Descontento

Esta España necesita, como sea, reírse, tranquilizarse, profundizar en el amor real.

21 DE JULIO DE 2018 · 21:00

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Lo he pensado muchas veces, pero no tengo aún tan alta confianza en mí mismo, para afirmar que no son las catástrofes, las muertes, los asesinatos, las tiranías políticas, las dictaduras de los medios de comunicación lo que nos envejece; pero al leer algo así en la obra de Virginia WOLF, (El cuarto de Jacobo), además de casi felicitarme por pensar como tan prestigiosa novelista, ensayista, feminista y escritora británica, además de confirmarlo añado que lo que nos agota y nos debilita es el aspecto de la gente, la manera en que ríe o no ríe, sus maneras tan egoístas, sus costumbres tan descorteses, sus hipocresías tan evidentes. “Desde el Corazón” sé que existen otras crisis más graves, más sonoras, pero sin duda lo que a todos nos afecta más es la que produce un efecto continuo y cotidiano: la crisis del desamor en el trato y en aquello que se hace.

Tras escribir mi artículo sobre “Pastores felices”  alguien me preguntó “¿Y tú a quien admiras?” Y rápido contesté admiro a quien trabaja -cualquiera que sea su trabajo- con amor, cualesquiera que sean sus resultados.

Yo, mi vocacional trabajo no lo hago tan mal. Mi escribir guste o no guste lo hago por puro amor. Mi principal trabajo es ingrato. Por preferencia pensé en Medicina, pero el Altísimo tenía otros planes para mí, no me consultó mi opinión, y me colocó en este mundo para que Le proclamase y anunciase, por palabra y por letra. Tampoco para estar orgulloso -que lo estoy- ni eufórico -bien que se me puede conocer alegre- Pero tengo tiempos de “DESCONTENTO”. Son los malos momentos del amor ¿Quién no los tiene? Y en esos momentos, tomo unas notas, releo textos, y manuscribo ideas, y después de esa humilde llamada a escribir, cosas van brotando y lo describo como mejor puedo.

¿Y el éxito de ser muy leído?  Pero ¿qué es el éxito? Esto no está en mi mano, Es algo no esencial, ajeno, posterior, es de quita y pon. La satisfacción interior no nos la da él, nos la da la satisfacción de haber consumado un texto, con devoción y entrega, haber realizado una tarea. 

La verdad, y quizás porque hoy sienta cierto DESCONTENTO”  escriba que no trato a muchas personas que amen lo que hacen, que amen su oficio por ser suyo. Sí, algunas que lo que buscan sea vivir en lo que realizan, cumplirse en lo que cumplen, desdoblarse, verterse en los demás. Pero vemos más fontaneros que malacaban una reparación sin mirarla, obras en las ciudades muchas de ellas sin orden ni concierto; camareros que después de leerte los postres que ofrece el menú, si preguntas por fruta natural, te dicen que no hay, por no ir a la cocina a preguntar; estudiantes para los que cualquier asignatura es un rollo, amas de casa que odian el bienestar ruidoso de los niños, empleados de banca o de comercio que sólo están pendientes de la hora de cierre; enfermeras y médicos que llegan tarde a sus consultas y tras desperdiciar horas de espera de los pacientes, y ni siquiera se disculpan. Y es que aquí, todo se hace por dinero, como esas figuras humanas de la Ramblas, plazas especiales, paseos peatonales que sólo se mueven, cuando hay Euros que suenan. 

¿Y es que todo es dinero?  ¿Hay bastante para compensar los largos días muertos de esas vidas desvividas: una vida sin encanto, sin vibración, sin espiritualidad, sin riesgo, sin el deseo de superarse un poco cada día, de ser yo mejor Pastor y escribidor, y tú que me lees mejor persona? Hasta el amor hoy se hace sin amor. Y eso es terrible. Ninguna crisis puede ser tan perniciosa, porque ésta es la que se encuentra en la base de las otras.

Que pocos son los que se atienen a ir engrandeciendo poco a poco sus límites, en lenguaje Abrahámico extendiendo las estacas de su tienda; los que acometen un ejercicio a diario que fortifique su personalidad como el footing fortalece los músculos. Todos queremos alcanzar la proeza y descuidamos el constante impulso. Todos queremos ser cantantes de moda, futbolistas famosos; ahí está ese anuncio de Carlitos que ha metido ya 60 goles y sus padres ya compran billete para el Dakar, porque el niño jugará sin duda el mundial. Muchísimos desean ser grandes personajes, aunque sobren ingenieros y falten graduados de Formación Profesional; ministros millonarios, mujeres y hombres supersexis o sex-symbol; y lo triste es que lo desean sin haber estudiado, esforzado, entrenado, pasado por aprendizaje, sin amar la meta normal ni apreciar a los que los aúpan. Queremos todo ya, sin esperar. Somos como niños inconsecuentes que esperamos la varita mágica del hada para que haga el milagro; pero un milagro para nosotros solos. Y nos cocemos en el caldo de nuestras ambiciones y aspiraciones imposibles, segregando malos modales, intemperancias y no pocas amarguras. El egoísmo ha invadido todas las esferas de la convivencia y como un virus viral deja a los espíritus anoréxicos de valores espirituales. Y este ambiente, nos deja a los respetuosos a los cristianos comprometidos en un vivir cada día con las metas más altas del alma, a  la triste intemperie. Y ojalá demos risa por lo menos. Porque esta España necesita, como sea,  reírse, tranquilizarse, profundizar en el amor real. Y pasar de la risa a la ilusión (no ilusiones utópicas, estas que nos venden salvadores de la patria, sino personales, íntimas, caseras) Y pasar de la ilusión a la realidad, no a una de transformistas y prestidigitadores, sino a la modesta, amable, pura y perfectible realidad de cada uno. Si no es así, “Desde el Corazón” veo yo mal la cosa.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Descontento