Estado de la cuestión

No hay plan sin inteligencia, ni invención sin inventor, ni orden sin elección.

03 DE JUNIO DE 2018 · 08:00

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¿Quién me lo iba a decir que sentado en una de las habilitadas mesas de la sala de espera del Ave en la estación de Atocha, mi imaginación me llevara a teclear en el portátil unas ideas para desarrollar una Teología Natural?. La contribución a estos pensamientos la tuvo una página de publicidad, de una de las revistas que ADIF/AVE pone a la disposición de los viajeros, con un claro sello: “para uso exclusivo de la Sala VIP”. Esta revista “ASM”, definida como “re-vista” precisamente porque está muy vista, y que fácilmente desaparece en los portafolios de los muchos visitantes de tal sala, llevaba entre su mucha y cara publicidad, para gustos muy refinados y pudientes, una excelente fotografía del reloj “Raymond Weil”, evidentemente suizo “New Freelancer” Calibre RW 1212 #PRECISIONMOVEMENT; foto con todo detalle de las piezas de su perfeccionada máquina y elegante esfera. Y contemplando tal página, que mea culpa, arranqué y guardé en mi portafolio, empezó a trabajar mi imaginación… y ahí comienza mi intento de Teología Natural 1…

Si al atravesar yo un desierto caminase sobre una peña y me preguntase a mí mismo porqué estaba allí la tal peña, sin esforzarme mucho para responder a mi toda curiosidad, me diría: porque ha estado siempre ahí. Mas supongamos que en vez de la peña hubiese hallado un reloj “Raymond Weil”, ¿quién aceptaría como respuesta el que siempre había estado ahí? y ¿por qué no es aplicable igual respuesta a uno y otro caso?; porque al examinar la estructura del reloj hallo en él lo que no puedo descubrir en la peña; hallo que las partes de que se compone han sido hechas unas para otras y con un determinado objetivo; que este objetivo sea el movimiento, y que tal objetivo se dirija a marcar las horas.

Más desde la mente que “Desde el Corazón”, continuando el examen del reloj, descubro que si tuviesen diversa estructura esas piezas, o fuesen colocadas de otro modo, no se lograría el fin de su construcción. Observo en la excelente foto una batería que es principio energético de su movimiento; una multitud de ruedas, ejes y un encadenamiento de encajes que dan impulso de su cono caneado hasta el volante, y desde el volante, hasta las manecillas tanto de la esfera central como las del cronómetro.

Todo calibrado. Todo determinado para la más perfecta regularidad. Todo un mecanismo de función evidencia de unos hechos. Indiscutible es que esta máquina sea obra de uno o varios artífices, que estos artífices existiesen antes de fabricarla, y que al fabricarla se propusiesen el resultado que todos los que tenemos relojes (la misma verdad para los móviles) podemos observar.

“Desde el Corazón” y la mente, esta consecuencia no es menos segura aunque nunca hubiéramos visto construir relojes, ni hubiéramos conocido artífice alguno capaz de hacerlo, ni imaginar cómo pudo haberse montado esta precisa máquina. Aunque millones de personas no sepamos cómo se fabrica un reloj, este desconocimiento nos lleva sensiblemente al menos a admirar al artífice y nunca dudar si existió. Este raciocinio, tiene la misma fuerza, ora se trate de un artífice humano o de otro que tenga distinta naturaleza y diversos atributos.

¿Qué persona de juicio, para explicar la existencia de este reloj, se satisfaría con que se le dijese ser efecto de la casualidad; que el cuerpo hallado en aquel sitio debía tener una estructura, y esta estructura, así como pudo ser otra cosa, resultó ser un reloj?.

Cualquier persona de razón se sobrecogería si se le dijese que el mecanismo del reloj no es prueba de invención, ni función de un artífice, sino resultado de las leyes de la naturaleza metálica. Abuso es de las palabras el designar una ley, cualquiera que sea, como causa eficiente de un resultado. Esta ley supone un agente, pues es la regla conforme a la cual obra el agente, supone un poder con inteligencia y pericia, pues es el orden según el cual procede este poder. Sin este agente, sin este poder (distinto a la ley), la ley no puede nada ni es nada. Atrevida puede parecer la expresión que ha usado este “aprendiz de escribidor” de naturaleza metálica, mas el lector que la desapruebe, debería considerar cuántas veces él usa y acepta de otras no menos obscuras: la ley de la naturaleza animal, las leyes de la naturaleza vegetal y aún las leyes de la naturaleza, si de ellas se excluye un agente y un poder, son expresiones no menos vagas e ininteligibles que la otra. 

No hay plan sin inteligencia, ni invención sin inventor, ni orden sin elección; ni menos relación de las diversas partes hacia un conjunto de resultados sin una inteligencia anterior que las fabrique y las dirija.  

El “Raymond Weil” que tengo en la foto, tanto como el reloj que llevo en mi muñeca, por su misma construcción muestran una invención, un designio y un Artífice. Y lo normal es que el observador de esta preciosa máquina, debería maravillarse -y es simplemente mecánica, que contrastada con las admirables creaciones que nos quedan por ir observando, veremos que es sencilla- por este descubrimiento. Y “Desde el Corazón” me digo, ¿cuánto de razonable hay en el usuario normal que no descubre ni arte, ni invención, ni fabricante en el reloj?; pues este es, cabalmente, el razonamiento de los ateos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Estado de la cuestión