Lutero (respuesta a Elvira Roca)

Que quede aclarado que el necio piensa que su necedad es sabiduría, pero que él (o ella) lo piense, no la convierte en sabiduría.

23 DE JUNIO DE 2018 · 19:05

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“He sentido pena y estupor” nos decía José Luis Villacañas al leer un artículo contra Lutero escrito por Mª Elvira Roca Barea. Y nos avisaba de lo que es normal, había acudido a Dialnet, la base de datos sobre trabajos y publicaciones de cualquier autor, “para ver si la señora Roca tenía alguna bibliografía propia sobre Lutero”. Efectivamente, no tiene “acreditado un saber cualificado sobre Lutero”, sin embargo, “publica lo que no puede ser sino un montón de prejuicios personales”. Y el profesor nos dejaba su inquietud sobre esta “expansión de prejuicios, xenofobia, incomprensión y demagogia, aliñada con carencia de criterio histórico, confusión y oscurantismo.”

Mª Elvira Roca reclamó su derecho de réplica, y en el mismo diario donde escribe Villacañas, contestó de forma modélica. Es decir, con todo un claro modelo de su estilo y fundamentos. De momento le reprocha que “su texto ha sido escrito en el más puro estilo luterano” y que a ella “Lutero no le interesa ni poco ni mucho como fenómeno religioso”. (Bueno es saberlo, pues a ver cómo se puede ser experta en Lutero y su reforma, sin interesarle su aspecto religioso.) Y luego nos presenta su estilo de artes de la santa manipulación española, porque deja bien claro su modelo de uso del lenguaje para confundir la realidad y presentar la falsificación como verdad, que “los prejuicios han creado las coordenadas para explicar los hechos”, como usted misma nos dice (p. 171). Pues resulta que ante la afirmación del profesor Villacañas de que en Dialnet no aparece ni una hoja suya sobre Lutero, le contesta que “es bueno salir de Dialnet como suministrador de bibliografía, porque ahí difícilmente va a encontrar usted trabajos en lenguas distintas del español.” ¿Puede alguien dudar de que la señora Roca con esta contestación está diciendo que sí tiene trabajos sobre Lutero, pero que están en otras lenguas? Con estas palabras ¿no está afirmando que si alguien mira en otras lenguas se encontrará con obras suyas sobre Lutero? Pues eso es manipular para engañar. No tiene nada ni en castellano ni en otras lenguas. De Lutero, ni idea.

