La Iglesia, comunidad en torno a la Palabra

Tanto el prólogo del Apocalipsis (1.3) como el epílogo (22.2,18s) hablan de la autoridad central de la Palabra y la bendición de su lectura.

20 DE MAYO DE 2018 · 17:00

Sarah Noltner / Unsplash,mujer leyendo, libro leer
Sarah Noltner / Unsplash

Llama la atención que sólo el mensaje a la iglesia de Filadelfia hace mención de su relación con la Palabra.  De otras congregaciones el Señor menciona su ardua labor, su servicio, su recta doctrina, su paciencia.

De Filadelfia menciona su fidelidad a la Palabra, y nada más: "has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre" (3.8,10).[7]

José María González Ruiz describe la fidelidad bíblica de Filadelfia en términos que nos hacen pensar: La comunidad de Filadelfia es precisamente la que no merece reproches del profeta, porque no ha cambiado la palabra de Dios en nombre de Cristo por los "alimentos terrestres", que de todas partes le ofrecían.  No ha pretendido mixtificar la fe cristiana, mezclándola con otras doctrinas y prácticas incompatibles con ella...

Una comunidad cristiana debe estar totalmente relajada para recibir la palabra de Dios, sin prejuzgarla con ninguna clase de presupuestos racionales o científicos.  Un creyente le firma un cheque en blanco y no le pone a Dios la condición de que la fe sea "reaccionaria" o "revolucionaria".  Después, cuando la Palabra ha tomado posesión de los creyentes, se ve claramente que impulsa a una lucha liberadora: a la búsqueda de una "ciudad nueva" y de un "nombre nuevo".[8]

Tanto el prólogo del Apocalipsis (1.3) como el epílogo (22.2,18s) hablan de la autoridad central de la Palabra (en este caso el mismo libro del Apoc) y la bendición de su lectura.  Pero no basta sólo leerla, aprenderla de memoria, interpretar sus predicciones, ni organizarla en una teología sistemática.  La bendición es mucho más que la emoción superficial de leer un libro interesante o escuchar sermones agradables.  Es más bien una vida entera juzgada y fortalecida por la Palabra (Heb 4.12s), que la obedece hasta las últimas consecuencias, incluso la muerte.  La congregación de Filadelfia es un ejemplo específico de la bendición prometida a los que guardan (têrew 1.3; 3.8.10) la Palabra.

La carta menciona una doble fidelidad de los filadelfianos: a la Palabra y al Nombre (3.8).  Es posible que "Palabra" aquí se refiere específicamente al evangelio, y también que debe ser entendida como sinónimo del otro término, "mi Nombre".  Hemos de leer la Palabra evangélica y cristocéntricamente.

La Palabra nos lleva a Cristo, y Cristo nos envía al mundo en servicio de su reino.  Ahí es donde tenemos que demostrar nuestra fidelidad a la Palabra y al Nombre que es sobre todo nombre.

El recordado orador bíblico, Cecilio Arrastía, insistió en varias publicaciones que la congregación debe ser una "comunidad hermenéutica". La iglesia de Filadelfia nos dio el ejemplo.  En contraste con la congregación de Tiatira, fueron fieles en su interpretación bíblica (cf Emaús, Hch 17.11), sin dejarse confundir por falsas profecías ni vientos de doctrina.  Y en su práctica llevaron esa fidelidad hasta las últimas consecuencias.

 

NOTAS AL PIE

[7] La congregación de Tiatira tuvo pretendidos dones proféticos, pero por estar claramente desconectados de enfoques bíblicos, caían en la profecía falsa.  El "Espíritu" sin la Palabra, tarde o temprano resultará ser un espíritu falso.

[8] González Ruiz en Comentarios a la Biblia Litúrgica (Paulinas, Marova, 1976), p.2137.  Entendemos, por supuesto, que esa nueva creación será don de gracia divina, pero nuestra fe nos llama a luchar desde ahora por la justicia de ese reino venidero.

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