la India, denominado Indohyus, que también poseía el famoso involucrum y que, por supuesto, nada tenía que ver con las ballenas ni con ningún otro cetáceo. Su descubridor, el paleontólogo evolucionista J. G. M. Thewissen, escribió: “La identificación del involucrumen Indohyuspone en duda lo que es ser un cetáceo; requiere que el concepto de cetáceos se amplíe para incluir a Indobyuso que el involucro deje de caracterizar a los cetáceos.”2Los autores del trabajo manifestaron su preferencia por esta última opción. O sea que Pakicetus no fue un cetáceo ni tuvo nada que ver con las ballenas. Se trata de una especie terrestre perfectamente adaptada al ambiente aéreo. ¿Por qué continúa apareciendo todavía en la serie de las ballenas?

Los siguientes fósiles de tal serie pueden ser comparados con formas animales existentes en la actualidad. En efecto, Ambulocetus natans (literalmente, “ballena que camina y nada”) fue descubierto también en Pakistán. Aunque no era un reptil, tenía la apariencia de un cocodrilo de unos tres metros de longitud. Poseía el hocico largo y dentado, por lo que se cree que cazaba sus presas como los actuales cocodrilianos. Sus patas, que eran cortas, podían soportar sin embargo el peso del cuerpo para caminar sobre el suelo terrestre, en el que vivía preferentemente, aunque las traseras estaban adaptadas también para la natación como las de las nutrias actuales. No era para nada una ballena sino un animal de vida anfibia y de aspecto similar a las nutrias, las focas o los lobos marinos.

Maiacetus fue descubierto también en Pakistán durante el año 2009 por Philip D. Gingerich y sus colaboradores.3Era un mamífero de esqueleto y características generales semejantes una vez más a los de una nutria gigante de agua dulce.4Casualmente, el fósil hallado correspondía a una hembra preñada y el esqueleto del feto estaba dispuesto para sacar primero la cabeza durante el parto. Es decir, como en la mayoría de los mamíferos terrestres de gran tamaño. Sin embargo, esta no es la posición que suelen adoptar los mamíferos marinos como las ballenas y el resto de los cetáceos. Lo cual significa que Maiacetus daba a luz sus crías en tierra porque probablemente era un animal terrestre. 

El siguiente de la serie, Kutchicetus ,presentaba un tamaño menor que su supuesto antecesor, Maiacetus. ¿Involución de las proporciones corporales? Se cree que vivió hace unos 46 millones de años, que no era más grande que una nutria actual y que, como ellas, podía moverse perfectamente tanto en tierra como en el agua. Su hocico era largo y delgado probablemente para capturar los pequeños peces de los que se alimentaba. Mientras que Rodhocetusfue otro género de mamíferos de vida anfibia que podían alcanzar los cinco metros de longitud. Eran criaturas similares a las morsas o los leones marinos que se apareaban y tenían los hijos en tierra firme. Sus extremidades posteriores reducidas les permitían impulsarse en el agua. 

¿Por qué se debería considerar a todos estos animales como “ballenas que andan”? ¿No sería más apropiado reconocer lo que realmente eran: mamíferos terrestres? Afirmar que Ambulocetos, Maiacetus, Kutchicetus y Rodhocetuseran cetáceos es asumir la idea previa indemostrable de que las ballenas han tenido que evolucionar necesariamente a partir de animales terrestres. Pero, en realidad, eran mamíferos de vida anfibia capaces de desenvolverse bien tanto en la tierra como en el medio acuático, igual que las nutrias, focas, cocodrilos o las morsas actuales. No estaban a medio camino de convertirse en ballenas azules o en cachalotes. Simplemente eran seres bien adaptados a su medio ambiente.

En cambio, los dos últimos fósiles de la serie, Dorudony Basilosaurus, sí que eran ballenas completamente acuáticas. El género Dorudon,que significa “diente de lanza”, hace alusión a los cuarenta y dos dientes afilados que poseía. Los delanteros eran cónicos y servían para atrapar a las presas, mientras que los traseros eran triangulares y desgarraban la carne. Se trataba de pequeñas ballenas carnívoras que podían alcanzar los cinco metros de longitud, alimentándose sobre todo de peces y moluscos. En cambio, Basilosaurus (llamado erróneamente “reptil rey”) era un cetáceo carnívoro enorme que alcanzaba los 24 metros y un peso de hasta 80 toneladas. Estos dos géneros vivieron en un período geológico llamado Eoceno. Se encontraron fosilizados en rocas que los geólogos dataron en unos cuarenta millones de años de antigüedad. Mientras que Maiacetus, Kutchiacetus y Rodhocetusse descubrieron en rocas también del Eoceno pero fechadas entre dos y ocho millones de años antes. Esto significa que, según tales dataciones, la supuesta transición evolutiva desde los mamíferos terrestres a los mamíferos acuáticos tuvo que ocurrir en sólo ocho millones de años o menos. Lo cual supone un grave inconveniente para el darwinismo.

