Sabores y saberes de la vida (3ª): la importancia de las personas que no cuentan

Sólo gracias a este gris ejército de especialistas de la oración y del trabajo subterráneo, “esta pelota de harapos y de pecados que rueda en torno al sol” no se atasca en su camino.

19 DE AGOSTO DE 2018 · 21:00

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Querido Padre o querido amigo Dios:

Ya sé que, en realidad, no te escribo a ti. Tú no necesitas leer, bueno, lees de otra manera. Y digo que no te escribo a ti, pues estoy escribiendo porque me he permitido un descanso de “Desde el Corazón” durante este mes de Agosto, pero con un relax de escribir estas cartas, para nuestro Boletín, con la esperanza de que algunos lectores las leerán.

Y, sobre todo, estoy escribiendo para mí, porque, al escribir lo que pienso y digo, sé que Tú me escuchas, es más, aún no están las teclas del ordenador culminando una palabra, Tú ya las conoces. 

Perdona el error de que en mi carta te recuerde una escena que releo de uno de tus libros, ¡pues qué atrevido yo, recordarte a Ti lo que Tú has inspirado! en el Éxodo. Con el fin de alcanzar una de las facetas de tu profesión “Perdonador”, uso el hecho que se narra como base de mi idea central de esta carta: “la importancia de las personas que no cuentan”.

Los hijos de Israel -una banda de fugitivos- tienen una primera batalla con los primeros amalecitas. Comienza el furibundo combate. Pues bien, el cronista, en vez de describir las hazañas de Josué y sus combatientes, nos habla de Moisés, Aarón y Hur, que están fuera de la refriega, aparte, en la cima del monte:

Mientras Moisés tenía las manos levantadas, Israel llevaba la ventaja, y cuando las bajaba, prevalecía Amalec. Como las manos de Moisés, razones comprensibles del DNI, estaban cansadas, tomaron una piedra para que se sentara, y Aarón y Hur le sostenían de un lado y del otro; y así sus manos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol, y Josué exterminó a Amalec.

Permíteme ¡oh, Altísimo!, vaya manera de contarnos una batalla. En vez de hablar de los protagonistas, se pone en evidencia los que están al margen, en la retaguardia. En vez de relatar lo que ocurre en el campo, se apunta el objetivo a la colina, donde tres hombres están haciendo algo extraño, aparte.

Con todo, pensando bien las cosas ¿verdad que ahora ya me estás perdonando mi atrevimiento?, ésta es la clave bíblica para comprender la realidad de ciertas victorias. Podremos decir: la batalla fue ganada por aquellos que no habían participado directamente en ella. O, mejor prefiero, la refriega más decisiva sobrevino en la colina. Lo que sucede en el valle es sencillamente la consecuencia. 

Así que me surgen unas preguntas: ¿quiénes son las personas que realmente cuentan?; ¿quiénes son las personas activas?; ¿quiénes son las personas productivas?; ¿quiénes son las personas comprometidas?; ¿quiénes son los verdaderos protagonistas de la historia?; (¿y quiénes las comparsas, aunque se encuentren en los primeros planos y tengan cerca las luces de las candilejas y monopolicen el aplauso del público?).

Muchas personas, Tú Padre, lo sabes mejor que nadie, se engañan con auto “fake news” pensando que hacen avanzar la historia porque dirigen el tráfico de los minúsculos sucesos que llenan los periódicos, las pantallas, los libros. Mientras que los “verdaderos fabricadores de la historia”, operan, funcionan aparte y, sobre todo, en profundidad.

Si los excitados activistas ¡también de buenas obras! descubrieran de golpe a quienes se deben ciertos brillantes éxitos, ciertas realizaciones, medirían toda la ridiculez de su complejo de “moscas cocheras”. Como esos pasados “activistas” evangelistas del metro de Valencia, cuyo celo sin ciencia, hablaban más del infierno que de la misericordia de Dios. Sé, Padre, que tu Hijo, no enviaba de esa manera a los discípulos.

Padre, si tus predicadores, conferenciantes, organizadores incansables de no sé cuántas oficinas y proyectos de testimonio advirtieran cuáles son las personas insignificantes que sostienen, mantienen y hacen avanzar y funcionar el mundo, la Iglesia, las sociedades de misiones y obra social y todo lo demás, seguramente perderíamos un poco de petulancia y alimentaríamos alguna reflexión acerca de la identificación de los componentes que se consideran “el ala de ataque”.

En medio de un mundo sacudido por el frenesí de la publicidad, hacer obra para que se vea, se note, se advierta, se felicite, y del exhibicionismo, en el cual crece la ilusión de la competitividad de realizar cosas extremadamente importantes, por tu Gracia hay un ejército formado por tenaces trabajadores en la sombra, en el día a día, dedicados a acciones poco brillantes pero, entre los muy próximos, alegres especialistas de la labor entre los necesitados de casa. Son incansables trabajadores en la sombra, dedicados a acciones poco espectaculares, de escasa resonancia -que además no buscan- a los que es imposible encuadrar en ninguna contabilidad.

Y sólo gracias a este gris ejército de especialistas de la oración y del trabajo subterráneo, “esta pelota de harapos y de pecados que rueda en torno al sol” no se atasca en su camino.

Como no escribo muy bien, no te pido que me escribas, porque además me repetirás que ya me has escrito 66 libros. Pero sé que puedes enviarme algún mensaje. Conoces mi e-mail y también su contraseña. Los míos propios, no los de mi ordenador. Hasta la próxima.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Sabores y saberes de la vida (3ª): la importancia de las personas que no cuentan