El Papa reinterpreta y actualiza gnosticismo y pelagianismo

Jugar con la teología histórica y rediseñar su vocabulario para propósitos actuales nunca es una actividad neutral.

10 DE JUNIO DE 2018 · 15:00

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El Papa Francisco es apenas conocido por su interés en la teología histórica. A diferencia de su predecesor, Benedicto XVI, los discursos y los escritos de Francisco no contienen normalmente referencias a las fuentes patrísticas, medievales o modernas. Los textos que constantemente cita son suyos. Su estilo de comunicación “con los pies en el suelo” está dirigido a la sencillez y la inmediatez, con pocas o ninguna concesión a la erudición teológica. Aunque hay una excepción. Desde su exhortación apostólica programática Evangelii Gaudium (El Gozo del Evangelio, 2013), se ha referido con frecuencia a los peligros del “Gnosticismo” y el “Pelagianismo” como las amenazas actuales para la Iglesia.

Estas son las preocupaciones algo crípticas del Papa:

Una es la atracción del gnosticismo, una fe puramente subjetiva cuyo único interés es una cierta experiencia o un conjunto de ideas y alguna información que están destinados a consolar e iluminar, pero que en última instancia mantienen a la persona prisionera de sus propios pensamientos y sentimientos. La otra es el neopelagianismo prometeico ensimismado de aquellos que finalmente confían sólo en sus propios poderes y se sienten superiores a los demás a causa de que ellos observan ciertas reglas o permanecen fieles de una forma intransigente a un particular estilo católico del pasado. Una supuesta solidez de una doctrina o disciplina conduce en cambio a un elitismo narcisista y autoritario, por el cual en lugar de evangelizar, uno analiza y clasifica a los demás, y en lugar de abrir la puerta a la gracia, agota sus energías en inspeccionar y verificar. En ninguno de los casos se está preocupado realmente por Jesucristo o los demás. Estas son las manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. Es imposible pensar que un genuino empuje evangelizador pueda emerger de estas formas adulteradas de cristianismo. (n.94) [1]

 

Una advertencia contra las desviaciones “subjetivas” y “tradicionalistas”

El gnosticismo y el pelagianismo fueron dos antiguas corrientes del pensamiento religioso y teológico con los que la iglesia tuvo que enfrentarse en los primeros siglos de su vida. El gnosticismo es la creencia de que el mundo material está creado por una emanación del Dios más elevado, que atrapa la chispa divina dentro del cuerpo humano. Esta chispa divina podría liberarse por el “gnosis”, es decir, una participación directa en lo divino. El gnosticismo fue contrarrestado principalmente por los Padres de la Iglesia como Ireneo de Lyon (130-202 AD), quien insistía en la bondad de la creación, la realidad del pecado, y el encarnado Hijo de Dios que nos salva enteramente por medio de su muerte y resurrección.

El pelagianismo es la creencia que el pecado original no manchó la naturaleza humana y que la voluntad es todavía capaz de elegir entre el bien o el mal sin ninguna ayuda divina especial. Fue principalmente combatido por Agustín de Hipona (354-430 AD), quien recalcó la transmisión del pecado original a toda la humanidad y la absoluta incapacidad del hombre pecador para cambiar su destino sin la intervención de la gracia divina.

 

¿Cómo interpreta Francisco el gnosticismo y el pelagianismo?

Desde el principio, parece que el Papa se está realmente refiriendo a los movimientos y las tendencias dentro del catolicismo romano que él etiqueta como gnosticismo y pelagianismo. Se opone a estas tendencias y advierte a los católicos sobre el hecho de ser atrapados por las mismas. Para Francisco, el neo-gnosticismo es una “fe subjetiva”: el asunto implícito es que carece de la perspectiva sacramental, institucional, mariana y jerárquica de la fe católico romana. ¿Está aquí advirtiendo contra el peligro de absorber demasiadas dosis de la fe “evangélica”, que a menudo es caricaturizada como “subjetiva” porque se centra en la fe personal y el testimonio? ¿Está admitiendo que está preocupado por la difusión de la “espiritualidad evangélica” por todo el mundo y tratando de contrarrestar su éxito etiquetándolo despectivamente como la última forma de gnosticismo? Además, ¿también se refiere al peligro de un catolicismo de cafetería donde la gente subjetivamente elije y coge lo que quiere creer y practicar?

