La nueva Inquisición española

Continuando con la serie de artículos, hoy me acercaré a la reconfiguración sufrida por aquella Antigua Inquisición. Es la que denominaré Nueva Inquisición.

15 DE JULIO DE 2018 · 15:00

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Es imposible entender esta ‘reforma‘ inquisitorial sin adentrarnos brevemente en su contexto histórico.

 

Los ‘Marranos’ judíos

Recordemos que en en Reino de Castilla la presencia inquisitorial no dejaba de ser escasa cuando no puramente teórica. Sin embargo en la segunda mitad del siglo XV existieron cambios sociales que la llevaron a tener que emplearse a fondo. Hablamos de los judaizantes o ‘marranos’. Cristianos conversos procedentes del judaísmo que si bien su confesión pública era cristiana, en la intimidad continuaban ejerciendo su fe y propagándola a otros. A veces con la palabra, a veces con la espada, desde finales del s.XIV se vino persiguiendo a los judíos de manera contundente. La cuestión judía se tornó preocupante para los Reyes Católicos pues no era menor el número de estos judíos que formaban parte de las fuerzas financieras del país. Y ya sabemos que quien tiene el dinero, maneja el mango de la sartén.

Asesorados por el obispo de Cádiz solicitaron del Papa Sixto IV una bula mediante la cual se les permitiera el nombramiento de algunos prelados dedicados plenamente al oficio inquisitorial. La bula no se hizo esperar. El 1 de noviembre de 1478 se promulgó ‘Exigit sincera devotionis’. En ella se exigía sincera devoción a todo cristiano converso, y se accedía en gran medida a la pretensión de los Reyes Católicos. No se conserva el texto original de la bula pero por escritos posteriores del papa pudiera entenderse que accedió a estas pretensiones con algunas limitaciones territoriales y reparos por existir ya una estructura inquisitorial en funcionamiento.

 

La pausa de Fray Hernando de Talavera

La bula Exigit fue promulgada en 1478 , pero no sería hasta 1480 que comenzaría a aplicarse. Fray Hernando de Talavera (1428-1507), confesor de la reina Isabel la Católica, monje jerónimo de carisma evangelístico y ascético, determinó un papel fundamental en estos dos años. Por su posición cercana a la reina pudo conseguir su beneplácito para intentar la conversión de los judaizantes por la Palabra. Contó con la oposición frontal de Fernando, ávido de soluciones rápidas y contundentes.

Fray Hernando se opuso a la creación de la Inquisición y lo pagaría años más tarde con un proceso contra él. Sólo saldría airoso por la mediación de importantes y poderosos favorecedores. De carácter pedagógico, reflejó en sus obras su convencimiento personal acerca de la conversión con la Palabra. Pequeños catecismos para niños o normas de vida para clérigos son algunas de sus obras. Querido incluso por los musulmanes y moriscos granadinos, que le llegaron a llamar el Alfaquí (maestro). Aprendió árabe y se ganó su respeto, pero su política blanda con ellos durante su arzobispado en Granada le llevaría a tener serios problemas con el aparato inquisitorial.

Finalizado el tiempo de su oportunidad, el 17 de septiembre de 1480 se nombraron 2 frailes dominicos (Miguel de Morillo y Juan de San Martín) como inquisidores para sevilla.

 

La Represión Dominica en Sevilla

Junto al consultor Dr. Juan Ruiz de Medina, estos inquisidores comenzaron a actuar de manera severísima contra los judaizantes sevillanos. Tan severa que las quejas se elevaron hasta oídos del papa quien trató de poner fin al asunto obligando a estos inquisidores a trabajar no de manera autónoma, sino en colaboración con los obispos territoriales. De la misma forma denegó a los reyes Católicos la expansión similar de la Inquisición por el resto de Castilla y León. Para suplir la carencia del tribunal en esta zona, decidió reforzar el número de dominicos que nombrados pontificialmente auxiliarían a los ya existentes (17 de abril de 1482).

 

El Papa cede ante los Reyes Católicos

Pronto se vio obligado el pontífice a limar asperezas con los monarcas españoles por miedo a una ruptura total. La propia Isabel de su puño y letra solicitó al papa la anulación de dichas normas para los inquisidores de Aragón. Y no solo eso, sino que solicitó y le fue concedido la renuncia papal a recibir la última apelación de los procesos inquisitoriales. Todo quedaba en casa, juzgado y apelado por tribunales e inquisidores españoles. Fue el arzobispo Íñigo Manrique el designado como juez de última instancia. El papa Sixto, consciente del tremendo error y las consecuencias de esta cesión, ordenó mediante bula del 2 de agosto de 1483 el retorno de estas competencias a Roma. Volvió a retirar esa orden el 13 de agosto del mismo año por temor a Fernando. Tan grande temor hizo que se acompañara esta retractación de la concesión de una de las principales reivindicaciones de los Reyes: la de confirmar como Inquisidor General para Castilla y también para Aragón, Cataluña y Valencia del sanguinario y famoso Inquisidor General Tomás de Torquemada. 

Este nombramiento a propuesta de los propios reyes, no hacía sino confirmar la extraordinaria independencia de Roma y el tremendo influjo del poder civil en esta renovada inquisición.

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