A Jesús le gusta la gente que se define

Los laodicenses, por su acomodo tranquilo a la sociedad podían prosperar y vivir cómodos.  Esa actitud indefinida Cristo la encontraba repugnante.

01 DE JULIO DE 2018 · 13:00

Wenniel Lun / Unsplash,borroso, vidriera
Wenniel Lun / Unsplash

La carta a Laodicea nos plantea dos preguntas que hacen pensar: 1) ¿Por qué es peor ser tibio que ser frío?  Más adelante, Dios les exhorta a ser fervientes (3.19) pero nunca desea que seamos fríos ni tibios.  ¿No debía ser mejor "tibio" que "frío"?  2) ¿De qué manera, o en qué forma, eran tibios los laodicenses?  ¿En qué consistía su tibieza?  El versículo17, que parece cambiar el tema o estar hablando de otra congregación, les describe como ricos (o creyéndose ricos) y muy contentos y complacidos.  ¿Es malo eso?  ¿Qué tiene que ver con la tibieza de ellos?

Ya hemos señalado que el contraste "caliente/frío/tibio" no tiene que ver con "temperaturas espirituales comparadas" ni grados de entusiasmo religioso.  Basándose en una comparación con el agua desagradable de Laodicea, Cristo quiere decir que la postura "tibia" de ellos a él le da asco.  Cristo preferiría caliente o frío a tibio (3.15b), porque aquellos a lo menos se definen, mientras los tibios "no son ni chicha ni limonada" (en lenguaje latinoamericano).  Los laodicenses, precisamente por su acomodo tranquilo a la sociedad imperial, podían prosperar y vivir cómodos.  Esa actitud indefinida Cristo la encontraba repugnante.[1]

Hoy día también muchos cristianos pretenden refugiarse en la neutralidad.  Su actitud es la del político que dijo, "Yo no estoy a favor ni en contra, sino todo lo contrario".

Cuando Dietrich Bonhoeffer comenzaba a preocuparse por el rumbo del gobierno de Adolfo Hitler, muchos amigos le aconsejaban que "es mejor no saber".  Pero Bonhoeffer sentía que como cristiano tenía que saber, para poder optar responsablemente, lo cual al fin le costó la vida.

Quien se encuentra con Cristo se halla frente a una opción radical que no permite neutralidad. Igual que Josué o Elías, Cristo nos exige en términos ineludibles, "¡escoge hoy!".

Los blandos e inocuos no entran al reino de Dios, sino "los violentos lo arrebatan con fuerza" (Mt 11.12).  Cristo, igual que Elías, nos pregunta, "¿Hasta cuándo van a continuar ustedes con este doble juego?  Si el Señor es el verdadero Dios, síganlo a él, y si Baal lo es, a él deberán seguirlo" (1R 18.20 DHH).

Aristóteles enseñó al pensamiento occidental a buscar el "medio dorado", lo que suele fomentar una alergia contra "los extremos".  "Centrado" se entiende como un adjetivo favorable, "extremista" desfavorable.  Pero no toda la verdad está en el centro, y mucho menos las opciones históricas.  No puede haber "término medio" entre la fidelidad y la infidelidad, la obediencia y la desobediencia.

Qué cómodo que está todo en el centro; pero ahí también está el diablo.  Tener una postura del "medio dorado" ante el nazismo, el racismo, o guerras de agresión no es ser "centrado" sino ser cobarde.  Y el Apocalipsis nos advierte que los cobardes no entrarán al reino de Dios (21.8).

¡Los verdaderos cristianos no pueden quedarse neutrales!

¡Lo peor es sentirse satisfecho consigo mismo, siendo tibiamente indeciso e irresponsable!

 

NOTA AL PIE

[1] Es probable que esta actitud indefinida de Laodicea seguía en la línea del Nicolaítismo acomodaticio de Pérgamo y Tiatira (y muy posiblemente de Sardis).  González Ruiz (1987:106) afirma que la tibieza de Laodicea consistía en un "compromiso histórico" con la idolatría circuncidante.

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