Sin embargo, es evidente que la señora Roca tiene sus defensores; todos los que piensan que no necesita nada más que lo mostrado para ser una autoridad sobre la Reforma y Lutero. Así lo explicaba uno en su conferencia titulada, precisamente, “José Luis Villacañas Berlanga y su fobia al imperio español” (José Luis Pozo Fajarnés. 3 sept. 2017. “. El Catoblepas. Nº 180, verano 2017, pág. 2.), haciendo referencia al artículo ya citado arriba. Y sale en defensa de la señora Roca, “Villacañas argumenta contra Roca señalando que esta profesora no ha publicado nada antes sobre Lutero (le parece poco todo el conocimiento que nos brinda solo en este libro)”, pues parece que al señor Pozo sí le basta y le sobra con “todo el conocimiento” que nos brinda en Imperiofobia. Aunque fíjense en lo que dice sobre el imperio español, porque rompe la imagen del mismo que presenta Mª Elvira Roca, “en Trento, ya en tiempos del hijo de Carlos, Felipe II, se hizo palpable esta confrontación imperial entre Roma y España. Allí la autoridad de los Estados Pontificios doblegó la del español.” Señora Roca, no me descalifique todavía al señor Pozo, espere, que es su amigo y le está echando una mano, aunque nos esté diciendo que la confrontación del imperio español, ¡no es cosa de los protestantes!, sino de Roma, de los Estados Pontificios, ¡y le han ganado! Es comprensible su enfado, pues incluso añade, “en Trento se impuso el Papado. Las tesis perdedoras fueron por un lado las de España, y por otro las de los débiles. Los puntos de vista de los reformados fueron desechados”. ¡Los débiles! ¡Los reformados, junto a España, derrotados por el papado! Con lo que usted aprecia a los jesuitas, a juzgar por el espacio que les concede en su libro, no quiero ni mencionarle qué piensa el señor Pozo sobre la mano que urdió esa derrota. Pero vayamos a lo bueno; que ya se sabe: si el profesor Villacañas está en contra de sus decisiones inapelables sobre Lutero, seguro que será un renegado. Efectivamente, ahí tiene a su defensor, el señor Pozo para quien Villacañas no incide en algunas cuestiones, “como es lógico por otra parte, dadas las tesis antiespañolas que defiende siempre”. Vea qué cerca tiene al señor Pozo (incluso aunque defienda su misma España, con su mismo papado, se confiesa ateo); la lucha no quedó cerrada en el XVI. Como decían los de la guerra civil, la España de Trento es la que toma las armas. La lucha sigue, como usted afirma. “Los protagonistas de esa lucha son las dos facciones cristianas que estamos aquí mencionando y que Villacañas también considera en su texto. Pero nosotros aquí afirmamos algo inasumible por él: que hoy día esa lucha sigue teniendo gran relevancia. A la vez, también debemos señalar que la victoria, desde hace ya más de un siglo, se está decantando del lado de los reformados.” Sea paciente, señora Roca, que no se puede tener todo. Es verdad que para usted eso de “dos facciones” la pone mala, pues ¿cómo comparar a la iglesia Romana con las protestantes? Y encima, “¡que vayan ganando los reformados!” Eso sí que es inasumible. Pero, ánimo, que si ha llegado hasta aquí sin expulsar al autor al cenagal de la envidia, el rencor o la incompetencia, ahora tiene su recompensa. Al igual que usted, considera que es inaudito que un católico, aunque sea el mismo papa, se interese por Lutero y vea algo positivo en el personaje. Que así tendrán armas estos renegados para su causa, y Villacañas podrá citar “las palabras de un monje agustino que coincidió con él en el Escorial: “Lutero es nuestro hermano”. Alégrese, que el conferenciante la acompaña en su camino de recuperar el prestigio patrio. Así se despacha: “Aunque no dice nada al respecto, está implícita ahí su postura opuesta, la de defender los nacionalismos que están fragmentando la España actual. El nacionalista es Villacañas, no la autora de Imperiofobia y leyenda negra. Villacañas es, como la recua de nacionalistas vascos y catalanes, animados por el nuevo partido Podemos, un negrolegendario convencido, que niega la realidad histórica del Imperio español”. Evidente, diáfano; quien esté en contra del imperio español, aunque no se diga, está en la recua nacionalista, y, por supuesto, es un “negrolegendario”. Gracias, caballero de imperial lenguaje, por tildarnos de recua, todo un honor compartir camino con el noble animal de carga, pues supongo que piensa esa palabra con la primera definición de la RAE (con la segunda, seríamos una multitud de cosas). Menos mal que los fundadores del nacionalismo vasco y catalán eran católicos de misa diaria, y siguen así, ¿se imaginan que alguno fuese protestante?

Pero ya acabo, señora Roca, le pongo el último bálsamo para su alma imperial que nos deja su defensor, el señor Pozo, que ya se sabe: quien a Roca Barea rechaza, a España, la inmortal, ofende; y eso solo puede venir de “negrolegendarios”. Los que les hacen “el caldo gordo a los detractores de la nación española, a los que acuñaron y expandieron la denominada “leyenda negra”, de la que Villacañas se nos muestra como uno de sus más fervientes defensores.” (Habrá que indicarle al profesor Villacañas que añada en su extenso y riguroso currículo lo de “defensor de la leyenda negra”.) Aunque lo más notable y brillante está por venir, pues con su cara bien pulida, el señor Pozo nos dice: “y para con ello cerrar ya esta diatriba dirigida a él, queremos hacer mención antes de otras opiniones y tesis vertidas por el catedrático Villacañas.” Como lo leen; la conferencia era una diatriba dirigida al catedrático Villacañas. A usted, señora Roca, no hace falta que se lo explique, porque es filóloga, pero por si hay algún despistado: según la RAE, diatriba es un escrito acre y violento contra alguien o algo.

Esta es la fosa séptica (que ni para abono sirve; iba a poner otro modelo más antiguo, pero mejor que no) de donde se sacan los argumentos para remendar el manto de la España de Trento. He puesto esta referencia extensa a la diatriba del señor Pozo, teniendo en cuenta lo que nuestro Libro nos dice de no responder al necio conforme a su necedad (esto vale también para la señora Roca), pero tampoco dejarlo pasar como si nada, y que parezca que su necedad es sabiduría. Que quede aclarado que el necio piensa que su necedad es sabiduría, pero que él (o ella) lo piense, no la convierte en sabiduría.

En la España del nacional catolicismo (y de algunos referentes históricos del moderno socialismo), ya se sabe que cualquiera puede ser un experto en Lutero o en el protestantismo no por competencia en investigación y serio estudio, sino que basta una buena dosis de odio e insultos. (En la España más normal, sí tenemos a algunos expertos en Lutero, por estudio e investigación, que son católicos.)

