¿Por qué no abrazos para el verano?

Cuando el corazón se abre, el tacto sobre la piel abre la comunicación que se da y recibe con un abrazo, una caricia, un apretón de manos, un beso.

16 DE JUNIO DE 2018 · 20:00

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Puede parecer frívolo que empiece un nuevo “Desde el Corazón” con la letra de una vieja canción, que cantaba el famoso Julio IGLESIAS, y no era el único: “abrázame/y no me digas nada, sólo abrázame/me basta tu mirada para comprender/que tú te irás. Abrázame/como si fuera ahora la primera vez, como si me quisieras hoy igual que ayer/abrázame/ y lo hago como un pretexto para afirmar de forma sencilla que todo ser humano, mientras vive, necesita vitalmente comunicarse: hacer partícipe a otro de lo que tiene; descubrir o manifestar a los demás alguna cosa o a sí mismo; consultar un asunto tomando pareceres; intercambiar ideas. La incomunicación es una de las cosas peores de nuestro mundo -la antivida es casi peor que la muerte- porque impide el amor y la amistad y cualquier compañerismo. Yo soy propenso a usar para comunicarme, la palabra; intento hacerlo también con la manuscrita; pero “Desde el Corazón” sé también, que no es la única forma de comunicación ni la primera, y me atrevo a decir que ni la más universal. Usar la palabra en todas sus formas para comunicarse es maravilloso, aunque en ocasiones haya que traducir lo que comunicamos por los trujimanes que lo mediatizan, y por las motivaciones que inspiran ciertas palabras. Ya el oído de por sí es un órgano laberíntico y en ocasiones, parece sólo escuchar lo que los medios de comunicación quieren que oigamos. Igual que cuando en una noticia, un periódico, de un crimen pasional se da el número exacto de puñaladas, pero no la desesperación, no los celos infinitos, las horas infinitas de soledad, la ceguera fatídica y roja del desamor, o la maldad del corazón humano.

El ser humano es su anhelo de comunicación. No obstante, parece que hace lo imposible por no comunicarse. Él es su territorio y, como un animal, lo marca y lo clausura. La piel, ese milagro del Diseñador Inteligente, para algunos es su frontera: allí se acaba; nada de abrir el alma, compartir el espíritu, comunicar desde el interior. Sin embargo, cuando el corazón se abre, el tacto sobre la piel abre la comunicación que se da y recibe con un abrazo, una caricia, un apretón de manos, un beso. No podemos olvidar la alianza bien fundada que existe en el tacto, la expresión tan dinámica que significa el contacto; por lo que no es de extrañar que la Sagrada Escritura recomendase el “ósculo santo” y que la práctica del abrazo cristiano en la Iglesia primitiva, hiciese describir a Plinio el Menor, como información a Nerón que: “los cristianos se manifestaban afecto y amor con sus abrazos y sus besos”. Hoy tenemos mucho falso pudor, mucha desconfianza y no poco temor, mucho de esto por la influencia de tiranía de los medios de comunicación y sus técnicas de crear sospechas. Si estrechamos una mano, ya no expresa como antaño, que no había peligro, que venía desarmada. Hoy la estrechamos para separar, como para decir “de aquí no se pasa”.

Las manos, hay en ellas elocuente mensaje. Bien expresivas sobre la frente ajena, sobre el cuello, los hombros, el brazo, la espalda, la cintura… olvidamos que nacemos envueltos en la piel, expuestos dentro de ella; y que ella es sensible a la ternura, a discernir el cariño, a la elocuencia del silencio, a descubrir la bondad del amor. Si mi madre no me hubiese acogido; acurrucado sobre ella, y oído el tic tac de su corazón; si no me hubiese consolado en el único idioma que no ha de aprenderse, interminable idioma común de las criaturas, si no hubiese recibido la garantía de su amor a través de las caricias, no sabría de lo que estoy escribiendo, pero sí creo saber sobre el valor de las caricias.

En Inglés se dice: handmade, para cobrar más caro, para dar valor a lo que se ha “hecho a mano”; también antiguamente, las buenas fabricaciones se llamaban “manufacturas” pero ahora -y no es que piense que esté mal este adelanto- con la tecnología, la máquina ha reemplazado a la mano, y las cosas son más asépticas, más depuradas; y ese mismo proceso de “mecanización” sufre nuestra comunicación. El cristianismo primitivo se apreciaba, se expresaba con el abrazo, cogerse las manos, despedirse con besos de afecto, no temía la ternura, como describía el informe, que amplio del espía Plinio, que escribió para el cruel Nerón: “… los seguidores del galileo Jesús, se encuentran con júbilo, se besan, se abrazan unos a otros, se separan, se vuelven a reunir, se miran, vuelven a abrazarse”.

Sepamos acariciarnos, con los ojos, con las manos, con los labios. Es una inacabable asignatura, un luminoso léxico, una insustituible caligrafía. El ser humano fraternalmente acariciado, el amigo que se apoya en el hombro del amigo, el semejante que besa con afecto al semejante. Como se acercan las raíces del árbol a los arroyos de agua, pero con significado más profundo; es como una efusión de paz, de alegría recíproca, de ruptura de la agresión, de anulación de defensivas estériles y de la soledad, una cariñosa forma de reconocimiento del otro. Porque sabemos que ciertamente tendremos días de intemperie, de depresión, de desalientos, sabemos también que nos sentiremos mejor si nos abrazamos juntos, como aquel abrazo del padre del atleta favorito para el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona Derek Anthony REDMOND, quien a punto de alcanzar su sueño, cercano a la meta, sintió el chasquido de su pierna que le impidió culminar los escasos metros a la meta. Todos le superaron, el favorito REDMOND, no podía sostenerse con su pierna, su padre atravesó la pista, lo abrazó y juntos caminaron los últimos metros… y el estadio de Montjuïc explotó con la ovación más grande de todas las victorias… la camiseta del cariñoso padre tenía una pregunta en la parte delantera “¿has abrazado hoy a tu hijo?” y en la parte de la espalda esta corta expresión “do it” hazlo ahora.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - ¿Por qué no abrazos para el verano?