Cristianos buzo

Mientras el «cristiano buzo» solo busca a Dios esporádicamente para conseguir algún beneficio personal, el cristiano genuino permanece en Él.

28 DE ABRIL DE 2018 · 16:00

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El buceo libre, también conocido como «apnea», es el descenso a la profundidad del mar a pulmón libre, es decir, sin la ayuda de ningún equipo o aparato de respiración. Quienes lo practican, deben subir cada cierto tiempo a la superficie (según les dure el oxígeno en los pulmones), tomar un poco de aire y, luego, volver a imbuirse en el mar. Este proceso se repite una y otra vez. Estos buzos suben a la superficie solo cuando sienten la necesidad de respirar, pero no subirían de otro modo. De hecho, nada más inhalar el oxígeno necesario, vuelven a descender a las aguas, pues es lo que realmente les entusiasma. Pero, los lectores se preguntarán: ¿qué tiene que ver esto con el cristiano?

La vida cristiana es la vida plena y abundante de la que habló Jesús (Juan 10:10). Cristo nos ha abierto la puerta a una novedad de vida donde hay “oxígeno” suficiente para permanecer constantemente en la presencia del Padre. Sin embargo, no todos los dicen ser cristianos viven o disfrutan de esta vida abundante diariamente. Algunos viven sumergidos en los océanos del pecado y, cuando notan que les falta la respiración, suben a la superficie y tratan de inhalar un poco de oxígeno para, de nuevo, volver a sumergirse. Impelidos por sus conciencias acuden a la iglesia, cual buzo a la superficie, para tomar un poco de aire fresco y poder volver a sumergirse en sus realidades cotidianas durante la semana.

Dios no es para ellos el oxígeno con el que disfrutan de manera continua, sino el que buscan solo en momentos de gran necesidad, cuando se están ahogando. No buscan ese oxígeno de la superficie porque lo aman, sino egoístamente, porque no les queda otro remedio que hacerlo.

Algunos han llamado a estas personas: «cristianos de domingo»; «cristianos nominales» y yo los llamo «cristianos buzo». Aunque, quizá, el error está en llamarles «cristianos». Pues, ¿qué hombre realmente hambriento no acudiría constantemente a la mesa donde se le ofrece pan? ¿Qué persona siendo invitada a comer un manjar preferiría ir a comer algarrobas con los cerdos? ¿Qué joven enamorado no desearía permanecer en la presencia de su amada? ¿Qué cristiano salvado de la condenación eterna y librado del poder del pecado no anhelaría habitar continuamente con su Salvador?

Quienes han tenido una experiencia real con Dios, saben que en su presencia hay plenitud de gozo, ¿por qué habrían de buscar otros gozos en las profundidades del pecado cuando pueden disfrutar plenamente en la superficie? El salmista escribió: «En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre» (Salmo 16:11).
Los creyentes estamos llamados a morar en Dios. «El que habita al abrigo de Dios, morará bajo la sombra del Omnipotente» (Salmo 91:1). «Habitar» es vivir, residir o afincarse en un lugar. Nuestro llamado no es el de acudir algunas veces a Él, sino el de habitar en Él. Al habitar en Él, recibiremos el cuidado paternal y la providencia de un Dios omnipotente. No somos «cristianos buzos» que acudimos a Dios para respirar solo cuando nos conviene o cuando deseamos acallar nuestras conciencias, sino cristianos que anhelamos mantenernos en comunión con Dios, pues hemos entendido y experimentado que la vida plena de paz, gozo y justicia verdadera se encuentran únicamente en la Fuente de toda bondad; el único Dios verdadero revelado en Cristo Jesús (Santiago 1:17; 1 Pedro 5:10).

Entonces, ¿cuál es la evidencia de un verdadero cristiano y que lo diferencia de un «cristiano buzo»? Que mientras el «cristiano buzo» solo busca a Dios esporádicamente para conseguir algún beneficio personal, el cristiano genuino permanece en Él, porque es todo lo que tiene y porque es todo lo que quiere.

Como dijo el apóstol Juan: «Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios» (1 Juan 4:15).

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