En Imperiofobia encontramos un sencillo indicador de la base que sustenta la condición de “experta” en Lutero de la autora. En el punto 3 de la segunda parte, titulado “Alemania: protestantismo y regresión feudal” (que ya el título apunta maneras, y es definitivo), en la primera página (166), la señora Roca (para quien el aspecto religioso de Lutero no le importa ni poco ni mucho, recuérdese) nos dice que “según la leyenda” se clavaron aquellas tesis en 1517, con lo que comienza “el mayor cisma que ha conocido la cristiandad occidental”, y que va a permanecer para siempre, según parece.

La autora nos ilustra, “las explicaciones que se dan a este cisma son ciertas pero insatisfactorias”. (Ya se la ve venir, gracias por la evidencia. Las “explicaciones ciertas” no satisfacen a Mª Elvira Roca.) Cuando en los primeros renglones aparece el nombre Martín Lutero, nos da una nota al pie, donde se evidencia de dónde cojea en su conocimiento del personaje. En un capítulo donde se va a hablar de Lutero y se pretende derribar el mundo que construye, según la autora, no tiene nada más que ofrecer al lector lo siguiente (nota 209): “Hay varias biografías de Lutero disponibles. Alfonso María Moreno, Martín Lutero: historia de una rebeldía, Bilbao: Mensajero, 1985, y también Judith O’Neill, Martín Lutero, Madrid: Akal, 1991.” En cualquier tribunal serio, si un aspirante a enseñar sobre Lutero y su reforma presenta estos dos libros como su bagaje, lo expulsan antes de terminar de pronunciar su segundo apellido. Parece, sin embargo, que a la señora Roca le basta.

El libro de Alfonso María Moreno (jesuita, editado por la sección de publicaciones formativas de la Compañía) no está en circulación. Yo no he podido encontrarlo en bibliotecas cercanas. No puedo opinar, excepto en comprobar que el autor no es historiador, y que, así lo le leído en una reseña, se centra más en los aspectos personales religiosos de Lutero. Suele aparecer citado en bibliografías en algunos artículos, pero no es posible, o al menos, fácil, que alguien logre leerlo. Yo no he podido. El otro propuesto, de la profesora O’Neill, sí lo he leído. En inglés se publicó en 1975. Es un número dentro de una colección de la editorial Akal, “Historia del mundo para jóvenes”, con formato especial, cuyos temas se suelen usar en los institutos para ayudar al profesorado a componer unidades didácticas para estudiantes de 12 a 14 años. Tiene 48 páginas, no todas de texto, pues también incluye ilustraciones adecuadas. Supongo que la señora Roca lo habrá tenido a mano en la biblioteca del instituto donde daba clases; es un esquema útil. No sé, sin embargo, si la señora Roca estaría muy de acuerdo con la profesora O’Neill, pues afirma que “por fortuna, los historiadores cuentan con gran cantidad de material para investigar acerca de este hombre… Pero no es fácil, ni en sus días, saber qué pensaba y qué hacía”. Lo primero incomoda en extremo a Roca Barea, ¿gran cantidad de material para investigar acerca de Lutero? ¿A quién le puede interesar ese hombre? Y con lo segundo el enfado sería monumental, ¿cómo que con todo ese material de investigación todavía no se tenga claro lo que pensaba y hacía el personaje? Miren a Mª Elvira Roca, que sin necesitar investigar nada, ya sabe qué pensaba y qué hacía ese Lutero. Donde se ponga una buena brocha, que se quiten documentos e investigaciones. Y en esto reconozco que la señora Roca es irrebrochable; solo necesita dos, una para pintura negra, otra para blanca, pulcramente separadas, no sea que se salpiquen, y salga alguna manchita gris. Un buen brochazo, y cada cual en su sitio.

Que ni siquiera mencione los escritos de Lutero presentados por Teófanes Egido, excelentes, y de acceso sin dificultad, es un síntoma que muestra lo que le importa Lutero a la autora: ni poco ni mucho. Pero también muestra de forma clarísima la condición que asume en los lectores; y esto es indicador del carácter de todo su proyecto. No supone esfuerzo alguno buscar en internet varios buenos estudios sobre Lutero, incluso alguna obra suya, y citarlos, aunque no se conozca su contenido. Sin embargo, la autora piensa que no necesita disimular, que a ningún lector le importará que sus conclusiones sobre Lutero y la Reforma estén basadas en su sola imaginación. Y, efectivamente, como se, a algunos lectores no les preocupa.

Lo que sucede con Imperiofobia y sus secuelas, es síntoma de una situación cultural y humana. A sectores de la cultura, públicos y privados, les ha servido el manejo de la historia que ejecuta Mª Elvira Roca. Para que no quede a la altura de lo que serían las publicaciones del nacional franquismo (legítimas, honestas y a cara descubierta), que siempre hay que tratar con modos políticamente correctos, le han construido un pedestal, a dos manos, más con la derecha, pero también con la izquierda, donde pueda pintar España a su gusto.