Ocho millones de años puede parecer mucho tiempo pero no lo es en absoluto, si en ese período se tienen que producir las múltiples mutaciones accidentales capaces de convertir un mamífero terrestre en una ballena marina. Cambios anatómicos y fisiológicos complejos como transformar una pequeña cola de nutria en una enorme aleta caudal de cetáceo con todos sus músculos, nervios y tendones; originar un orificio en la cabeza con poderosos labios musculares que abren y cierran para soplar el aire; modificar el aparato circulatorio para irrigar y refrescar los testículos internos de los machos con el fin de que sean fértiles, mediante arterias y venas procedentes de las aletas; el singular diseño del parto así como de los pezones hendidos de las hembras capaces de elaborar una espesa leche condensada que inyectan a presión en la boca de las crías; la capacidad de los alveolos pulmonares de colapsar bajo la presión del diafragma cuando descienden a miles de metros de profundidad, evitando así tanto la narcosis como los accidentes de descompresión; las numerosas costillas flotantes que permiten tal aplastamiento; los sofisticados cambios en la circulación durante el buceo en los que se redistribuye la sangre hacia el cerebro, el corazón ralentizado y los músculos que cambian al metabolismo anaeróbico y, en fin, tantos otros complejos mecanismos más. Todo esto es algo demasiado difícil de explicar por el método accidental que propone la evolución.

¿Cuánto tiempo tardaría la naturaleza en generar y seleccionar los cientos de mutaciones necesarias para hacer todo esto? El biólogo evolutivo Richard Sternberg calculó que para que se fijaran sólo dos mutaciones en la población de los hipotéticos ancestros de los cetáceos, se necesitarían muchos más millones de años que los ocho millones de que se dispone según el registro fósil.5De manera que, incluso aunque el darwinismo estuviera en lo cierto en cuanto al poder de las mutaciones accidentales (que no lo está), no habría tiempo suficiente para que una población ancestral de mamíferos terrestres pudiera llegar a convertirse en una población de ballenas.

Por si todo esto fuera poco, en el año 2016 un equipo de paleontólogos presentó un informe acerca de un descubrimiento realizado en la Antártida, en el que se describía una nueva especie de ballena fosilizada bastante parecida a Basilosaurus. Dicho fósil se halló en rocas datadas en 49 millones de años de antigüedad.6Es decir, que fue contemporáneo o incluso más antiguo aún que las famosas “ballenas que andan” (Ambulocetos, Maiacetus, Kutchicetus y Rodhocetus). Este hallazgo, aparte de desmontar el orden cronológico de la serie de las ballenas, reduce notablemente el tiempo disponible para que el supuesto mamífero terrestre ancestral pudiera evolucionar hasta transformarse en cetáceo, pasando así de los ocho millones de años a casi nada. De manera que no quedaría tiempo para la supuesta evolución de las ballenas. Ante semejante discrepancia cronológica, los autores del artículo argumentaron que quizás la datación estuviera equivocada y hubiera que modificarla. Pero, ¿es así como se hace ciencia? ¿Modificando las dataciones que no encajan con las hipótesis previas? Es relativamente fácil imaginar cómo un oso o una nutria pudieran convertirse paulatinamente en una ballena azul, pero inventar leyendas y obviar las pruebas contrarias nunca será propio de la ciencia experimental.

En mi opinión, la serie evolutiva de las ballenas distorsiona la realidad. Ninguno de los fósiles encontrados fueron ancestros o descendientes de los demás. Cada uno de tales animales tenían sus propias características distintivas que hubieran tenido que perder para convertirse en antepasados de las demás formas de la supuesta serie. De manera que si realmente hubo ancestros de la actuales ballenas, desde luego, los fósiles que se proponen no los representan. La teoría darwinista ha elaborado un cuento acerca de cómo la selección natural de las mutaciones accidentales pudo convertir animales como los osos nadadores en ballenas. Yo creo, más bien, que una inteligencia superior planificó crear mamíferos acuáticos desde el principio y los diseñó así, con todas las características necesarias para poder desenvolverse perfectamente en su medio. Por supuesto que pudieron cambiar después y dar lugar a múltiples especies, pero lo hicieron siempre dentro del ámbito del tipo cetáceo originalmente creado. 

 

1#Dixon, D. et al., 1991, Enciclopedia de dinosaurios y animales prehistóricos, Plaza&Janes, Barcelonap. 232.

2#Thewissen, J. G. M., et. al., 2007, “Whales originated from aquatic artiodactyls”, Nature,450:1190-1194.

3#Gingerich, P. D., 2009, “New protocetid whale from the middle Eocene of Pakistan: Birth on land, precocial development, and sexual dimorphism,” PLoS One 4. 

4#Thewissen, J. G. M., et al., 2014, The Walking Whales: From Land to Water in Eight Million Years (Berkeley: University of California Press), 169.

5#Sternberg, R. V., 2009, “The problema of whale origins”, debate with Stephen C. Meyer, Donald R. Prothero, and Michael Shermer at Saban Theater, Beverly Hills, CA (November 30, 2009), 36:50-50:20.

6#Buono, M. R. et al., 2016, “Eocene Basilosaurid Whales from the La Meseta Formation, Marambio (Seymour) Island Antarctica,”Ameghiniana53:296-315.

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