Caminando entre el amor y la muerte

Podemos destacar dos tendencias instintivas como realidades subliminales más importantes: eros (como instinto de la vida) y tanatos (como instinto de la muerte).

12 DE AGOSTO DE 2018 · 19:25

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Foto: Unsplash.

Otro de los simbolismos más importantes del amor es la muerte.

Si traducimos la palabra muerte al griego, nos encontramos con el término tanatos.

En el ser humano lo tanático corresponde al instinto de muerte, a esa realidad psicodinámica e inmanente que informa a la muerte.

En la esfera de nuestra intimidad, a nivel de sus estratos más profundos, guardamos una serie de tendencias instintivas que intervienen condicionando nuestra conducta.

Como diría el gran psicoanalista C. G. Jung: “no somos dueños de nuestra propia casa”.

Haciendo un gran reduccionismo de nuestro patrimonio instintivo subconsciente, podemos destacar dos tendencias instintivas como realidades subliminales más importantes: eros (como instinto de la vida) y tanatos (como instinto de la muerte).

La vida del hombre es un devenir en el tiempo de una confrontación dialéctica entre la vida y la muerte: “porque fuerte es como la muerte (como lo tanático en una persona), el amor”.

Y en esta confrontación a nivel inmanente entre el instinto de la vida y el instinto de la muerte, lo tanático termina siempre imponiéndose.

El análisis de esta realidad desde el punto de vista cristiano da un salto trascendental de la inmanencia a la trascendencia.

Este salto metafísico nos diferencia cualitativamente de todos los demás seres vivientes.

El Espíritu del antropos no se nos revela como un epifenómeno de la materia, sino como una realidad pneumática que la trasciende; es decir, en nosotros el amor de Dios (la Vida por antonomasia) tendría que suponer esa capacidad para enfrentarnos y vencer a la corriente tanática que nos aboca a la no realización metafísica.

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