Tampoco hay que alarmarse por esto, que ya tenemos mucho en nuestra historia. Al final, esos pedestales, con el tiempo, dejan a los encumbrados como los estilitas, subidos a su columna, tan felices, y a los que se acercan, pisando excrementos.

Termino con un ejemplo de este pedestal, donde la señora Roca pueda decir y diga que Lutero se levantó contra la unidad europea que propugnaba el imperio español, que el protestantismo es un instrumento creado y mantenido para robar, sobre todo a España, y otras lindezas, que se pudieron “comprobar” en una reciente exposición en Alcobendas (Madrid), en su Universidad Popular en el Espacio Miguel Delibes, 3-27 de abril. Lo pongo, porque es un ejemplo del modelo de lenguaje. Primero, la exposición “Lutero y su mundo”, será una exposición itinerante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La responsable científica es la señora Roca Barea. ¿Puede alguien dudar, al leer un anuncio así, que la organizadora no sea una autoridad sobre Lutero y la Reforma? Pues de eso se trata. Lo que la autora diga, estará avalado, no ya solo por su aparición en muchos medios con sus entrevistas (que algo que se diga en un artículo de periódico, a haya salido en la televisión, es casi de tanta autoridad en nuestro mundo como si lo dijera Wikipedia), sino por una exposición del CSIC, con grabados de la época.

La imagen, el lenguaje, que como ya se sabe “crea la realidad”, se ha conseguido con creces. No importa tanto la propia exposición, sino su expansión mediática. Los medios se hicieron eco de la actividad; unos con simple traslado de la información que ofrecía el centro donde se ubicaba, otros, usándola como herramienta para incidir en su descalificación del protestantismo (ABC, El Mundo, etc., y otros locales). Especialmente El Mundo cumplió muy bien la misión, sobre todo, por colocar en su referencia el cartel de propaganda nazi (visible en la exposición) que muestra la imagen de Lutero, con su Biblia, junto a la cruz gamada. Con la reproducción a color del cartel, decía; “Uno de los grabados más curiosos de la colección es el que presenta a Lutero ante la bandera del NSDAP. Vestigio de la propaganda nazi de 1933, la imagen del filósofo fue usada como una constante reivindicación de la revolución teórica y la pura xenofobia. En palabras de la propia Roca Barea, "no se puede entender el nacionalismo racista de principios de siglo en Alemania sin la figura de Lutero como catalizador". La historiadora hace referencia así a uno de los aspectos más polémicos que rodean la figura del alemán: su férreo antisemitismo. No en vano, Lutero dejó escrito en Sobre los judíos y sus mentiras que "debían quemarse las sinagogas". (se refuerzan en negrita algunas frases).

De todos modos, el ABC no se queda sin aportar su contribución. En reportaje del 6 de abril, citando la conferencia inaugural de Mª Elvira Roca, nos alecciona así: “La exposición es un ejercicio histórico que la mayoría de exposiciones [con motivo de la celebración del V centenario de la Reforma] han esquivado para centrarse solo en asuntos teológicos. “La religión solo fue la dinamita empleada por los nobles alemanes para oponerse al poder de Carlos y a su prematuro intento de UE”.

La exposición itinerante organizada por esta célebre profesora de Harvard e investigadora del CSIC, se centra en desmitificar la idea de que la Reforma protestante trajo progreso a Europa. “Se admira a Lutero como un elemento de modernidad sin el que hubiera sido imposible un mundo democrático y civilizado. Pero es todo lo contrario: la Reforma supuso retroceder al feudalismo y perpetuar el poder de las oligarquías locales en Alemania”.

El agresivo mensaje de Lutero dio lugar a sucesivas guerras y, dado su carácter xenófobo y antisemita, ha sido empleado por los elementos más extremos del nacionalismo alemán. “El humanismo alemán originó la idea de que fuerzas extranjeras, en aquel tiempo el Papa y los españoles, estaban saqueando el país”, defiende Roca, que recuerda la estrecha vinculación de aquellas ideas con el III Reich: “No es casualidad que la Noche de los Cristales Rotos fuera presentada como una celebración luterana y que los nazis concurrieran a las elecciones con una imagen del reformador”.

Sí reconoce la genialidad de Lutero en el campo de la propaganda y la fabricación de mentiras. A él se le deben mitos como la inferioridad del sur respecto al norte. “El mundo católico aún hoy sigue sin comprender la lección de la importancia de la propaganda”, concluye.”

Como se ve, el autor del artículo (César Cervera) hace suyas las verdades de la señora Roca. Eso está ocurriendo con algunos sectores de la cultura y los medios. Tienen influencia. Pueden crear fábulas de propaganda, pero España es más normal de lo que suponen.

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