En lo que respecta al pelagianismo, el Papa parece abordar otro frente crítico. Los neo-pelagianos “confían solamente en sus propios poderes y se sienten superiores a otros porque observan ciertas reglas o permanecen fieles con intransigencia a un estilo católico particular del pasado”. Es evidente que está apuntando a los sectores tradicionalistas de la Iglesia de Roma, a los cuales no les gusta que su estilo más informal y las “reformas” pastorales vayan en contra de los patrones bien establecidos. Al advertir contra las últimas formas de gnosticismo y pelagianismo, está criticando lo que percibe como desviaciones tanto en el frente derecho (los tradicionalistas) como en el frente izquierdo (los evangélicos y los seglares).

 

Una espada de doble filo

El gnosticismo y el pelagianismo proporcionaron definiciones alternativas al cristianismo bíblico. Es por esto que han sido siempre percibidos como letales, y ésta es la razón por la cual el Papa se refiere a ellos en términos críticos y muy negativos. No obstante, Francisco no presenta una evaluación históricamente precisa o teológicamente exhaustiva del gnosticismo y el pelagianismo.[2] El los usa (y quizás abusa) para luchar sus propias batallas. Está más interesado en advertir contra las vagas formas actuales de estas tendencias -hasta el punto de ignorar sus significados establecidos- que en hablar como un historiador de la Iglesia sobre lo que ocurrió en el pasado y recopilar lecciones para la Iglesia de hoy.

Esta forma “creativa” de redefinir las herejías históricas en aras de las contiendas actuales podría también ser usada contra Francisco. Desde un punto de vista “tradicionalista” él también parece avalar una forma “subjetiva” de catolicismo por el cual se le dice a la gente que siga sus conciencias y se reúna en la Iglesia (el “hospital de campaña” que lo incluye todo) sin ningún costo personal de arrepentimiento y fe. ¿No es esta también una forma de gnosticismo por la cual se espera que sigas la “chispa” que está en ti? Por otra parte, las voces seglares y evangélicas podrían estar en desacuerdo con Francisco por mantener un aparato eclesiástico y magisterial que se basa en la ley canónica medieval, un estado político monárquico y absolutista (o sea, el Vaticano), el banco Vaticano, una combinación compleja de obras y prácticas religiosas, etc. ¿No es esta una forma de pelagianismo, es decir, un sistema basado en las obras que oscurece la primacía de la gracia?

Jugar con la teología histórica y rediseñar su vocabulario para propósitos actuales nunca es una actividad neutral. El abuso denunciado puede volverse fácilmente contra el denunciante. La labor de defender de amenazas y peligros a la Iglesia de Dios necesita herramientas más claras y más precisas.

 

Notas

[1] Otras referencias al gnosticismo y al pelagianismo pueden encontrarse en su Encíclica Lumen Fidei (La Luz de la Fe, 2013) n. 67 y en su Address to Participants in the Fifth Convention of the Italian Church (2015) [Discurso a los participantes en la Quinta Convención de la Iglesia Italiana].

[2] La falta de exactitud histórica y teológica de Francisco es quizás una de las razones que hay detrás del reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Placuit Deo (22 Febrero 2018), en el cual ambas versiones modernas del gnosticismo y pelagianismo están tratadas de manera más históricamente informada y se ven como peligros en “ciertos aspectos de la salvación cristiana”. Es interesante observar que las dos aplicaciones del Papa Francisco realmente no siguen adelante.

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